El uso del vidrio se popularizó en la sociedad romana desde sus orígenes, aunque en un primer momento tenía la condición de material para la manufactura de objetos de lujo y exóticos, como lo había sido durante la época helenística. La fabricación de vidrio en el mundo antiguo se convirtió en un arte y los maestros vidrieros lograron notables efectos visuales en el empleo de diseños, pintura, dorados y otras decoraciones. Si bien algunos elementos decorativos eran puramente estéticos, otros presentaban elementos personales que podían indicar las creencias religiosas del destinatario, la conmemoración de un peregrinaje, o el relato de un episodio mitológico favorito.
El vidrio se define como una sustancia rígida no cristalina de aspecto translúcido y por lo general transparente, que surge como resultado de la fusión a altas temperaturas de la mezcla de varios elementos clasificados como vitrificables, fundentes y estabilizantes.
“Al vidrio se le denomina así porque por su diafanidad es transparente a la vista. En los recipientes de metal, todo lo que se coloca en su interior está escondido; en cambio, un líquido o un objeto cualquiera, colocado en el interior de los de vidrio, se muestra como si al exterior se encontrara, y aunque en cierto modo está guardado, no obstante, está a la vista.” (San Isidoro, Etimologías, XVI, 16)
Izda. Villa Poppea, Stabia. Centro, tumba de Clodius Hermes, Catacumbas de San Sebastián, Roma. Drcha. Casa de Julia Félix, Pompeya
La sílice, consistente en arena con impurezas naturales, representaba la principal sustancia formadora y constituía aproximadamente las tres cuartas partes de la mezcla. La pureza era muy valorada y destacaban en la Antigüedad las arenas vitrificables halladas en la desembocadura del río Belus (Israel), en determinados puntos de la costa siria, y en lugares próximos a Alejandría.“Entre Acre y Tiro se extiende una playa arenosa que produce la arena que se usa para fabricar vidrio. Pero dicen que allí no se la derrite, sino que se la transporta a Sidón para proceder allí a su fundición. Hay quien dice que los sidonios, entre otros, también tienen arena que puede fundirse, pero otros sostienen que cualquier arena, de cualquier sitio, puede usarse. Yo mismo oí en Alejandría, de los trabajadores del vidrio, que se encontraba en Egipto un tipo de tierra vítrea sin la cual no es posible llevar a cabo ciertos diseños muy coloridos y sofisticados, igual que también en otros lugares es preciso servirse de otras mezclas.” (Estrabón, Geografía, XVI, 25)
Trabajo con vidrio. Cripta Balbi. Ilustración Inklink
La sosa o natrón (carbonato sódico), tipo de sal que se encuentra en la naturaleza, era el principal elemento fundente que ayudaba a obtener un punto de fusión bajo, ayudando a fundir la sílice. Suponía entre el 15 y el 20 % del total de la mezcla.
"Se dice que unos mercaderes de natrón, habiendo anclado la nave, preparaban la comida dispersos por el litoral; al no encontrar ninguna piedra para sostener elevadas las marmitas, utilizaron terrones de natrón de su carga. Éstos se encendieron con la arena extendida por el litoral, y los mercaderes observaron cómo fluían riachuelos transparentes de un líquido desconocido: éste fue el origen del vidrio." (Plinio el Viejo, Historia Natural, XXXVI, 191).
Además de su uso como estabilizador para la sílice, la cal (óxido de calcio) también se utiliza como fundente para modificar la viscosidad y la desvitrificación, así como para aumentar la durabilidad del producto final y la resistencia al desgaste químico. En los períodos más antiguos la función de la cal la realizaban las conchas marinas pulverizadas que se hallaban mezcladas con la arena. Este elemento formaba entre el 5 y 10 % de la mezcla.
El agua actuaba como elemento acelerador de las reacciones, debido a la aglomeración de los granos de la mezcla y como disolvente de los componentes más solubles.
Restos de vidrio para reciclar del taller de Beth Shean. Museo de Israel, Jerusalem.
