“Mesas lujosas en que resplandece el alerce y el marfil, lechos cubiertos con tejidos de oro; grandes copas de un arte tan variado en su elegancia como único en calidad. Aquí, un vidrio artísticamente tallado; allí, una cristalería sin el menor defecto; más allá, la plata reluciente y el oro deslumbrante, el ámbar maravillosamente vaciado y hasta piedras, para beber: todo lo más inverosímil está allí reunido.” (Apuleyo, El asno de oro, II, 19, 1)
A los romanos acaudalados les gustaba las vajillas lujosas, y especialmente los recipientes hechos de piedras semipreciosas, oro y plata. Vasijas talladas en diferentes formas de calcedonia, especialmente ágata y ónice, se hicieron muy populares, especialmente en la elaboración de ungüentarios, copas y cuencos de varias formas lo que provocó el surgimiento de un mercado de réplicas más accesibles y baratas. El contraste de colores y la cualidad translúcida de estos recipientes fueron copiados por los vidrieros romanos que intentaron imitar en sus objetos de vidrio el mismo efecto. Estos últimos se convirtieron en productos muy codiciados ya que eran mucho más económicos que los elaborados en piedras semipreciosas.“Los defectos del ópalo son el color que se asemeja a la de la flor del heliotropo, o al del cristal de roca o el granizo, y también la existencia de motas como de sal o manchas que distraen al ojo. No hay piedra que sea más difícil de distinguir del original cuando se falsifica en vidrio por un astuto artesano. La única prueba es con la luz del sol. Cuando se sostiene un ópalo falso entre los dedos en la luz del sol, brilla a través de la piedra un color invariable, mientras que el brillo de la piedra auténtica cambia continuamente y esparce según el momento sus colores más intensamente desde diferentes partes de la piedra, arrojando una luz brillante en los dedos que la sujetan.” (Plinio, Historia Natural, XXXVII, 83)
Una de las técnicas empleadas para proceder a la imitación de dichas vasijas tan costosas era la del vidrio mosaico que se realizaba utilizando el fundido sobre molde y requería de una habilidad y experiencia extraordinarias por parte del vidriero. Primero se utilizaba un pequeño haz de varillas de vidrio de distintos colores que se dividía en pequeñas láminas para formar un motivo decorativo que se repetía y ocupaba toda la superficie del futuro recipiente, se aplicaba calor para unirlas; en segundo lugar se situaba la pieza sobre el molde para fundirla; finalmente, la superficie interior se pulía para eliminar las irregularidades del molde.
Los vidrieros romanos desarrollaron la técnica de los vidrios mosaico y crearon una gran variedad de objetos artísticos elaborados a partir de múltiples incrustaciones de pequeñas piezas multicolores, a los que por su llamativa apariencia se les dio en el Renacimiento el nombre de vidrios millefiori. Para obtener el efecto floral que le da nombre se juntaban varias varas formadas por una varilla central que se recubría por otras capas de vidrios de distintos colores que se calentaban hasta que quedaban adheridas. Estas varas se cortaban en discos que se distribuían en un molde de piedra o cerámica y se fundían todos juntos sobre una base de vidrio que servía de fondo.
Cronológicamente estas producciones se desarrollan desde la segunda mitad del siglo i a. C. hasta finales del siglo i d. C., aunque se pueden encontrar piezas (como los millefiori) en siglos posteriores. Los talleres de Alejandría y Siria destacaban como principales centros de su manufactura.
La técnica del vidrio salpicado o moteado puede haberse originado para imitar la decoración del vidrio millefiori, al ser también más fácil y económica su elaboración. Se hacía rodar una burbuja de vidrio sin terminar sobre una lámina de piedra cubierta con trocitos de vidrio de colores que después se calentaría y a la que se daría su forma final soplando. Al expandirse la burbuja, los pedacitos se mezclarían con la superficie y cambiarían su forma según los movimientos que hiciera el vidriero.
