Revista Educación

¡vivaspañacoño!

Por Siempreenmedio @Siempreblog

¡VIVASPAÑACOÑO!

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Mis amigos valen su peso en recibos de la luz. Lo sé porque tengo un problema serio de adicción a las series. Y mis amigos, en lugar de eso tan socorrido e inútil de dar la tabarra e intentar convencerme de que salga de casa, que hay vida ahí fuera, han decidido acompañarme en el sufrimiento. No solo eso. Aprovechan la coyuntura para enseñarme cosas, ellos, que trabajan en “lo audiovisual”. Sin ir más lejos, me acaban de presentar el concepto de Pacto Ficcional. Parece ser que cada vez que decido empezar una serie nueva firmo una especie de contrato entre yo, el consumidor compulsivo, y el autor de la serie (o libro o peli o lo que sea) por el que me comprometo a aceptar ciertas licencias narrativas por el bien de la historia. ¡Es la ficción, estúpido! Me podría espetar el escritor cuando yo le echase en cara universos paralelos, cucarratones, islas que saltan o desapariciones sin explicar y ni falta que les hace. Eso sí, este pacto no es indefinido y se puede llegar a romper, solo hace falta un militar americano terrorista islámico escondido en Venezuela, o una banda de moteros delincuentes que no han pisado la cárcel en su vida. Si hay que abandonar la serie se abandona. Adiós muy buenas.

Estoy aprendiendo muchísimo con esta adicción. Pero ha de quedar claro que no es todo un camino de rosas. El otro día, sin ir más lejos, después de una maratón de series de manual, con su pizza y su maltrato al sofá, me quedé traspuesto. Al despertar, en la tele estaban en pleno Desfile de las Fuerzas Armadas. Uno está viviendo en los años 20 de Boardwalk Empire, en los 60 de Mad Men o en el 2048 de Almost Human y de repente es 12 de octubre de 2015 y Pablo, la cabra, te está haciendo ojitos desde la pantalla. Yo no sé si fue el susto, la falta de café o la grasa del pepperoni, que me dio un vuelco el corazón. Al paso televisivo de la bandera me entró una congoja insoportable. Pegué a rebuscar aquí y allá, en la cartera, en la carpeta de cartón azul donde guardo los papeles importantes, en el cajón de los calzoncillos… Tenía que estar en algún lado. El contrato, el puto contrato, ¡el pacto ficcional! Quería romperlo, desfirmarlo, pagar las cláusulas que hubiera que pagar. Lo que quiera que se haga en estos casos. Porque con las series lo tengo claro (aunque me cueste): apago y punto, de vuelta a la vida real. Y yo lo que quiero es eso, centrarme en la vida, en la real. En cambio no hago más que encontrarme guionistas mediocres envueltos en banderas.

Y es que, Mariano, seamos serios. Tu guión es una mierda y ya he me tragado demasiadas licencias por el bien de una historia que nunca terminó de apasionarme. No te confundas, no eres tú solo. No es que Artur o Fernando tengan mejor estilo. Sus historias, sus tramas, sus países, sus naciones… también cojean. Me gustan los actores secundarios y los figurantes, todo sea dicho, pero ni los protagonistas ni los productores están a la altura.

A este paso lo único que veo factible es currarme mi propio spin-off.


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