Foto Ian Freestone
Los fabricantes de vidrio fundían el vidrio y una vez frio lo rompían en trozos y lo enviaban a los artesanos del vidrio, quienes lo convertían en el objeto deseado. Los fabricantes de las provincias compraban el calcín, vidrio reutilizado, porque les ahorraba tener que comprar ingredientes nuevos y caros de lugares lejanos. Además, eran conocedores de que el calcín molido muy fino, al mezclarse en una partida de valiosa materia prima, actuaba como acelerador de las reacciones de formación del vidrio y contribuía a mejorar su homogeneidad y consistencia.
“Dado que, la industria es ingeniosa y sabia, no se contenta con mezclar nitro con arena y nos imaginamos que incorporó la piedra imán, en el pensamiento de que atrae el vidrio fundido, tal como el hierro. De la misma manera se empezó a introducir el elenco, de brillantes piedras y conchas y arenas fósiles. Los autores dicen que el vidrio de la India es de vidrios rotos, y por eso con nadie puede ser comparado el indico. Para cocerlo se usa madera ligera y seca, y añadiendo cobre de Chipre y nitro, y entre todos los nitros, los egipcios.” (Plinio, Historia Natural, XXXVI, 192)
Ilustración de John Swogger.
Corning museum of Glass, Nueva York
Los agentes oxidantes estaban destinados a amortiguar el color producido por las impurezas y reducir su efecto por la oxidación de éstas, y a la conservación de las oxidadas. Los agentes colorantes eran óxidos metálicos utilizados según el color que se quería obtener, que dependía de las materias utilizadas, del tiempo de cocción, de la temperatura de fusión y de la reducción u oxidación de la atmósfera del horno. En muchas ocasiones el color se veía determinado por la presencia de impurezas en las materias primas utilizadas, o por la disolución de sustancias pertenecientes a los recipientes utilizados.
El vidrio transparente o sin color se obtenía del antimonio, el blanco del óxido de estaño o calcio, el color miel y el verde del óxido férrico, el naranja del óxido de plata, para el color rojo se utilizaba selenio, óxido de cobre y a veces fragmentos de oro. El azul claro requería óxido de cobre y el azul oscuro pequeñas cantidades de cobalto; los colores púrpura y amatista se obtenían del óxido de manganeso, y el negro del cobre y manganeso. Para los tonos ámbar y marrones se añadían pequeñas cantidades de hierro y azufre.
“Hay también una clase especial de agua que no es muy transparente y mantiene en suspensión, en su superficie, algo parecido a la espuma, que, por su color, nos recuerda al vidrio purpúreo.” (Vitruvio, De Arquitectura, VIII, 3, 6)
En época de Augusto y los Julio-Claudios los colores del vidrio eran habitualmente brillantes, siendo los verdes y azules los más populares. El vidrio opaco, especialmente el blanco, se usaba con frecuencia para recipientes y ungüentarios pequeños.
La tendencia de colores cambió durante la época neroniana, y el color natural del vidrio, sin los aditivos que se añadían para conseguir colores brillantes, se convirtió en el predominante. En el inicio de la dinastía de los Flavios, casi todos los recipientes se fabricaban con vidrio coloreado “de forma natural”. En esa categoría entraban los tonos amarillentos, verdosos y azules claro.
“No hay material de una naturaleza más flexible que este, o más adecuado para ser coloreado. Sin embargo, al que se da más valor es al incoloro y transparente, el más parecido al cristal de roca.” (Plinio, XXXVI, 198)
Como el gusto por el vidrio incoloro crecía, los vidrieros experimentaban añadiendo diferentes elementos a sus mezclas. Los productores de las provincias orientales añadieron manganeso, que reacciona con las impurezas de hierro en la arena, pero el vidrio así tratado todavía retenía algo de color. Se intentó con antimonio con mejor resultado, pero también más caro. En el edicto de Diocleciano, a principios del siglo IV d.C. se señala este vidrio incoloro como “alejandrino” y con un valor de casi el doble que el tratado con manganeso.