“Ribereño Priapo, los que pescan con jábega te han dedicado
estas ofrendas por la ayuda que les prestaste en la costa,
cuando rodeaban con sus mallas de bien trenzado lino los remolinos
de atunes en las resplandecientes corrientes del mar
—una crátera de encina, un banco de brezo hecho a mano
y un cáliz de vidrio para escanciar el vino—,
para que así relajes tus pies fatigados por la danza
y combatas la árida sed.” (Antología Palatina, Mecio 564)
El vidrio de bandas doradas es otro tipo de vidrio mosaico que se producía mediante la fusión de unas cuantas varillas finas de vidrio de distintos colores. Estas se ponían unas junto a las otras y se calentaban hasta que se formaba un disco sólido. Recalentando con cuidado el disco, el vidriero presionar y tirar del vidrio derretido para que se distribuyera en un diseño a bandas que envolvía el recipiente. Esta técnica se utilizó especialmente para decorar las vasijas destinadas a la cosmética, como ungüentarios o pixides.
Los prósperos ciudadanos romanos de la época de Augusto apreciaban este vidrio por su valor estilístico y su apariencia suntuosa debido a sus tonos dorados.
La técnica de decoración a costillas se empleó en recipientes dedicados a la mesa, especialmente platos y cuencos y su uso se extendió por todo el Mediterráneo mayormente. Su forma y color se fue adaptando a la moda imperante y a la funcionalidad, como fue buscar más estabilidad o preferir colores claros sobre los brillantes que habían pasado de moda. Las últimas explicaciones sobre su elaboración indican que se ponía un disco de vidrio caliente en un molde semiesférico, el cual se giraba sobre un torno. Por su flexibilidad, el vidrio caliente se adaptaba perfectamente al molde, y durante la rotación del torno al borde se le daba forma con una varilla corta y las costillas se formaban con una varilla más larga y estrecha. Este proceso permitía que los recipientes se fabricaran con rapidez, sin perder calidad.
“Contempla aguas de manantial y vasos de vidrio
claros para que hunda su boca y beba el caluroso
mes marcado con el nombre eterno de un monarca,
en el que cuentan que de Latona nació Hécate.” (Antologia Latina, 395, Agosto)
Los artesanos vidrieros inventaban nuevas técnicas de decoración para estimular el interés visual en lujosas y costosas vasijas. Una de estas técnicas es la aplicación de hilos de vidrio, en la que se añadía una línea más o menos fina de vidrio fundido a la superficie del recipiente. El diseño de hilo en forma de serpiente consiste en modelar con herramientas dichos hilos para obtener dibujos diversos con formas geómetricas o a veces figurativas. Se originó en la parte oriental del Mediterráneo, Siria y también Egipto, donde las vasijas suelen ser monócromas, esto es, tanto el recipiente como los hilos aplicados son del mismo color, aunque pueden aparecen imágenes vegetales y animales.
Cuando la técnica pasó a la parte occidental de Europa, la ciudad de Colonia ya se había convertido en un referente de la industria vidriera, ya que su carácter militar hizo que su población con una gran cantidad de altos rangos militares y políticos contase con grandes recursos financieros para encargar y adquirir objetos valiosos como estas vasijas de vidrio. Sin embargo, los vidrieros de esta zona innovaron esta técnica aplicando hilos de colores brillantes que destacaban sobre la superficie del recipiente adaptándose quizás al gusto estético de los consumidores.
La técnica de los cabujones de vidrio consiste en aplicar gotas de vidrio, que pueden ser incoloras, pero también de un solo color o de varios, sobre la superficie externa de las vasijas de forma dispersa o agrupada, en un posible intento de imitar las piedras preciosas que se incrustaban en copas y otros recipientes de metales, como oro y plata. Las vasijas se fabricaban con un vidrio más o menos grueso, transparentey casi siempre incoloro con tonalidades verdes o amarillentas.
Los vasos con aplicaciones de gotas azul oscuro se encuentran en todo el Imperio, aunque suelen tener un origen oriental. En Colonia surgen a partir del siglo IV d.C., aunque ya desde antes allí se aplicaban gotas de distintos colores, que podían ser de color azul, verde, marrón o púrpura.
En el siglo IV d.C. se produjeron en masa lámparas de vidrio de forma cónica que rápidamente evolucionaron de un uso domestico al uso eclesiástico, y que sustituyeron a las tradicionales lámparas de aceite hechas de arcilla. Las de vidrio porporcionaban más luz si la mecha se atendía correctamente. Estas lámparas de mecha flotante o kandelai que se usaron en Grecia y en la parte oriental del Imperio, cuando el cristianismo se había extendido ya ampliamente, iluminaron y adornaron las iglesias y muchas de ellas llevaban unos vasos de vidrio hechos principalmente con esta técnica que se colgaban de soportes colgados de cadenas. Algunas adaptaban recipientes domésticos para poder ser colgados.
