Acabo de leer "Apegos feroces" . Me ha gustado. Veo esta obra en esa línea de libros que nos cuentan relaciones entre madres e hijas; línea que ahora parece estar tan de moda que las editoriales los buscan y publican, aunque algunos como éste o el de Angelika Schrobsdorff, "Tú no eres como otras madres " [leer reseña ], sean originales de los años 80.
onsidero que "En el prólogo, escrito por este escritor no considera al libro como novela sino como unas Memorias de la propia escritora, si bien unas memorias centradas especialmente o que pivotan sobre la relación con su madre. Ambas, madre e hija, se necesitan mutuamente. Son una familia, y los integrantes de una familia no se escogen sino que se suelen sobrellevar porque existen ataduras fieras imposibles de quebrar (el título en inglés dice así: "
CApegos feroces" es más una biografía de la propia Vivian Gornick que una novela. Creo que la escritora intenta a través de este escrito explicarse a sí misma, encontrarse, y el espejo que tiene no es otro que el de su madre, una mujer con la que riñe, se enfada, dice que no la soporta..., pero a la que una y otra vez regresa pues es el puerto seguro.
Jonathan Lethem, que precede al relato en sí, Fierce Atachements. A memoir" que quizás refiera mejor que el término español de 'apegos' la unión, las ataduras feroces que en el seno de cualquier familia se dan). Las familias son así, y las madres con sus hijos son así, y las hijas respecto de sus madres opinan así..., y así son las cosas. Y por eso estas dos mujeres pasean por Nueva York y recuerdan sus vidas pasadas en un desorden que es el propio de la memoria, género literario al que pertenece este libro que no se puede leer como una novela porque no lo es. Son retazos sueltos de la memoria que se quedan ahí, que no presentan evolución, no hay una narración que avance hacia un desenlace. Estas dos mujeres a pesar de sus enfados, hoy seguro -si es que vivieran ambas- que siguen paseando juntas.
Al lado de la anciana con la que pasea y junto a la que recuerda su vida pasada hay otras mujeres (las vecinas del edificio del Bronx donde viven) y los tres hombres importantes en la vida de Vivian ( Stefan, Davey Levinson y Joe). Coincido con el prologuista cuando dice que el gran mérito que tiene la autora es que logra que nos identifiquemos o al menos reconozcamos la individualidad propia de cada uno de estos seis o siete personajes. Y es que un ser humano no es unidimensional sino más bien poliédrico. En este sentido me ha gustado esta obra que más que una novela es un ensayo o como mucho una novela de no-ficción (fáctica), y que da mucho tema para hablar a pesar de su brevedad.
Las relaciones de la narradora con otras personas están cortadas casi casi por el mismo patrón de necesidad que con su madre: con su marido Stefan, del que se divorció a los cinco años de matrimonio, un artista egoísta (como ella, por otra parte); con Davey, un rabino algo majara; y con Joe, un hombre casado. Con cada uno de ellos mantiene relaciones largas y no plenamente satisfactorias, aunque ella jamás las suspende sino que le duran hasta que ellos, los hombres, la dejan o le muestran que lo suyo no va más allá del sexo. Para explicarse el porqué mira a su madre, la cual le habla de la importancia del Amor para estar con un hombre; pero ella al ver a su madre, que estuvo enamoradísima de su padre, rehúye imitarla pues no tuvo independencia al no trabajar fuera de casa. La narradora pone el trabajo, su realización personal a través de éste, por encima del amor que tradicionalmente, se dice, une una mujer a un hombre imponiendo un reparto de papeles: él en el trabajo; ella en la casa al cuidado de los niños. La narradora no quiere escuchar frases como las que ha oído en infinidad de ocasiones aplicadas a amigas suyas muy brillantes intelectualmente: " "Pobre Joan. Tiene mucho talento, sí. Por supuesto, cómo no va a casarse con Mark, que al fin y al cabo es brillante y le ofrecerá la única vida digna de ser vivida, pero ¡lo que podría haber conseguido!" . Sin embargo al final Vivian se pregunta si las renuncias que ha hecho para evitar lo anterior le han reportado una enorme felicidad. ¿Sí, no, qué hacer?
