Salí temprano de mi hotel, en el taxi que amablemente gestionó para mí la amable chica de la recepción, ya dejando la hermosa Praga, y abordé mi vuelo puntual para mi próxima aventura, que empezaría un poco más de 2 horas y media después en el aeropuerto internacional Moscow-Sheremétievo, así con apellido, porque hay otros dos aeropuertos internacionales igual de grandes. Con esta parada ya casi estaba cerrando el mes de viaje, siguiendo en clave temática de la cortina de hierro que había iniciado en Berlín, y continuado en Praga.
Es un dato importante que los chilenos somos de los pocos extranjeros que no necesitamos Visa para entrar a Rusia.
Desde el cielo vi varios campos y bosques nevados y lagunas congeladas que me auguraban un frío polar, pero afortunadamente no fue para tanto.
Tiempo antes había arreglado unos traslados básicos, y un tour en auto por la ciudad para poder visitar los lugares más alejados que me interesaban y que no se podía visitar en metro, y tuve la suerte de encontrar a Guia Moscow Tours, que organiza tours en español, privados y nada de caros (https://www.guiamoscow.com/). Coordiné todo por mail con Joan, y me esperaron puntuales en el aeropuerto, con mi cartelito, aunque ese conductor no hablaba inglés, se las arregló para mantenerme entretenida durante todo el trayecto.
Primer tip, llevar impreso y en colores o descargado en el cel, un mapa del metro. No es difícil cuando te vas familiarizando con las letras del alfabeto cirílico, pero los colores y los números de línea ayudan mucho a ubicarse, además porque están pintados en el suelo, en dos días ya me movía como una más en ese metro que es hermoso, eficiente y barato.
El hotel elegido, de nuevo, por precio y funcionalidad fue el Ibis Moscow Centre Bakhrushina, que está un poco alejado de la Plaza Roja, donde pasé la mayor parte del tiempo, pero muy cerca del metro (queda a dos estaciones).
Me instalé, cambié rublos, descargué google map, y partí directo en una caminata tranquila y curiosa a conocer por mi barrio, lleno de pequeñas tiendas y cafés y a conquistar la Plaza Roja, que tantas veces había visto en las noticias, películas y documentales, y a la maravilla de San Basilio. Caminé como media hora, pero también porque iba parando a cada rato, tratando de entender los letreros, pero me fui encontrando con caras conocidas como Paul y Starbucks...
Hasta que me topé con el Rio Moscova, luego de caminar por la isla que se hace con uno de sus afluentes, donde pude divisar una de las "siete hermanas", como se conocen a los 7 rascacielos que ordenó construir Stalin para celebrar el octavo centenario de la ciudad, y que corresponde al ministerio de relaciones exteriores.
Y ahí, unos pasos más al atardecer se descubre ante mí la Plaza Roja, explanada llena de historia, con muchos importantes componentes que iría descubriendo los días posteriores, y de tal relevancia que ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por Unesco desde 1990. Aunque, ya puedo adelantar que mi edificio favorito fue y será la magnífica Catedral de San Basilio, hermosa, perfecta, llena de color, aunque más pequeñita de lo que me la había imaginado.
Mi primera y única parada, porque a esa hora estaban todos los monumentos cerrados, fueron los Almacenes GUM. El edificio es hermoso, de dos cuadras de ancho, data de 1890, y estuvo en el pasado destinado al comercio y también como almacén de abastecimiento durante la época soviética.
Hoy es un mall de lujo lleno de tiendas de las mejores marcas del mundo, de esas que uno ni entra, la mayoría vacías. La plaza central es hermosa, en ese tiempo, ya se estaba esperando la primavera, así que daba la bienvenida un árbol lleno de casas de pajaritos, donde promotoras daban agua o jugo.
Me gustó mucho la tienda que da la bienvenida, de una estética muy de almacén del siglo pasado, llamado algo así como Gastrónomo No.1, donde venden todos los comestibles, incluyendo quesos, charcutería, pescado, caviar de todos colores, todos los tés del mundo y chocolate, uno de ellos, con las mismas imágenes que la época soviética, de la fábrica Red October, que subsiste desde la época imperial y que traje de souvenir.