“En la parte central colgaban incluso, sujetas a los altos artesonados por cadenas de bronce, cóncavas lámparas que, a la manera de los árboles, como si fueran vides de flexibles ramas, mueven sus brazos. En lo alto de su cima las varas llevan copitas de cristal como si fueran su fruto y cual si estuvieran en primavera dan la impresión de que empiezan a florecer cuando encienden su luz, al tiempo que imitan las apretadas estrellas merced a su espesa cabellera de llamas. Con sus numerosas luces apartan las pesadas tinieblas y pintan una delicada atmósfera de llamitas en floración, y en su temblor hacen destellar su transparente cabellera; con las llamas siempre encendidas en la difusa neblina de la noche dan un aire ambiguo entre luz y sombra, y con sus reflejos temblorosos turban ese inestable ambiente.” (Paulino de Nola, Poemas, 19, 411)
Un tipo de vasijas que también fue popular consistía en una forma de cuerpo ancho y globular con un borde amplio, cuyo rasgo más característico era presentar múltiples asas colocadas paralelamente, aunque no siempre con el mismo intervalo. Hechas generalmente con dos colores, la variación en el espesor de las paredes y las asas lograba un bello efecto de color, resaltado por las sombras de los colores y la translucidez del vidrio.
La producción de vasijas de vidrio decoradas en facetas o figuras geométricas, como los rombos o hexágonos, comenzó probablemente en el Mediterráneo oriental, con la intención de imitar los carísimos recipientes de cristal de roca, aunque pronto se convirtieron en objetos deseados por sí mismos. En su creación colaborarían dos artesanos, el vidriero que se ocuparía de hacer la vasija de vidrio incoloro, para lo que añadiría agentes decolorantes y un tallador que la decoraría en un torno, utilizando una herramienta para aplicar un abrasivo a la superficie para pulirla, modificarla o tallarla.
“Para pulir las estatuas de mármol, como para cortar y pulir las piedras preciosas, se preferió durante largo tiempo a la piedra de Naxos, siendo tal el nombre de un tipo de esquisto que se encuentra en la isla de Chipre. Últimamente, sin embargo, las piedras importadas de Armenia para este propósito han sustituido a las de Naxos.” (Plinio, Historia Natural, XXXVI, 10)
El vidrio pintado con esmalte surgió en Roma en el siglo I d.C. vinculado a la tradición artística de Oriente y se extendió durante los primeros siglos del Imperio por todo el mundo conocido hasta entonces. El esmalte es un material vítro en polvo que se mezcla con pigmentos u óxidos metálicos para conseguir varios colores y efectos. El proceso de esmaltado implicaba la aplicación del polvo de esmalte a la superficie del vidrio con un pincel y luego se metía en el horno a una baja temperatura (500-700ºC). Ese calor fusionaba el esmalte con el vidrio, fijando los colores y asegurando la durabilidad de su decoración.
El vidrio esmaltado se usaba para decorar por su capacidad de añadir color, diseño y textura a las superficies de vidrio, que podían adaptarse a los gustos estéticos específicos de los clientes. La capa de esmaltado podía ser transparente, permitiendo pasar la luz, u opaca, impidiendo el paso de la luz. La combinación de maestría en la fabricación del vidrio y en la aplicación del esmaltado en sucesivas capas daba lugar a unos exclusivos objetos que destacaban por su belleza y sofisticación. Las tonalidades azules, verdes, amarillas, rojas y blancas creaban un efecto visual muy atrayente, que podía complementarse añadiendo láminas de oro o pan de oro que reforzaban la apariencia lujosa de las piezas.
“No hay materia más apropiada para los espejos ni más acomodada a la pintura que esta.” (San Isidoro, Etimologías, XVI, 16)
Las escenas dibujadas en los vidrios esmaltados romanos muestran el alto nivel de habilidad y atención al detalle de los artesanos. Los diseños geométricos , los motivos florales y las composiciones figurativas se ejecutaban con meticulosidad, creando un complejo diseño que ostraba profundidad visual, delicadeza y refinamiento en su conjunto.