“Estás viendo una genialidad del Nilo: deseando añadirles a éstas más adornos, ¡ay, cuántas veces desbarató el autor su obra!” (Marcial, Epigramas, XIV, Calices vitrei, CXV)
Detalle de fresco. Casa de los Ciervos Herculano,
Museo Arqueológico Nápoles
La fabricación del vidrio se realizaba en dos fases de cocción. En la primera se calcinaban los elementos imprescindibles, la sílice y los fundentes, a unos 800º obteniendo una materia cristalina que se llama frita, usada a veces como un producto acabado, sin ser propiamente vidrio. En la segunda fase, la fusión, se sometía la frita (pulverizada) a una segunda cocción a mucha más temperatura, por encima de los 1000º C. Con esta temperatura tan alta se lograba una masa pastosa, casi líquida y se eliminaban las impurezas que había en superficie. Además, en esta nueva cocción se añadían los óxidos metálicos para colorear el vidrio. Si la temperatura no era suficientemente elevada, se formaban en su interior burbujas de gas.
“Se derrite como el cobre, en hornos que de continuo arden, y que oscurece su masa. El vidrio fundido es tan blando, que incluso corta antes de que se sienta llegar al hueso cualquier parte del órgano que toca. Estas masas se ponen de nuevo en los hornos, donde se le da el color y, a continuación, a veces se soplan, a veces se hacen a torno, a veces se labra como la plata. Sidón fue una vez famosa por su cristal y se inventaron incluso los espejos de vidrio. Esto fue la antigua forma de fabricación de este producto.” (Plinio, Historia Natural, XXXVI, 192)
Taller de vidrio, Hambacher Forest, Alemania. Ilustración David Hill
Las técnicas usadas en la Antigüedad para la fabricación del vidrio han sido muchas, como la del uso de molde, conocida ya en Edad del Bronce. Era un procedimiento sencillo en el que se ponía el vidrio triturado sobre un molde del objeto que se quería obtener, después de su cocción se separaba del molde y se pulía su superficie. El uso del molde también se empleó posteriormente en procedimientos más elaborados, como el conocido como el “modelado sobre molde”: se hacía un disco de vidrio que se colocaba sobre la parte externa de un cuenco y por la acción del calor adquiría la forma semiesférica de ese molde. Después sólo se pulía la parte interior de la pieza.
Molde para vidrio
La técnica del modelado consistía en dar la forma deseada a la masa de vidrio caliente aprovechando su estado pastoso. Había diversas variantes como el modelado sobre una varilla. Con una varilla se sujetaba un trozo de vidrio viscoso que se sacaba del horno y con otra se estiraba y modelaba dicha pasta antes de que se pudiera enfriar.
“El artesano cortó el cristal
y lo llevó,
colocó una porción en el fuego,
sólida como el hierro.
Y el cristal como cera
se derramaba
consumiéndose en la voraz llama.
Era maravilla de ver para los mortales
el surco que fluye desde el fuego
hacia el artesano que teme
que caiga y se despedace.
Luego manipuló una porción
en la punta de las tenazas de doble hoja...” (Mesomedes de Creta)
Ilustración de John Swogger, Corning Museum of Glass, Nueva York
El modelado sobre un núcleo fue el procedimiento más usado hasta la invención de la técnica del soplado. Primero se realizaba un núcleo hecho de arena, arcilla u alguna materia orgánica cuya forma se modelaba según la parte interior del espacio del objeto deseado, que fuera fácil de retirar y se sujetaba firmemente a una varilla. Después, se aplicaba vidrio fundido sobre el núcleo, bien por inmersión, o bien cubriéndolo con hebras de vidrio mientras se rotaba. Entonces se rodaba por encima de una placa de mármol para aplanar las tiras enrolladas o se hacía girar el núcleo sobre polvo de vidrio frio para que se adhiriese a su superficie. A continuación, se introducía en el horno para fundir el polvo de vidrio y cuando se sacaba se volvía a cubrir de polvo de vidrio. Finalmente, se aplicaba la decoración en forma de hilos calientes de vidrio de diferentes colores, se le añadían la base, las asas, y, una vez enfriado, se retiraban el núcleo y la varilla.