Me senté a tomar un café con pastel, en un lugar hermoso, abierto, situado al lado de la fuente central, llamado Coffemanía (ya podía ir descubriendo algunas palabras como café que es Koppi, pero con una de las p, al revés) y sólo caminé mirando vitrinas, en especial una tienda de porcelanas de San Petersburgo, que me dejó como hipnotizada de tanta belleza. (https://coffeemania.ru/)
De noche el edificio se ve más señorial que de día, y aún más bello, siendo una contradicción que el más visible de los habitantes de la plaza roja sea justo un mall, y justo frente al Mausoleo de Lenin.
Emprendí el regreso a mi hotel caminando y disfrutando de la ciudad iluminada, que es otro cuadro hermoso, las paredes del Kremlin, rojas y con sus torres vigías, son las que de darían el nombre a la plaza, y no el comunismo, como erradamente yo pensé, aunque también se dice que en realidad la traducción del nombre es Plaza Bonita y no Plaza Roja.
Al otro día recorrería la plaza de nuevo en el tour, ya disfrutando de toda su belleza a la luz del sol (porque igual hacía frío).
La programación del tour diseñado por Guía Moscú, incluía varios hitos: primero paseo en auto para hacer una panorámica por la ciudad, luego tour por las principales y más bellas estaciones de metro, después un paseo caminando por la Plaza Roja y sus atracciones, más tarde de nuevo en auto para recorrer otras atracciones más alejadas. Incluía también un recorrido nocturno aparte para disfrutar de la ciudad iluminada, pero decidimos hacerlo el mismo día, aprovechando que se oscureció temprano. Así que básicamente estuve todo el día con el guía Mohamed que fue una estupenda experiencia.
Me pasaron a buscar tempranito al hotel y partimos al Hotel Ukrania, de la cadena Radisson, que es un 5 estrellas situado en una de las 7 hermanas de Stalin, inaugurando en 1957, edificio espectacular y muy fino que fue uno de los hoteles más altos de Europa y el segundo de la ciudad, sólo superado por otra hermana, que conocería minutos después.
Se visita porque tiene una maqueta panorámica de la ciudad, pintada y que se va iluminando de día o de noche y que además de ser muy hermosa y bien ejecutada, permite hacerse una idea de la extensión de la ciudad, y prepararme a la vez, para el recorrido que haría ese día.
Justo frente al hotel se sitúa Biely Dom o la Casa Blanca que fue sede del Parlamento de la Unión Soviética hasta 1991, y hoy sede del gobierno de la Federación Rusa y residencia oficial del presidente. Se ve antigua, pero no lo es, la inauguraron en 1981, y restaurada luego de los severos daños sufridos durante la crisis constitucional del año 1993, cuando fue bombardeada para desalojar a la última resistencia al gobierno del presidente Yeltsin, dejando una lamentable cuota de muertos y heridos.
Desde ahí nos trasladamos a la siguiente hermana, no sin antes pasar por sus extensos y hermosos jardines nevados y sentir un poco una de las pocas elevaciones de la ciudad en el Sparrow Hill.
La universidad estatal de Moscú, data de 1957, y es el más alto y espectacular del conjunto proyectado por Lenin, y efectivamente realizados, porque faltó uno, el Palacio de los Soviets.
El edificio es hermoso e iba revelando su entidad a medida que nos íbamos acercando. Tiene 32 pisos, 5.000 habitaciones, donde funcionan las 40 facultades y centros de investigación.
Muy cerca en distancia, pero a años luz de estética nos trasladamos al otro lado del río para avistar el Centro Internacional de Negocios de la ciudad, también llamado Moscow City, donde se sitúan los nuevos rascacielos elevados entre 2000 y 2016, sedes del capital y de los negocios.
La siguiente parada fue en las afueras del Monasterio de Novodevichi, llamado también Monasterio de las Doncellas, Patrimonio de la Humanidad, declarado por Unesco., respecto del que se dice es de los más importantes y bellos del país, muy ligado a la historia desde tiempos del imperio, hasta la actualidad, aun cuando tuvo un cierre temporal después de la Revolución de octubre y los bolcheviques.
