Revista Historia
El grito es la síntesis de la ideología. Todas tienen varios. Entre exclamaciones, en dos o tres palabras, se concreta un ideario político (¡Amnistía, libertad!, ¡Franco, Franco, Franco!). Y es que la gente agradece lo breve, el eslogan, la marca (¡A las Barricadas!, ¡Heil Hitler!). Hay gritos abiertos (¡Viva la libertad!) y gritos cerrados (¡Vivan las caenas¡), tan cerrados que en ellos se queda toda la ideología que los provoca. Hay gritos crípticos (¡VERDE!, pintaban los monárquicos en las paredes durante la dictadura para decir Viva el Rey de España) y gritos evidentes (¡Tarancón, al paredón!). El grito, en política, más que una fórmula de comunicación o de expresión, es un signo de identidad: “soy lo que grito”.
Hoy es día de un grito. Y, como todos, habrá a quien le emocione y a quien le repugne. Pero, más allá de pareceres, me interesan ―será por historiador―los orígenes: ¿cuándo se gritó por primera vez en Extremadura ¡Viva la República!? No lo sé, como casi nada, pero podemos aproximarnos a saberlo, como casi todo. Uno se imagina que sólo se puede gritar en público y rodeado de gente. Así que sería en alguna de esas, aunque seguro que mucho antes de lo que pensamos.
Desde luego la primera vez no fue el 14 de abril de 1931, del que hoy se cumple el ochenta y un aniversario. Sería más de un siglo antes. Así que no fue tampoco el 5 de agosto de 1883, cuando se pronunciaron los militares de la guarnición de Badajoz pensando que se habían sublevado por la República todas las de España. Ni el 11 de febrero 1873, cuando se proclamó la I República. Ni el 9 de julio de 1859, al final de la reunión que Sixto Cámara mantuvo con soldados en Olivenza para animarles a la insurrección republicana, un día antes de morir, mitad de insolación mitad por beber en una ciénaga, intentando alcanzar la frontera portuguesa para huir de la policía.
No estaría mal, porque soy churretín, pero no creo que fuera tampoco en Zafra aquella noche del 22 de mayo de 1823, cuando los asistentes a un convite en homenaje a los milicianos liberales ―en retirada desde Madrid perseguidos por parte de los cien mil hijos de San Luis―acuchillaron en la Plaza Chica el retrato del rey felón, Fernando VII, en medio de vítores e imprecaciones.
En todas estas ocasiones se gritó, probablemente, ¡Viva la república!, pero ninguna fue la primera. Quizás más que grito, la primera vez sería susurro. No sé. Musitado, por ejemplo, en 1813 por el protorrepublicano de Aldeanueva del Camino Martin Batuecas ―que ahora investiga su paisano Miguel Ángel Melón―, mientras escribía su Catecismo patriótico o del ilustrado y virtuoso español, donde ―entre otras osadías que le costaron ser cliente de la Inquisición― afirmaba: Que el pueblo puede escoger la forma de gobierno que quiera… aunque no debe establecer ni el monárquico, ni el oligárquico, ni el aristocrático, sino aquel en que los poderes estén separados. O comentado en cuchicheos entre monjitas en algún convento extremeño que a finales del siglo XVIII recibió libros ―y está constatado― de la Francia revolucionaria.
En fin. Hoy conmemoramos ―al menos yo― un grito de hace ochenta y un años que fue dado en Extremadura mucho antes y que ha ido atravesando nuestra historia reciente en los labios de alguna monjita de Santa Clara, de Martín Batuecas, de muchos milicianos exasperados, del pobre Sixto Cámara, de los insurrectos de la guarnición de Badajoz o de los republicanos del 14 de abril, entre otros. En España, no sólo la monarquía puede exhibir galones históricos.
Y de eso, de nombres y fechas, de indagaciones, de reflexiones apoyadas en la historia, tratará esta “Última Thule” ―que recuerda la última tierra conocida de los antiguos― y que hoy inicia su andadura. Cada cierto tiempo traerá aquí pasajes históricos de Extremadura que sean siempre expresiones del pasado, sí, pero de progreso. Porque ni todo lo actual es moderno ni todo lo antiguo caduco. Y una de las mayores evidencias de la ignorancia es el adanismo, creer que todo es nuevo, recién nacido, especie que viene de confundir el desconocimiento del pasado con su inexistencia.
Ah, y ¡Viva la República!
Este texto fue publicado en la revista Informe Semanal de Extremadura del 14 de abril de 2012