El efecto estético de la producción de vidrio esmaltado refleja las amplias sensibilidades artísticas del imperio romano, que recogen las influencias de varias culturas, entre ellas la egipcia, la helenística y la de Oriente medio y que resulta en un único estilo ecléctico que era inconfundiblemente romano.
El vidrio camafeo es un tipo de vidrio decorado en relieve que imita los recipientes de plata para beber que se decoraban con diversos motivos en relieve. Esta técnica, originaria del Egipto ptolemaico se introdujo en Roma entre fines del siglo I a.C. y el tercer cuarto del I d.C.
El vidriero sumergiría el molde en vidrio, generalmente de color azul, y aplicaría unos trazos de cristal blanco derretido hasta envolverlo por su parte exterior hasta que quedase cubierto de una gruesa capa de vidrio blanco opaco. Durante la fase de enfriamiento, un artista experto en trabajar piedras preciosas esculpiría las imágenes en relieve tallando el vidrio blanco de manera que la luz pasase a través del vidrio azul translúcido. La vasija se terminaría en un torno, donse se haría la talla final y el pulido.
Otra versión que explica su fabricación sostiene que había una primera fase en la que se soplaba una preforma del cuerpo de la pieza, que generalmente era de un vidrio de color azul muy oscuro; aún en caliente, se sumergía esta hasta una altura determinada, en un vidrio fundido de color blanco opaco. Despues se soplaba en un molde para darle su forma definitiva. Venía a continuación la operación más delicada que era la del tallado en relieve de las figuras, en la que se pretendía reducir el espesor de la capa de vidrio blanco opaco para que fuera más o menos translúcido y obtener diferentes tonos según la intensidad del color oscuro del vidrio azul que quedaba por debajo.
“A ningún ladrón le llaman la atención, Flaco, estas copas cinceladas (toreumata) y no se vician con el agua demasiado caliente.” (Marcial, Epigramas, XII, 74)
La elaboración de un vaso diatreta consistía primero en prensar en un molde una forma en bruto de paredes muy gruesas que se recubría por otras tres capas gruesas, separadas entre sí, de vidrios de distinto color que dividían tres zonas diferentes correspondientes a las dos cenefas superiores y una inferior. Sobre la banda de más arriba se marcaban las letras de la inscripción y se trazaban los relieves y los anillos que debían rodear al vaso. Después se comenzaba a tallar las letras y cortar y calar los anillos que formaban la envoltura, a modo de red, que parecía flotar alrededor del vaso y que lo hacía parecer como encerrado en una jaula.
Estos recipientes de complicada fabricación constituían un signo de prestigio y se su uso estaba destinado a la celebraciones donde se consumía vino en abundancia, de ahí que las inscripciones hiciesen referencia al vino y la felicidad. En la famosa copa de Trivulzio hay una inscripción: BIBE VIVA MULTUS ANNIS (Bebe, y vive muchos años), que sugiere su uso para beber y la suposición de que fuera un regalo. Hicieron su aparición hacia finales del siglo II d.c.
Una variante libre de los vasos diatreta la constituye la famosa Copa de Licurgo, cuya principal característica es estar realizada en vidrio dicroico, llamado así porque se diferencia de color según lo ilumine la luz. En este caso, la copa presenta color verde cuando se la ve a la luz del día o se la ilumina desde el exterior, mientras que muestra un color rojo rubí cuando la luz proviene del interior o a través de ella. Este efecto se consigue por la presencia de nanopárticulas de oro y plata en la composición del vidrio, que puede haberse debido a la contaminación con dichos metales dentro del taller donde se fabricó.
Copa de Licurgo, Museo Británico, Londres
En esta copa, lo mismo que en los vasos diatreta, los artesanos crearon el conjunto de la figuras y los elementos decorativos rodeando la pieza interior de una envoltura calada con una delgada filigrana de un vidrio de distinto color, tallada en una sola pieza.Su nombre proviene de la figura de Licurgo, rey de Tracia, quien ataca al dios Dioniso y a su ménade Ambrosía, la cual es convertida, por la madre tierra y para su protección, en una vid que se enrolla alrededor del rey y lo aprisiona. La escena se representa con gran dramatismo y evoca la importancia que tenían las libaciones a los dioses antes de empezar a disfrutar de la comida y bebida en un banquete.
