Revista Cultura y Ocio

Viva Boris Grushensko

Por Calvodemora
Viva Boris Grushensko
En el muy noble arte de vender mitos, el negocio se iría a pique si dependiésemos de este tipo tristón con aspecto de funcionario aburrido que jamás ha salido de las faldas de mamá y de su colección de tebeos de la Marvel, pero sólo se trata de saber con certeza qué es lo que tenemos entre manos. Debe ser muy malo mezclar los pósters centrales del Penthouse con las obras completas de Kierkeegard, que fue lo que nuestro héroe hizo, aparte de empaparse toda la nouvelle vague y la integral de Ingmar Bergman. O tal vez esa mezcla venenosa potencie recónditos circuitos creativos del cerebro que el resto de los mortales tenemos anestesiados por el peso formidable de la rutina. Lo cierto es que no podemos pasar sin él ni un solo año. Buscamos en la prensa todo lo concerniente a su persona como si se tratara de una estrella rutilante que nos tuviese sorbido el seso, el criterio y el sueño. Da igual que un día salga mal en los titulares y otro, según quien opine, esté limpio de culpa y no se ajuste al perfil del depravado que a veces algunos vende, Mia Farrow a la cabeza. Da igual que  salgamos del cine menos en trance de lo que querríamos. Importa escasamente que el genio de gafas de pasta y verbo adrenalítico no esté a la altura requerida. Tenemos a mano algunas obras maestras y siempre es posible echar dos horas frente al televisor enchufado a una sesión en DVD de las fobias, manías y fetiches que han hecho del tipo de la fotografía uno de los más recomendables amigos que uno pueda echarse frente a una pantalla. Y eso, en los tiempos en los que estamos, no está al alcance de casi nadie. Yo llevo con él más de veinte años y parece que fue ayer. No ha habido ninguna película suya que no haya visto. Las últimas no son las mejores, pero es que está mayor. Al tito Clint Eastwood le pasa cosa parecida. Viva Boris Grushenko. 

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