Revista Viajes

Vivir con depresión

Por Artabria @artabria

Soy de esas personas que creen que hay que darle más visibilidad a las enfermedades mentales, a aquellas que no se aprecian a simple vista por terceros. Sin embargo, durante mucho tiempo, he callado que yo soy una de las personas que las padecen. 
Tengo 38 años y llevo desde los ventipocos con depresión. No recuerdo cuando empecé a sentir los síntomas, pero sí recuerdo que allá por 2003 – 2004 tuve una muy mala época. Una época en la que mis padres se pensaron en ingresarme en un centro médico y la primera vez que tomé medicación. No tengo muchos más recuerdos de aquella época, sólo que el Orfidal me daba tanto sueño que le daba pequeños golpes al coche y que fue la primera vez que pensé en el suicidio. Pero en aquella época creía que, para eso, había que ser muy valiente y yo me consideraba más bien todo lo contrario.Por qué hablo de esto ahora, después de tantos años? