La palabra que titula este escrito, además de ser complicada, funcionaría mucho mejor como el nombre de algún vampiro o personaje de alguna saga audiovisual. La verdad, no parece referirse a la realidad, aunque el pánico que provoca es tan cierto como todos los estigmas sobre la mujer y su cuerpo. Cuando uno cree que los 40 son los nuevos 20, el mundo te manda una señal para dictaminar una sola cosa: has llegado al limbo hormonal.
Sobre ese extravío biológico nadie advierte. Menarquia y menopausia son, respectivamente, la salida y la llegada de un sendero hormonal que parece invariable, aunque cada una de nosotras lo atraviesa según sus propias circunstancias. Si bien es personal y única la experiencia, en algo podemos coincidir: cuando más cerca estamos del fin de este proceso, menos entendemos qué nos sucede. Pero las redes sociales, que todo lo revuelan, nos dicen que antes de llegar al llegadero hay una parada previa donde el cuerpo cambia sin aviso. Eso, supuestamente, es la perimenopausia.
Gracias a los algoritmos, que huelen el miedo a megabytes de distancia, muchas mujeres empiezan a ver “aleatoriamente” mensajes donde se alerta que el fin que antecede al fin es un caos marcado por la amnesia, la gordura y la hinchazón. Haber dejado las llaves dentro de la casa luego de cerrar la puerta no es despiste, es el paso del tiempo. No son kilos de sobra, es inflamación. Qué consuelo saber que el purgatorio corporal existe.
Las advertencias vienen en distintos formatos y con diversos actores: los médicos que nos explican qué es lo que nos puede ocurrir; los nutricionistas y sus consejos alimenticios, casi siempre para presupuestos holgados; los entrenadores físicos con rutinas para “ganar músculo” y, por supuesto, historias sueltas de mujeres que ya pasaron la perimenopausia y solo nos advierte algo: prepárate, que en algún punto la vas a pasar mal… ¡Y aún falta la menopausia!
A la par de las voces de alerta, una legión de optimistas irremediables busca romper las narrativas fatalistas. Especialistas y testimonios confluyen para brindarnos la fe que nos fueron quitando a punta de reels y posts. Desde su visión, es posible vivir el “infortunio” con cierta paz y tranquilidad. Pero, lamentablemente, este ejército de la buena vibra no tiene la bendición del algoritmo.
Con la perimenopausia pasa lo mismo que con otros temas tabú: en un mundo saturado de información, más datos no equivalen a más fiabilidad, certeza y comprensión. Al contrario, se sube el volumen descaradamente a la duda, el miedo y el fatalismo.
En este caso, también debemos agregar el cúmulo de presiones que siempre se impone sobre lo femenino. Las dudas sobre la maternidad en ese periodo, las relaciones de pareja, el desarrollo intelectual, las posibilidades profesionales resultan comprometidas…. Sí, un reordenamiento hormonal (si así puede llamarse) puede hacer tambalear una vida.
Nuevamente, lo femenino parece condenado a la estigmatización, pero toca seguir afrontando el desafío de sacarlo de ese foso y hacerlo libre, como nuestro cuerpo y mente merecen llegar a ser. ¿Perimenopáusica yo? Igual se podrá vivir.
Rosa E. Pellegrino