Nos paramos acá con un motivo: el lago que lo rodea, habría sido el lugar donde Tchaikovsky se inspiró para crear la música del Lago de los Cisnes, que se dice es el más importante ballet a nivel mundial, interpretado por primera vez por el Ballet Bolshoi en 1877. (Aunque se dice que también se pudo haber inspirado en el estanque cercano a la casa donde vivió de niño en Vótkinsk)
Después de esa visita, nuestro conductor nos dejó en el metro, donde pudimos recorrer las más hermosas estaciones del llamado popularmente "Palacio Subterráneo", y que como pocos en el mundo es una atracción turística en sí misma, desde su inauguración en 1931.
Mi guía Mohamed las eligió y no se equivocó, porque todas las estaciones que visitamos eran hermosas y llenas de historia. Como el metro fue proyectado y construido en el periodo de las guerras mundiales, las estaciones son muy profundas, destinadas también a servir de búnker, por lo que la salida es a veces más lenta que la distancia entre dos estaciones. El boleto además era súper barato, compré la Troika Card, por recomendación de mi guía para los días que andaría sola, para 3 días, por el equivalente a 5 dólares.
En cada estación estuvimos un buen rato, observando la decoración que estaba en paredes y techos, incluyendo las más hermosas lámparas. El metro pasa entre 60 y 90 segundos, por lo que si bien sale y entra mucha gente de los vagones, hay al menos un minuto en que la estación queda realmente sola, porque no se alcanza a armar fila de espera.
Iniciamos el recorrido en la línea 3 azul, en la estación Partizanskaya, donde se honra el rol que habrían tenido los campesinos soviéticos en el triunfo sobre el avance nazi en la segunda guerra mundial.
La siguiente fue la estación Belorusskaya, de la línea 5, café, que es circular, y "encierra" la parte más central de la ciudad, y que está dedicada a las relaciones entre ambas naciones que conformaron la U.R.S.S en el pasado.
En el techo se encuentran pinturas que representan el intercambio comercial y escenas del diario.
La tercera parada fue la estación Novoslobodskaya, también de la línea circular, la que destaca por su decoración, consistente en muchos vitrales, las lámparas, pero también un mosaico brillante hermoso, dedicado a la paz.
Y ahí llegamos a la más hermosa y espectacular para mi gusto, también en la línea café, y es que aquí se entiende porque el metro fue entendido como el Palacio del Pueblo, porque la ornamentación da cuenta realmente de estar en una mansión aristocrática de San Petersburgo.
La estación Komsomolskaya es realmente espectacular. Sus techos están adornados por relieves flores de yeso y por mosaicos representativos de varios episodios relevantes de la historia contemporánea a su construcción, como aquel en que una mujer que representa a la Madre Patria, llevado la hoz y el martillo en la mano, pisa triunfante los símbolos del nazismo.
La siguiente en visitar fue Ploshchad Revolutsii, ya saliendo de la línea café por la línea roja hacia el centro, que está revestida de mármol rojo y rodeada de 68 estatuas de bronce que representan a varios integrantes de la sociedad, como campesinos, obreros y estudiantes.
Como toda estación tenía constante flujo muy masivo, pero cada uno de los transeúntes dedicaba unos segundos a tocar alguna estatua, lo que era muy entretenido de ver; por ejemplo había que tocar al perro para tener buena suerte en los estudios, o la guagua, si uno quería quedar embarazada.
Lo primero que vemos cuando emergimos nuevamente a tierra, fue el Teatro Bolshoi, sede del maravilloso ballet de fama mundial, que data de 1825. Si bien las entradas no eran caras, no habían disponibles a meses de mi visita, por lo que me quedé con las ganas de ver algún ballet en mi estadía.
Antes de entrar al recorrido por la Plaza Roja propiamente tal, hicimos una parada para almorzar y conversar después de la intensa mañana. Mohammed sugirió pasar por el centro comercial subterráneo Okhotny Ryad Shopping Center, que está justo al lado y nos sentamos en Mu-Mu, que es una cadena con una vaquita en cada entrada, donde hay varias opciones como de comida rápida, pero más local, a mi no me fue muy bien, porque como no como carne, no tuve muchas opciones.
Iniciamos esta parte del recorrido en el kilómetro cero de las rutas del país, donde la tradición manda a lanzar una moneda al centro para obtener un deseo, peeero tiene que caer al centro para que se cumpla.