“Te he enviado unas copas tornasoladas de distinto color, que me ofreció a mí el sacerdote del templo y que yo he dedicado de una manera especial a mi hermana y a ti. Mi deseo es que tú las utilices en los convites que ofrezcas los días de fiesta.” (Historia Augusta, Saturnino, 8, 10 De Adriano a Serviano)
El cristal de roca, no es vidrio, sino un cuarzo transparente e incoloro, que se utilizó por los antiguos, quienes creían que se formaba a partir del hielo que se endurecía como una roca por la congelación. Aunque se hacían vasijas con él en Grecia y Egipto desde el segundo milenio a.c., se convirtieron en una rareza durante la época clásica y helenística, hasta que pasó a ser un producto de lujo a comienzos del imperio, fabricado especialmente en los talleres de Alejandría, y admirado por ser translúcido, reflejar la luz, e, incluso, su fragilidad.
“Nerón, al recibir las noticias de que todo estaba perdido, en un exceso de furia, rompió dos copas de cristal de roca, siendo este su último acto de venganza sobre sus congéneres, impidiendo a cualquiera beber de esos recipientes. El cristal de roca, al romperse, no puede ser arreglado. Los recipientes de vidrio han alcanzado un alto grado de similitud con el cristal de roca, y, sin embargo, hay que resaltar que han reforzado el valor del cristal, sin depreciarlo.” (Plinio, Historia Natural, XXXVII, 10)
La dureza de la piedra hacía dificil trabajar con ella pero muy apreciada porque la pieza final adquiría un acabado brillante y resistente a los arañazos. Para ahuecar la vasija, el artesano usaba esmeril molido como abrasivo.
Los romanos perfeccionaron otra técnica de origen sirio o alejandrino que había empezado a producirse en el siglo I y se difundió más ampliamente a partir del siglo III d.C, el vidrio con fondo de oro. El soplador de vidrio aplicaba un lámina de pan de oro a la superficie exterior de una burbuja de vidrio derretido, que podía ser incoloro o de color azul, verde, rojo o púrpura. Con la punta de una aguja se rascaba y punteaba la lámina dorada para crear la decoración. Entonces, el soplador presionaba una segunda burbuja de vidrio incoloro contra la primera, dejando en medio la lámina.
De esta forma se decoraban medallones con retratos, o fondos de vasos y platos con los que se conmemoraba una ocasión especial, como una boda.
“El color y la gracia son propios de Zeuxis, pero fue Satireo el que, pintándome en un diminuto cristal, me entregó como bello obsequio a Arsínoe: soy el retrato
de la reina y no soy en nada inferior a uno de gran tamaño.” (Antología Palatina, Diodoro, 382)
Los motivos podían ser de temática pagana, relativos a la mitología o a acontecimientos sociales del mundo romano, como los juegos circenses o gladiatorios.
Con la plena implantación del cristianismo como religión oficial del imperio en el siglo IV d.C. los vidrios de fondo de oro mostraban motivos referentes a la Biblia, a Cristo, sus enseñanzas y milagros, y a los santos. Muchos de los recipientes se rompieron con la intención de reutilizar los fondos con retratos como indicadores de la identidad de los difuntos en las tumbas y así se han encontrado encastrados en las tapas de los nichos en las catacumbas.
El periodo más fructífero del vidrio en el Mediterráneo oriental fue durante los ultimos siglos del imperio, cuando Egipto, Palestina, Siria, Asia menor y Chipre tenían las industrias vidrieras más florecientes. Las industrias de estas regiones experimentaron un prolongado periodo de crecimiento en términos de producción y tipología. La industria del vidrio en Palestina tuvo su mayor apogeo del siglo IV al V d.C. tras el gobierno de Diocleciano, cuando la región disfrutó de un tiempo de relativa paz, a pesar de la inestabildad económica. Cuando Constantino el Grande se impuso finalmente como único gobernante en el año 324, Palestina se benefició del hecho de que pusiese como objetivo de su programa de reconstrucción a Jerusalem y Tierra Santa. Con el edicto de 337, mucho artesanos experimentados se beneficiaron del progreso económico al quedar exentos de ciertos impuestos.
