El consuelo frente a lo inexplicable parece estar fuera del plano terrenal. Así opera la percepción más comercial sobre la astrología, una práctica —¿podríamos llamarla ciencia o, tal vez, arte?— que ofrece «todo en uno». Esperanza, fe, alegría, expectativas, explicaciones, desgracias anticipadas, consuelo y una extraordinaria habilidad para renovarse: pocas cosas pueden concentrarse en una misma disciplina para mantenerse vigente, atractiva y facturando.
Frente a esos atributos, cualquier advertencia solo está destinada a tener como ascendente el signo del fracaso. Entre mis recuerdos de bachillerato está aquel profesor de Física, prestado al fotoperiodismo, que quiso advertirnos sobre la falsedad de los horóscopos. «No lean eso. Si vieran cómo los escriben: una persona empieza a inventarse cosas…», nos contaba en su intento por lanzarnos un cable a tierra. Sin duda, su esfuerzo no sirvió para nada. La fe en los astros es más fuerte que la poca credibilidad de un diario pueblerino.
La verdad, ese poder es tan arrasador que aún hoy la astrología tiene su espacio ganado en los medios tradicionales, incluso los de gran reputación. No corren el riesgo de poner al pasante a escribir qué le pasará a los signos de tierra o de aire. Astrólogos emergentes o de renombre tienen la tarea de predecir qué sucederá en el día o en la semana, según la periodicidad de sus apariciones. Ya sea en un programa de variedades o en una columna, su parcela sigue asegurada.
Con la expansión de las redes sociales, la astrología ha mostrado su lado lúdico, humorístico y pedagógico, porque hay quienes quieren aprender a leer en las estrellas una explicación de lo sucedido en la tierra. Muchos llevan sus interpretaciones sobre los movimientos de los planetas al mundo multiplataforma, con una agilidad que ya quisieran algunas marcas y medios de comunicación en el mundo digital. Memes, videos, podcasts, transmisiones en vivo, canales en plataformas de mensajería instantánea y sitios web con productos gratuitos y paquetes de membresía están al servicio de esta práctica.
Semejante lista de posibilidades obliga a ofrecer algo más allá de los horóscopos. Gracias a ello, se han colado en la cotidianidad explicaciones para los infortunios. «¿Se dañó el teléfono? Seguramente Mercurio está retrógrado». «¿Al fin terminó esa relación que le tenía la vida triste? Todo fue obra de un eclipse parcial de sol en cuadratura con X planeta». «¿Conoció a alguien con quien conectó de inmediato después de años de soledad? Quizás se abrió algún portal energético». Suerte con eso, y que dure mucho…
Detrás de esas expresiones, sean lanzadas en broma o en serio, sigue estando el deseo humano de anticiparse a los acontecimientos, tomar precauciones antes del infortunio o soportar a la espera de mejores momentos. A veces, no se requiere la explicación correcta, sino la necesaria, esa que nos confirme que lo ocurrido fue obra de algo ajeno e inmanejable. Las tribulaciones, al final, también son astrales.
Rosa E. Pellegrino