Ingresamos a la plaza por la Puerta de la Resurrección o Ibérica, que data del sigo XVI, o sea, por el lado contrario al que había entrado el día anterior y que conecta la Plaza Roja con la Plaza Menezhnaya y que también tiene una pequeña y hermosa capillita, cerrada al público.
Traspasada la puerta se descubre la Plaza Bonita (que sería según cuentan algunos la traducción real del nombre de la plaza), con su enorme cabida.
Lo primero que se visita desde este lado de la plaza es la catedral de Nuestra Señora de Kazán, ortodoxa, destruida en el contexto del plan general de la ciudad de Stalin, que ordenaba tirar todo lo que obstaculizara las grandes avenidas o los edificios por él proyectados, pero fue vuelta a edificar en su diseño original entre los años 1990 a 1993.
Hicimos una parada en el Mausoleo de Lenin, justo sobre su cierre y alcancé a entrar para verlo. Al igual que el mausoleo de Ho Chi Min en Vietnam, mantienen el cuerpo del líder momificado en una cripta que se recorre rodeándola en total solemnidad, no se puede hablar, ni menos sacar fotos, ni grabar videos. Justo a sus costados por fuera se sitúan varias tumbas de ex presidentes y personalidades, entre ellas la de Stalin y el héroe nacional Yuri Gagarin.
Caminamos otros pasos y visitamos la Catedral de San Basilio, que no es la principal catedral de la ciudad, pero sí la más bonita, al menos para mí. Fue levantada entre los años 1555 y 1561, por órdenes del mismísimo Iván el Terrible.
Como toda iglesia ortodoxa, su interior aparece profusamente decorado, en paredes y techos, con iconos y pinturas, especialmente doradas. No se trata de una nave sola, sino de varias capillas más pequeñas independientes, pero comunicadas entre sí, pero que conforman este conjunto hermoso.
En algunos de sus niveles habían pinturas que me recordaron el estilo otomano, presente en Turquía e India.
Volvimos a cruzar la plaza, regresando hacia la puerta de la resurrección, para nuestra siguiente visita, no sin antes toparnos de frente con otro edificio principal, rojo y perfecto, donde funciona el Museo Estatal de Historia, que contiene varias colecciones de la época imperial.
Dimos la vuelta para entrar ya a los Jardines de Alexandrovsky, construidos en honor al Zar, y que como su nombre lo anuncia es un jardín en niveles, en los cuales ya estaban plantando tulipanes para celebrar la primavera que ya se aproximaba.
Ahí mismo se sitúa la Tumba del Soldado Desconocido, donde jóvenes soldados le rinden tributo, haciendo cambio de guardia solemnemente cada día y también donde arde la llama eterna que conmemora a los caídos frenando el avance de los alemanes durante la segunda guerra mundial.
Ingresamos al Kremlin que es un conjunto de edificios políticos y religiosos rodeados por una muralla fortificada, y de ahí justamente su nombre que significa ciudad amurallada. El de Moscú es el más importante del país, al ser sede del gobierno, y haber sido además residencia de los zares, solo interrumpido cuando Pedro el Grande, se llevó la capital a San Petersburgo, hasta 1917.
Tanto el palacio de gobierno, como el Gran Palacio del Kremlin, no se pueden visitar salvo sea uno invitado a una ceremonia de estado, pero se puede recorrer el vasto lugar que tiene atracciones más que suficientes, incluyendo el museo más importante del país, que no visité por tiempo y el Palacio Estatal, donde se puede ver ballet y conciertos.
Sí se puede visitar la Plaza de las Catedrales y sus patios, donde encontramos el gigante cañón del Zar y una campana gigante de casi 7 metros de diámetro que data del siglo XVIII, también de la época de los zares.
En la plaza de las Catedrales se sitúan las catedrales de la Anunciación, la Asunción, la Deposición del manto y la del Arcángel, todas ellas hermosas con sus cúpulas doradas e interiores profusamente decorados en cada esquina posible, y cada una de ellas con una función diversa, por ejemplo, la del Arcángel, sirvió como sepulcro para los primeros zares, e incluso para el mismo Iván el terrible y sus hijos y es lugar de coronación, incluso en la época en que la capital estuvo en San Petersburgo.