“El emperador Constantino a Maximus
Ordenamos que los artesanos dedicados a los trabajos mencionados a continuación, y que residen en diferentes ciudades, estarán exentos de todas las obligaciones civiles, especialmente, si su tiempo libre se emplea en perfeccionarse en ocupaciones por las que se hagan más cualificados o en instruir a sus hijos. Se enumeran a continuación: arquitectos, médicos, pintores, escultores, marmolistas, carpinteros, albañiles, … vidrieros….” (Código Teodosiano XIII, 4, 2)
Ilustración de Derek Lucas
De esa época proceden multitud de ungüentarios y balsamarios, entre ellos tubos para contener el kohl que se aplicaba en los ojos que podían ser del tipo más sencillo con un solo contenedor y sin as, uno o dos contenedores con una sola asa, y los que presentan dos o más contenedores con una elaborada y compleja asa, de forma que por su díficil acceso al contenido, parecen tener un uso más ornamental que funcional.
“Escasa es mi fortuna, dueña mía", pero te aseguro que éste que es
[tuyo de corazón
mira con desdén de la riqueza de muchos.
¡Venga! Acepta este vestido que se asemeja a la tornasolada
púrpura de una suave colcha de gruesa lana,
estos rosados vellones y este perfume de nardo
custodiado en verde cristal para tu negro pelo,
de forma que la túnica envuelva tu cuerpo, las labores de la lana
prueben la valía de tus manos y la aromática fragancia inunde tus
[trenzas.” (Antología Palatina, Antífilo de Bizancio, 23)
La iridiscencia del vidrio antiguo no es en absoluto intencionada y es causada por el desgaste en la superficie. El efecto de colores cambiantes se debe a la refracción de la luz por finas capas de vidrio desgastado. La cantidad de desgaste en un objeto de vidrio depende principalmente de las condiciones en las que se encontraba mientras estaba enterrado, como humedad, calor y tipo de tierra, y en menor medida en su composición química. Generalmente el vidrio fabricado en las provincias occidentales tienen menor iridiscencia por contener potasa (carbonato potásico), mientras que en las orientales se usaba el natrón (carbonato sódico). La palabra iridiscencia proviene de Iris, la diosa griega del arcoiris, por los colores parecidos que presentan los recipientes de vidrio que cambian según les de la luz.
“Casio dice que los recipientes de vidrio iridiscente no se catalogan como joyas.” (Digesto, XXXIV, 2, 19, 19)
En cuanto al trabajo realizado por los artesanos del vidrio se sabe que al menos existían dos especialistas, el vitrarius y el diatretarius. El primero trabajaba el vidrio soplado y en molde. Cuando soplaban en molde pretendían primero dar forma a la pieza de vidrio y segundo conseguir que se copiara parte de la decoración del interior del molde en su superficie exterior. También utilizaban moldes en dos mitades en el cual se hacían ambas operaciones de una sola vez. Los diatretarii realizaban trabajos de corte, tallado y pulido, aplicando los procedimientos heredados para trabajar el cristal de roca y las piedras preciosas. Su éxito y reconocimiento profesional residían en el hecho de que a los procedimientos necesarios para producir el vidrio añadían un conocimiento amplio de las técnicas artísticas y decorativas, que incluían diseños geométricos, figurativos e inscripciones, que posteriormente desarrollaban en los varios tipos de decoración que se conocen actualmente.
“Hubo, sin embargo, en otro tiempo un obrero que fabricó un vaso de vidrio que no se podía romper. Se le concedió el honor de que lo ofreciese al César, Después de habérselo regalado, tomole de manos del emperador y lo arrojó al suelo con fuerza. El César asombrose grandemente de tal acción; pero el obrero recogió el vaso y vióse entonces que el golpe no le había causado sino una ligera abolladura, como si estuviera fabricado de metal. El obrero entonces, sacando de su cintura un martillito, sin apresurarse, corrigió el defecto, devolviéndole su forma anterior. Esto hecho, creyose transportado al Olimpo con Júpiter, y más al oír que el César le dijo:
—¿Algún otro que tú posee ese secreto? Piensa bien y contéstame francamente.