La técnica de núcleo de arena tuvo su origen probablemente en Mesopotamia, hacia el siglo XVI a.C., y se empleaba para la fabricación de recipientes para ungüentos y perfumes. Los egipcios desarrollaron la técnica de producir objetos de vidrio envolviendo hilos de pasta vítrea caliente alrededor de un núcleo que permitía realizar diferentes modelos en variados colores y decoraciones en zig zag, espirales, etc.
Izda. aríbalos eóca egipcia. Drcha, aríbalos época helenística
La técnica del vidrio soplado que parecer haberse originado en Siria en el siglo I a.C. consistía en coger por un extremo, con la ayuda de una varilla hueca de metal, una porción de vidrio fundido y por el lado opuesto se soplaba para formar una burbuja. A continuación, se giraba la varilla sobre mármol para alisar el vidrio y se daba la forma y tamaño deseados con distintas herramientas. Finalmente, se separaba el vidrio de la varilla con unas pinzas y se trabajaba la parte superior de la pieza (la que estaba antes pegada a la vara de soplar). Cuando se acababa la pieza, se metía en el horno a baja temperatura para que se enfriase lentamente durante más de un día, lo que garantizaba la durabilidad de la pieza.
“Y el vidrio, en cuanto probó el calor del fuego, fue suavizado por los golpes de Hefaistos… El vidrió recibió la fuerza de su aliento y se infló sobre si mismo como una esfera antes de…” (Papiro Oxirrinco, 3536)
Soplador de vidrio. Ilustración Museo de Calahorra, La Rioja
El soplado a molde consistía en soplar la masa de vidrio fundido en un molde reutilizable de bisagras, con lo que el vidrio pastoso adoptaba la forma y decoración de ese molde. Después se procedía a abrir el molde para sacar la pieza y se completaba la boca y se añadían los pies y las asas. Finalmente, se pulía. Esta técnica permitía elaborar objetos en serie, lisos o con decoración en relieve.
“Desearía mostrar a Posidonio un vidriero que con su soplo modela el cristal en tan múltiples formas que apenas una mano experta las puede reproducir.” (Séneca, Epístolas, 90, 31)
La invención del vidrio soplado hizo la producción de recipientes de vidrio más eficiente y barata, lo que contribuyó a la rápida expansión de la industria vidriera durante el siglo I d.C. Su pronta difusión desde Oriente y su popularización en todo el Imperio se vieron favorecidas por el periodo de paz y prosperidad instaurado por Augusto, que creó un entorno favorable para el comercio al unificar muchos rerritorios del Mediterráneo bajo el gobierno de Roma, dando lugar a un importante crecimiento económico y a disparar la demanda en los mercados occidentales de artículos manufacturados, como el vidrio. Los talleres de fabricación de vidrio de la parte oriental del Imperio aprovecharon tal circunstancia para exportar sus productos a Italia y las provincias occidentales, mientras que se establecieron nuevos negocios en estos últimos, algunos integrados por vidrieros que se habían preparado profesionalmente en las provincias de Oriente.
Ilustración de John Swogger, Corning Museum of Glass, Nueva York
La demanda de los comerciantes por obtener recipientes en los que poder transportar mercancias perecederas, como el aceite y el vino crecía constantemente. Las botellas de cuerpo cuadrado sopladas en molde, que podían almacenarse fácilmente, se convirtieron en una opción popular para transportar los productos por todo el Imperio. Las ventajas que ofrecían las botellas de vidrio eran la posibilidad de ver con facilidad el contenido y el que este no viera alterado su olor y sabor. El uso del mismo molde en la producción de un determinado grupo de envases de vidrio posibilitaba al comerciante contabilizar la cantidad de productos en su posesión. Con la producción de soplado a molde se podía incorporar diseños que servirían como marcas que identificarían a los talleres que elaboraban los recipientes de vidrio o a los vendedores que comerciaban con ellos.