Llama la atención la Torre de Iván el Grande que es impresionante por su brillo y su altura que preside todo el cielo, se dice alberga 21 campanas, unas de las más grandes del mundo, y data, su primera etapa de principios del siglo XVI.
Terminado la jornada del tour que fue bastante extensa y con cantidad de información, convenimos con Mohamed que yo hiciera hora y nos reuniéramos un poco más tarde para hacer el tour panorámico nocturno y evitar volver al hotel y salir de nuevo, aprovechando que estaba oscureciendo temprano.
Así, me fui a recorrer la calle Arbat, que es una peatonal preciosa en la cual se emplazan varias casas aristocráticas del siglo XIX, en cuyas primeras plantas se encuentran bonitas tiendas de souvenir, en especial las réplicas de los preciosos huevos Fabergé de la época de las familias imperiales y las bellas y tradicionales Matrioshkas.
Como en todo viaje pasé a Hard Rock Café para comprar los pins que colecciona mi sobrino Tomi, y a intrusear la memorabilia. En esa misma calle también pasé a tomar te, explorando el mundo que han desarrollado los rusos con esta bebida ... es que tienen 10.000 clases de té y aguas herbales, como la de la zarzamora, aunque el más frecuente de ver tomar es el te negro, que se toma solo, o endulzado con cherry varenya, que es una especie de compota de guinda, con azúcar y gotas de limón.
En esta misma calle está la casa donde habitó el poeta ruso Alexander Pushkin, cuyos poemas han basado varias óperas como Ruslan y Ludmila. Frente a ella está su estatua junto a su esposa, y cuenta la tradición que hay que tocarle las manos para tener suerte en el amor.
Ya reunida nuevamente con Mohamed y nuestro conductor hicimos casi el mismo recorrido que en la mañana, pero esta vez, con la ciudad iluminada (yo iba agradeciendo ir en auto, porque estaba muy helado), hasta que llegamos a un lugar que me hubiese gustado ver con más calma y con luz de día.
El Parque de la Victoria fue levantado en 1995 para honrar la participación soviética en el triunfo de la segunda guerra mundial, llamada "la gran guerra patria" y está compuesto por varios elementos en su enorme cabida, siendo lo primero que da la bienvenida, el nombre de la ciudad escrito con flores: Москва́.
En este enorme parque además de honrar a las glorias militares, se erigen una iglesia ortodoxa en honor a San Jorge, una mezquita y una sinagoga.
Al final de la gran explanada se alcanza a visitar el enorme Museo de la Gran Guerra Patriótica, donde se guardan objetos y documentos que detallan la participación de Rusia en la segunda guerra y el enorme obelisco que con su altura de 148 metros, visible desde todos los puntos, representa los 1.480 días de participación de la unión soviética en la gran guerra. (Muchos detalles de la participación rusa y bielorrusa del Ejercito Rojo, en especial de las mujeres y campesinos, aparecen descritos en el libro de la premio Nobel de Literatura Svetlana Alexievich, en "La Guerra no tiene rostro de mujer")
Los demás días que anduve por mi cuenta por la ciudad, me dediqué a re recorrer algunos lugares que más me gustaron como la Plaza Roja y San Basilio, y para hacer algunas visitas fuera de la ciudad como el Monasterio de San Sergio, que es Patrimonio de la Humanidad, el Mercado de Ismailnovo, para hacer compras de artesanía, y el Museo del Cosmonauta, que estando dentro de la ciudad, lo dejé para un post aparte.
Una de las visitas que más me gustó en mi tiempo libre fue el Café Pushkin, que es por lejos uno de los lugares más elegantes en que he estado. Venía de regreso de San Sergio, y le pedí al guía y que me dejara lo más cerca posible. Apenas crucé la puerta llegó alguien raudo a indicarme que bajara al subterráneo primero... en medio inglés, yo bajé obediente, y ahí me di cuenta de lo que por poco fina no lograba entender: tenía que pasar al tocador primero, y dejar mi abrigo en guardarropía.
Subí media avergonzada y me senté donde me indicaron con toda ceremonia. Como no era hora de almuerzo, ni de comida, recurrí a la tradición chilena de la once, y pedí mi café con un pastel de frambuesa delicioso, que disfruté con una vajilla hermosa y música de Debusy, imaginando como un salón así podía lucir con sus habitantes originales en el siglo XIX.
