La expatriación normalmente se da entre perfiles profesionales con un alto nivel de formación y un amplio conocimiento de lenguas, a los que la empresa ofrece la oportunidad de dar un impulso a su carrera. Se trata, sin duda, de la apertura de una ventana de posibilidades para la persona implicada, pero que conlleva, también, una serie de desafíos que no deben ser menoscabados. Hay que romper, lo antes posible, el tópico dañino de que marchar al extranjero como expatriado es una ganga que no requiere de ningún tipo de esfuerzo. Todavía es mayor esta necesidad cuando se habla de las parejas o los familiares de los expatriados.
En este sentido, cabe tener en cuenta que la expatriación implica un importante cambio vital, con múltiples efectos. Entre los retos principales, destacan un nuevo lugar de trabajo donde adaptarse, un nuevo hogar donde sentirse como en casa, una nueva cultura por conocer y comprender y una nueva comunidad donde tejer relaciones sociales que enriquezcan como personas. A veces, pero, son las pequeñas cosas, como el simple hecho de poder disponer de una lavadora, los que pueden quebrantar la tranquilidad del expatriado y su entorno. Esta realidad, repleta de aristas y matices, se profundiza todavía más cuando se hace en familia, porque la afectación, entonces, deja de ser estrictamente individual para convertirse en algo colectivo. De hecho, las parejas de los profesionales expatriados son, seguramente, los mayores desconocidos de todos estos procesos, y no son tomados suficientemente en consideración por muchas empresas.
El coaching enseña que cada caso requiere unas estrategias concretas, pero parece indudable que, en cualquier situación de expatriación, es mejor afrontar este sugestivo pero complejo viaje con previsión. No se trata de algo que se pueda solventar en poco tiempo, sino que precisa de mucha paciencia, cuidado y atención. En la actualidad, existen empresas que ya disponen de departamentos de movilidad internacional con el objetivo de promocionar el talento, y que pueden colaborar con el expatriado en la gestión de determinados trámites asociados con el proceso de expatriación. Ahora bien, el cambio real tiene que ser afrontado por la persona implicada, desde su individualidad, o en el caso de familias enteras, por todos sus integrantes sin excepción, y es en este aspecto en el que las compañías no toman, quizás, tantas atenciones. Es en esta cuestión imprescindible en la que el coaching asume un papel relevante.
Ante una realidad de estas características, el coaching puede ser de una enorme utilidad, porque, a través de su filosofía basada en acompañar y hacer reflexionar al coachee, permite disponer de las herramientas necesarias para hacer frente a la complejidad del cambio. Si bien algunas compañías ya facilitan los trámites necesarios para la expatriación, es en la preparación personal en la que el coaching facilita un acompañamiento próximo, personalizado y eficaz.
La expatriación llegó para quedarse. Forma parte de la cultura laboral de los tiempos actuales, que exigen tanto a las compañías como a las personas la capacidad de ser flexibles. En este contexto, el coaching contribuye, mediante sesiones coordinadas para hacer fluir la reflexión, a preparar, con conciencia, y con el apoyo imprescindible de profesionales, un proceso de transformación estimulante y enriquecedor. Es el coaching el que, en consecuencia, puede ayudar a los expatriados y, en especial también, a sus parejas y familias respectivas, a solucionar las posibles dificultades que surjan en el proceso de expatriación, y a cuidar de sus inquietudes personales. El coaching es la mano tendida y la mirada distanciada y crítica que, en un determinado momento, puede hacer falta.