“Tras partir de Metone, llegaron al puerto de Zacinto, donde introdujeron la cantidad de agua suficiente que debía durarles mientras estuvieran cruzando el mar Adriático y, una vez completados el resto de los preparativos, siguieron navegando. Mas como soplaba sobre ellos un viento extremadamente flojo y lánguido, sólo al decimosexto día consiguieron desembarcar en un lugar desierto de Sicilia, cercano a donde se alza el monte Etna. Y al haberse demorado ellos como se ha dicho, en el transcurso de esta travesía, sucedió que se les echó a perder el agua, excepto la que el propio Belisario y sus compañeros de mesa tenían todavía para beber. Ésta fue la única que se salvó, gracias a la esposa de Belisario, y he aquí cómo lo consiguió. Tras llenar de agua unas ánforas de cristal y construir una pequeña habitación con tablas de madera en la bodega de la nave donde era imposible que penetrara el sol, enterró allí en arena las ánforas y de esta forma el agua permaneció intacta. Tal fue, en definitiva, el desarrollo de estos acontecimientos.” (Procopio, Historia de las guerras, III, 13, 21)
Los vinos más cotizados se comercializarían en recipientes bellamente trabajados que presentarían diferentes formas con elegantes diseños y atractivos colores con los los anfitriones de banquetes intentarían provocar la admiración de sus invitados.
“En seguida trajeron unas ánforas de vidrio cuidadosamente lacradas, del cuello de cada una de las cuales colgaba una etiqueta con esta inscripción: Falermo, opimiano de cien años.” (Petronio, Satiricón, 34 amphorae vitrae)
Los romanos supieron apreciar las cualidades del vidrio para beber el vino ya que mantiene inalterados su sabor y su olor. A ello hay que añadir su ligereza, sus cualidades estéticas y, principalmente, esa transparencia que permite apreciar la calidad de los vinos:
"Nosotros bebemos en vidrio, tú Póntico en murrina. ¿Por qué? Para que la copa no permita ver la distinta calidad del vino." (Marcial, Epigramas, VIII, 33)
Los maestros vidrieros hacían con frecuencia vasijas específicamente para los productos que se vendían en ellas, e incluso las sellaban con calor una vez que dichos productos dse habían introducido. Un ejemplo son los recipientes cosméticos en forma de pájaro que se llenaban por el extremo hueco de la cola, que se sellaba y debía romperse para acceder a su contenido tras la venta.
El uso de la cabeza humana como modelo para objetos domésticos se remonta a la época arcaica, cuando las vasijas con forma de cabeza se fabricaban en terracota y bronce, que servirían como prototipos para los recipientes de vidrio que se popularizaron en Roma entre los siglos I y IV d.C.
Las modas oscilaron entre los que mostraban una sola cabeza o dos y los motivos representados podían incluir divinidades, personajes mitológicos o personas anónimas, algunas presentando característicos rasgos étnicos. Algunos pueden identificarse como la representación de Medusa, al reconocerse las serpientes atadas bajo su barbilla. La creencia de que ahuyentaba el mal de ojo convertía su figura en un elemento recurrente entre los objetos de uso cotidiano.
“Le causaban gran placer los distintos tipos de vidrios y los trabajos realizados en ellos.” (Historia Augusta, Tácito, 11, 3)
La técnica del soplado a molde permitió a los vidrieros crear vasijas que se asemejaban a diversos tipos de objetos. Hacia principios del siglo I d.C., los artesanos del vidrio de la costa sirio-palestina se inspiraron en los alimentos para hacer algunas de sus creaciones. Los ejemplos más tempranos son pequeños contenedores para perfumes en forma de dátil, un fruto ampliamente cultivado en el Mediterráneo por su empleo como alimento, endulzante para comidas y bebidas, como perfume y medicina. En los siglos siguientes surgieron otros recipientes con formas de frutas, especialmente en forma de racimo de uvas, con una representación muy natural, imitando de manera muy perfeccionista la forma mas o menos triangular del racimo y cada uva individualmente, intentando obtener los colores propios de las uvas, verdes o púrpuras, con distintos tonos, pero sin dejar de lado otros colores.
Los recipientes de vidrio, especialmente los dedicados a contener perfumes y productos cosméticos, podían presentar diseños muy variados y gracias a la adaptabilidad y flexibilidad del vidrio estos podían responder a objetos de cualquier tipo, incluidos los artefactos más usados en la vida cotidiana.