Yo creo que responder esa pregunta es el problema que nos lanza este libro: las mujeres que se incorporaron a la actividad laboral plena porque no querían ser unas mantenidas por los hombres a cambio de sexo (en el matrimonio como su madre, o esporádico y buscado como Nettie) están en una tesitura vital difícil y complicada.
También la novela me parece un canto a Nueva York. Creo que, además de las tres mujeres y los compañeros de la narradora que aparecen con cierto papel en el relato, la ciudad de Nueva York es protagonista importante en esta historia. La madre y la hija pasean por sus calles citadas con precisión geográfica extrema, por sus parques, entran en cafeterías, cruzan puentes, cambian de barrios, hablan de sus habitantes: los gentiles vs los judíos, los italianos, los irlandeses... Nueva York luce con luz propia en estas memorias.
"Nueva York se recorta en el trasparente sol otoñal, los edificios se dibujan con nitidez contra el cielo despejado, las calles están abarrotadas de pirámides de frutas y verduras, hay flores metidas en jarrones de papel maché dispuestos en círculos sobre la acera, quioscos de prensa con sus vivos blancos y negros. " (pág. 92)
La narradora-autora se distinguió desde muy pronto por su facilidad a la hora de escribir. La literatura es, pues, su auténtica vocación, su dedicación profesional, su mayor placer intelectual. Por esto en este escrito son varios los autores cuyos nombres u obras acuden a su memoria: el poema "La reina Hada" que Edmund Spencer dedicó en 1590 a la reina Isabel I; las escritoras Mary McCarthy, mujer de criterio independiente: antiestalinista, antimccarthysta y amiga de Hannah Arendt; o Josephine Herbst, escritora y periodista estadounidense, simpatizante del comunismo que incorporó la filosofía socialista a sus obras de ficción. Siempre, pues, son referencias literarias en la órbita del feminismo y del pensamiento de izquierdas.
Junto a la literatura, la pintura practicada por Stefan, su marido durante cinco años, es otro de los referentes artísticos a través de los cuales se viene a definir la propia autora. Dos pintores aparecen citados que yo recuerde ahora: el expresionista alemán Emil Nolde ("me encuentro dos grandes acuarelas de Nolde, sus famosas flores. He contemplado a menudo las flores de Nolde [...] Ese rectángulo de luz y de aire que hay en mi interior, donde el pensamiento se esclarece, el lenguaje brota y la respuesta se vuelve inteligente, ese famoso espacio rodeado de soledad, ansiedad y auto compasión se abre de par en par mientras contemplo las flores de Nolde.", pág. 92); y la pintura del francés "Apegos feroces" es una obra que nos hace plantearnos infinidad de preguntas, difíciles de responder de manera absoluta. Las relaciones interpersonales que Henri Rousseau es evocada por ella al hilo de la vida libre que lleva su vecina Nettie y piensa en la sensación de libertad y felicidad que recordaba de ir en bici por Bronx Park East durante su infancia en compañía de su amiga "...más que palabras" y que si queréis podéis dio un juego fantástico. Y es que quieras o no (' Marilyn Kerner ("Los cuadros de Henri Rousseau me recuerdan a cómo me sentía en el parque.", pág. 84)
Para finalizar
Vivian Gornick presenta en esta biografía suya, memorias, ensayo, novela fáctica o como quiera que queramos calificarla son muy auténticas. Por ello en la tertulia que sobre ella celebramos el pasado mes de enero los amigos de velis nolis', que decía el clásico) todos los personajes que transitan por el libro son tipos reconocibles con los que incluso en ciertos momentos uno puede sentirse identificado. Creo que es este "reconocimiento de verdad" lo que hace de esta obra una excelente lectura.