El obrero contestó negativamente, y Cesar lo mando degollar, pretextando que si se propagase ese arte de fabricar el cristal metalizándolo para evitar su fragilidad, el oro perdería todo su valor.” (Petronio, Satiricón, 51 phialam vitream)
Ilustración Baraldi
A lo largo de la historia se ha intentado atribuir determinadas piezas artísticas de vidrio a un taller vidriero en particular o al menos encontrar su procedencia geográfica. Algunas vasijas llevan un nombre inscrito que lo asocia a uno de los más de un centenar de maestros vidrieros de los que se tiene noticia.El más famoso es Ennion, cuya firma “Ennion me hizo” aparece en más de veinte recipientes de vidrio soplado a molde. Aunque se desconoce su verdadero origen y periodo de trabajo, se supone que trabajo en Sidón (Fenicia) o cercanías en la primera mitad del siglo I d.C. Hay opiniones de que pudo haber trabajado en la misma Roma, pero no se sabe con certeza. Lo que sí parece cierto es que sus obras se comerciaron por todo el Imperio. Algunas piezas sin firmar, pero muy similares en estilo a las suyas, sugiere que su arte pudo ser imitado por otros artesanos del vidrio.
Para atribuir la elaboración de una pieza a un determinado taller, se busca la repetición de un rasgo distintivo en las piezas que permita identificarlas como producto de un taller al que se le da un nombre descriptivo, como es el caso del “Taller de las asas flotantes”, llamado así por la forma en la que el asa o asas se adhiere al cuerpo de la vasija en un solo punto; la parte inferior del asa no se llega a juntar lo que crea el efecto de que “flota”.
“Dice que los habitantes de Alejandría trabajan el vidrio transformándolo con frecuencia en numerosos tipos de vasos, imitando la forma de toda clase de cerámica traída del mundo entero.” (Ateneo, Banquete de los eruditos, Epítome del libro XI)
Algunos talleres vidrieros se especializaron en el diseño de recipientes de vidrio que mantuvieron un característico estilo regional, como los vasos con decoración de garra que se fabricaron a partir del siglo V hasta el VII d.C. en la que su específica forma se conseguía con la aplicación, sobre la superficie, de cabujones de vidrio derretido que se estiraban hasta lograr la mencionada forma y sobresalen de forma prominente. La mayoría de ejemplares se encontraron en tumbas aristocráticas de Alemania, Francia y Reino Unido y se cree que provienen de un taller ubicado en Alemania.
Bibliografía
Desarrollo histórico y formal de la escultura en vidrio, Mª Ángeles Villegas Broncano
El vidrio romano en los museos de Madrid, Eduardo Alonso Cereza
Un material antiguo, una nueva tecnología: Botella romana de vidrio soplado, María Ángeles Sánchez
Vidrios romanos en el museo Cerralbo, Luis Palop Fernández
Historia del vidrio, Antonio Sorroche Cruz y Asunción Dumont Botella
Acerca del poema a la fabricación del vidrio (XIII Heitsch) atribuido a Mesomedes Mauricio Fernandez Nuin
La fragilidad en el tiempo. El vidrio en la antigüedad. MARQ
Estudio iconográfico de los vidrios dorados de la Antigua Roma, Lucía Mireya Jiménez Benítez
Traditio Legis y otras representaciones iconográficas a través de objetos de vidrio y vidriados, Juan Carlos Olivera Delgado
El vidrio como materia escultorica: técnicas de fusión, termoformado, casting y pasta de vidrio, Estefanía Sanz Lobo
Pliny on Roman glassmaking, Ian Freestone
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The Glass of the Greeks and Romans, D. B. Harden
Ancient Glass, Kurt T. Luckner
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Roman Dichroic Glass: Two Contemporary Descriptions?, David Whitehouse
Early Imperial Roman Glass at the University of Pennsylvania Museum; Stuart J. Fleming
How ancient Roman souvenirs made memories and meanings | Aeon Essays, Maggie Popkin
Reused from Banquet to Grave: Gold Glass, a “Popular” Medium in Late Antiquity?, Chiara Croci
Rock Crystal and the Nature of Artifice in Ancient Rome, Patrick R. Crowley
The Impact of Glassblowing on the Early-Roman Glass Industry, Jonathan David Prior