“Las piezas cambian por el damero de un modo muy hábil y se dan varios combates con los soldaditos de vidrio; los blancos, para atrapar a los negros, y los negros, para apoderarse de los blancos.” (Laus Pisonis)
En el siglo I d.C. se popularizó un tipo de vaso alto de vidrio destinado a la bebida, que se decoraba en relieve con temática mitólógica, especialmente figuras de dioses. Un modelo, en particular, presentaba cuatro dioses que aparecían encuadrados entre columnas. Su fabricación en soplado a molde permitió su fabricación en masa.
“El día en cuestión celebraban una fiesta en honor del dios citado. Mi padre, con el mayor interés, había hecho con más esplendor los demás preparativos para la cena e hizo servir una suntuosa jarra para el vino consagrado al dios, que seguía en valor a la de Glauco de Quíos. La pieza entera era de cristal de roca. A su alrededor formaban guirnaldas unas vides plantadas en la propia vasija y por todas partes pendían racimos, que, mientras la jarra estaba vacía, estaban en agraz, pero que, al verter vino, poco a poco se iban oscureciendo y se convertían de agraces en maduros. Y cerca de los racimos estaba tallado Dioniso, para que cultivase la viña por mediación del vino.” (Aquiles Tacio, Leucipa y Clitofonte, II, 3)
Otro tipo de vasijas, de forma cilíndrica, que presentaban una decoración que recordaba a los trofeos entregados a los ganadores de las carreras en el circo, palmas y coronas, debieron ser realizadas con motivo de entregarlas como premios a los triunfadores, ya que suelen incluir una inscripción relativa a la victoria.
“A este punto el emperador ecuánime manda que a las
palmas de vencedor se añadan bandas de seda; a los collares de oro, coronas y que se recompense el mérito, ordenando que se adjudiquen a los vencidos, que ya han sido suficientemente avergonzados, alfombras de hilos multicolores.” (Sidonio Apolinar, Poema 23)
La pasión por los juegos circenses, carreras de carros, y gladiatorios provocó una “fiebre” por los objetos decorados con dicha temática y unos cuantos vasos de vidrio llevan esculpidos luchas de gladiadores o carreras de carros, con inscripciones que incluían los nombres de los gladiadores, aurigas y caballos vencedores. Estos vasos bien pudieron ser adquiridos como recuerdos de la asistencia a dichos eventos o encargados ex-profeso por sus propietarios.
Durante el imperio romano era esencial hacer conocer las ciudades, monumentos y obras de arte a todos los ciudadanos. Para los que no podían viajar a otros lugares, casi toda la población, las reproducciones eran un medio fundamental para visualizar su imagen física y su relevancia cultural.
Algunas de las más famosas estatuas del mundo griego, como la Atenea Partenos de Fidias, la Afrodita de Cnido de Praxíteles y la Tyche de Antioquía de Eutychides fueron introducidas en la industria del souvenir, ya que los artesanos se dedicaron a reproducirlas en lámparas, placas, estatuillas o unguentarios.
“Este Eutíquides es el que hizo también una imagen de Tique para los sirios de las orillas del Orontes, que es muy venerada por los nativos.” (Pausanias, Descripción de Grecia, VI, 2, 7)
Estatuillas de Tiché de época romana. Izda Museo Metropolitan, centro Museo Getty,
drcha Yale University Art Gallery
Eutychides, alumno de Lisipo, esculpió la estatua a tamaño real en bronce de la dios Tyche o Fortuna con una corona mural, sentada sobre una roca y con la personificación del rio Orontes surgiendo a sus pies, con motivo de la fundación de Antioquía en el año 300 a.C.Durante el convulso periodo helenístico, tanto a nivel político como a nivel social, la veneración por Tiché ganó importancia de forma personal y pública porque representaba estabilidad y prosperidad, lo que llevó a una amplia difusión de imágenes suyas que se extendió durante toda la época romana. A pesar de que la Tiché de Antioquía era específicamente de dicha ciudad, se convirtió en una imagen arquetípica, sobre todo en pequeñas estatuillas que muchos guardaban como amuletos mágicos, protectores y proveedores de la buena suerte.La mayoría de los habitantes del imperio no vería nunca la estatua original de Eutyches, pero podrían contemplar su imagen en las miles de estatuillas y ungüentarios que circulaban como souvenirs por todas partes. Algunas de las botellitas de vidrio para perfumes con su imagen acabarían como ofrendas a los dioses del hogar o como ofrendas en las tumbas.
