
Navidad '17.
Descubrir el hallazgo no hizo que se perdiera la rutina del esconderlos y envolverlos con el papel brillante. Aprendemos ya de niños a mantener el engaño para hacer felices a los demás, para que crean que consiguen su objetivo. Era niña de rituales, aunque hubiera descubierto la primera estafa de la vida. Pedía siempre lo mismo al soplar las velas en cada tarta de cumpleaños, al cerrar los ojos en cada Noche Vieja… escribía cada año el mismo deseo en mi carta a los Reyes Magos. Siempre lo repetía, año tras año hasta pasados los veintimuchos. Aun reconociendo, muy adentro muy adentro, que no se cumpliría, que todo había empezado a derrumbarse con el primer gran engaño y el encuentro de aquellos paquetes. “El futuro es una mentira que solo existe / en las manos de un niño”. Por eso conservo una lucecita encendida de aquel entonces. De cuando todavía una creía que llegaban los regalos, aunque hubiera tanto ruido, porque eran recompensas al esfuerzo de mantener la magia y la sonrisa. Porque una quiere creer que aún los hay que regalan por amor y no por obligación. Porque todavía estudia los detalles para encender las luces de los demás, pero no de todos, solo de aquellos a los quiere. A los que no se quiere, a los que no importan, a esos, no se entregan los regalos. Por todo ello “se aceptan las ofertas publicitarias / y se llenan las manos de números de la suerte: porque se necesita la fe / en este mundo.” Yo también la necesito y acepto todos los números de la suerte. Todos los versos de este post corresponden al poemario Documentum de Sara Herrera Peralta.