Otra de mis experiencias favoritas, como en todos los lugares que voy, fue la "Banya". En Rusia tienen una larga tradición con el baño de vapor, como fuente de salud y también lugar de socialización. En su versión rural, es parecido a un sauna de madera, donde después de sudar la vida, sales a la nieve para aprovechar el cambio de temperatura, en cambio, en su versión urbana son baños de vapor emplazados en elegantes edificios y que cuentan con todas las comodidades.
Yo elegí los baños Sanduni, por su ubicación central y por su historia, dado que existen desde 1808 (https://msk.sanduny.ru/en). Tuve que ir dos veces porque no había nada de información en la web, y tampoco visitas turísticas. El primer día fui a preguntar los precios y que era lo que necesitaba llevar y el segundo ya con todo a vivir la verdadera experiencia, que fue todo un acontecimiento en mi historial de Spa.
Lo primero el lugar es hermoso, y muy señorial, está separado por género y dentro no se puede sacar fotos. El precio de la sola entrada es el equivalente a 30 usd, y ahí suma lo que vayas agregando.
Entré con todas mis cosas, y me asignaron un casillero y un ramo de hojas de abedul secas, una barra de jabón, además de cubre zapatos y un pareo. Lo más divertido es que nadie hablaba inglés, así que me las tuve que arreglar mirando.
Las mujeres que estaban dentro de sala de vapor, me miraban curiosas al igual que yo a ellas, y ahí me fueron indicando a señas que empezara mejor en los bancos que estaban situados más abajo, porque no se sentía y tan fuerte el calor que puede llegar a 100 grados, cuando avivaban el fuego, con leña, si alguien lo pedía.
Una de las partes más divertidas fue cuando una de las mujeres se ofreció para ayudarme con las ramas, porque la mecánica es pegarse con ellas para estimular la circulación de la sangre, y yo no me alcanzaba la espalda. Mi voluntaria me dio ramazos como poseída sacándose no se qué rabia que tuvo en su día... igual salí digna a la batea de agua helada en la que me sumergí rápidamente, para ir a mi siguiente paso e hidratarme, y luego volver al circuito (había una tina con hielo, pero no pude)
El siguiente tratamiento fue un masaje con una barra de jabón, donde la encargada frotaba la barra por todo el cuerpo, en vez del tradicional masaje de manos con aceitito, desarmando cualquier nudo que no haya eliminado mi azote anterior.
Salí de ahí como rejuvenecida, y sintiendo toda mi sangre oxigenada, así que busqué un lugar para comer algo y encontré un Magnolia Bakery hermoso, donde me senté además a disfrutar del movimiento de esas calles peatonales que lo rodean.
Seguí caminando nuevamente hasta la Plaza Roja, por la dirección contraria a mi hotel, viendo las tiendas y edificios, hasta que di con el centro comercial subterráneo Okhotny Ryad, donde habían tiendas de ropa más normal y conocidas, no tan extra lujo como en GUM, y pude comprar unos hermosos guantes y vitrinear de lo más. Es impresionante la cantidad de artículos de belleza que venden, en especial productos de Skincare.
En esta porción del viaje no hice mucha salida nocturna, primero porque los días fueron bien intensos, y segundo porque el hotel estaba un poco alejado del centro, donde vi estaban los lugares más interesantes. Igual como toda persona que le gusta el vodka quise experimentarlo de la manera Rusa y ese fue otro chascarro: le pedí al barman del Library Bar, el hermoso bar de la esquina, que me preparara un cocktail con vodka y ahí se desfiguró el pobre... y me explicó amablemente que el vodka NO se mezcla con nada y se toma solito y que ahí precisamente está su gracia.
Después de reírse bastante y que probara el vodka solo como en un shot, accedió a hacerme el trago, que me explicó que resumía la ciudad, y me armó una especie de mojito con vodka y zarzamoras, muy rico, que acompañó con unas brochetas con un pesto rico (aunque no me comí el salame), que hizo más amable la velada.
La verdad no me animé mucho con la comida rusa tradicional, por mi limitación de la carne, aunque si probé todos los dulces posibles, y la sopa Borsch, que es de betarraga y muy reponedora, en especial para el frío.
Next destination: alrededores de Moscú y Museo Cosmonauta