Una serie de botellas de vidrio fueron hechas en Puteoli (actual Pozzuoli) entre finales del siglo III y principios del IV d.C., decoradas a mano con paisajes de Puteoli y Baiae (actual Baia), que eran importantes ciudades turísticas del Imperio. En el caso de Puteoli se representan su anfiteatro y templo entre otros edificios y de Baia destaca su ostraria (criaderos artificiales de ostras). Las imágenes se acompañan de etiquetas con los nombres de los edificios, que ayudarían a los que nunca las habían visitado a hacerse una idea de su apariencia.
“Ideó además un nuevo e inaudito tipo de espectáculo. Cubrió el espacio que quedaba entre Bayas y el dique de Pozzuoli, una distancia de casi tres mil seiscientos pasos, con un puente formado por navíos de carga, reunidos de todas partes y anclados en doble fila, que se cubrieron de tierra de forma que parecía la Via Apia. Durante dos días seguidos circuló por este puente, de arriba abajo: el primero de ellos, montado en un caballo ricamente enjaezado y ataviado con una corona de hojas de encina, un pequeño escudo de cuero, una espada y una clámide recamada de oro; y el segundo, vestido como un conductor de cuadriga, en un carro tirado por dos caballos famosos, precedido por el joven Darío, uno de los rehenes partos, y seguido por una tropa de pretorianos y por la muchedumbre de sus amigos, que marchaban en carruaje.” (Suetonio, Calígula, 19)
Con la implantación del cristianismo empezaron las peregrinaciones a los Santos Lugares y con ello, entre los siglos V y VII d.C., la aparición de un nuevo negocio entre los vidrieros de Siria y Palestina, la fabricación de unas botellitas de vidrio con motivos cristianos que servían a los peregrinos tanto como de recuerdo de sus viajes a Tierra Santa, como de recipiente para conservar el aceite sagrado que recogían de las lámparas de las tumbas de los mártires y que se repartía entre los visitantes. En algunos sitios, especialmente Siria, los relicarios de piedra que contenían los huesos de los márties se agujereaban para los pergrinos pudieran verter aceite en los restos de los mártires y recuperar el líquido tras estar en contacto con los huesos. En otros santuarios se recogía el agua de las fuentes en esos mismos recipientes. Los peregrinos volvían a sus casas con el aceite o el agua, que utilizaban como remedios para algunas dolencias o se depositaban en las tumbas para proteger las almas de los difuntos que esperaban la salvación.
“Según se adelanta la santa cruz para ser venerada, desde su cámara hasta el patio, a esa misma hora aparece una estrella en el cielo y se sitúa por encima del lugar donde la cruz reposa, y mientras se venera la cruz, permanece encima y se ofrece aceite para la bendición en botellitas. En el momento que la boca de la botellita toca la madera de la cruz el aceite empieza a burbujear y si no se cierra rápidamente se desborda y se sale.” (El Peregrino de Piacenza, v. 173)
Otro tipo de botellitas de vidrio representaban símbolos cristianos e imágenes de algunos santos que adquirieron cierta fama por sus peculiaridades, como Simeón el Estilita, el más famoso de los monjes que decidieron vivir y predicar encima de una columna. Los seguidores recogían tierra de los pies de la columna que posiblemente guardaran en dichos recipientes.
Los recipientes de vidrio comunes que se utilizaban para guardar y conservar líquidos y alimentos y que podían encontrarse en cualquier hogar romano podían acabar siendo empleados como urnas cinerarias, donde se recogían los restos de los difuntos tras la cremación. Para los fallecidos más acomodados se usarían urnas de vidrio hechas por encargo o vendidas en el mercado con el propósito de ser usadas como urnas cinerarias, las cuales se fabricaban con un vidrio más refinado y se introducían en un envase hecho de plomo u otro material que protegiese el material más frágil.
“Él, por su parte, procuraba también granjearse las simpatías de la gente haciendo cuanto podía por agradarla. Después de haber pronunciado ante la asamblea el elogio fúnebre de Tiberio vertiendo abundantes lágrimas y de haberle hecho unos funerales magníficos, se dirigió a toda prisa a Pandataria y a las Poncias para traer las cenizas de su madre y de su hermano; a pesar de que hacía muy mal tiempo, para que su piedad filial quedara más de manifiesto; se acercó a ellas con el máximo respeto y las guardó en unas urnas con sus propias manos.” (Suetonio, Calígula, 15)
Hacia el siglo III d.C. las incrustaciones en la joyería romana se habían hecho más importantes que sus engarces, y los romanos favorecían el uso de gemas y vidrio y expandieron la tradición helenística centrándose en los efectos visuales que pedacitos multicolores de ellas poseían. Los romanos usaron el vidrio en gran cantidad para imitar piedras preciosas tales como esmeraldas, sardónices, y amatistas, ya que el vidrio era mucho más fácil de trabajar y los vidrieros tenían control total sobre colores y diseños. Además era una alternativa barata a las costas gemas que los ciudadanos ricos admiraba. Las joyas hechas íntegramente de vidrio tuvieron una gran difusión en la sociedad romana y permitía a los romanos menos acomodados seguir las modas que la familia imperial y los aristócratas imponían.
“Scintila, no menos vanidosa, descolgó de su cuello un gran medallón de oro puro, y al cual llamaba Felicio, del cual sacó dos preciosos pendientes, y los ofreció a la consideración de Fortunata:
—Gracias a la magnificencia de mi marido, no hay quien los tenga mejores.
—¿Qué?, —dijo Habinas—. ¿No te has arruinado comprando esas chucherías de vidrio?” (Petronio, Satiricón, 67, 10)
Bibliografía
Desarrollo histórico y formal de la escultura en vidrio, Mª Ángeles Villegas Broncano
El vidrio romano en los museos de Madrid, Eduardo Alonso Cereza
Un material antiguo, una nueva tecnología: Botella romana de vidrio soplado, María Ángeles Sánchez
Vidrios romanos en el museo Cerralbo, Luis Palop Fernández
Historia del vidrio, Antonio Sorroche Cruz y Asunción Dumont Botella
Acerca del poema a la fabricación del vidrio (XIII Heitsch) atribuido a Mesomedes Mauricio Fernandez Nuin
La fragilidad en el tiempo. El vidrio en la antigüedad. MARQ
Estudio iconográfico de los vidrios dorados de la Antigua Roma, Lucía Mireya Jiménez Benítez
Traditio Legis y otras representaciones iconográficas a través de objetos de vidrio y vidriados, Juan Carlos Olivera Delgado
El vidrio como materia escultorica: técnicas de fusión, termoformado, casting y pasta de vidrio, Estefanía Sanz Lobo
Pliny on Roman glassmaking, Ian Freestone
Glass of the Ancient Mediterranean, McClung Museum of Natural History & Culture, University of Tennessee
The Glass of the Greeks and Romans, D. B. Harden
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Leaf Beakers and Roman Mold-blown glass Production in the First Century a.C., Corning Museum of Glass
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Glass, Gold, and Gold-Glasses, David Whitehouse
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The Boudican Uprising and the Glass Vessels from Cochester, Hilary E.M. Cool
Roman Dichroic Glass: Two Contemporary Descriptions?, David Whitehouse
Early Imperial Roman Glass at the University of Pennsylvania Museum; Stuart J. Fleming
How ancient Roman souvenirs made memories and meanings | Aeon Essays, Maggie Popkin
Reused from Banquet to Grave: Gold Glass, a “Popular” Medium in Late Antiquity?, Chiara Croci
Rock Crystal and the Nature of Artifice in Ancient Rome, Patrick R. Crowley
The Impact of Glassblowing on the Early-Roman Glass Industry, Jonathan David Prior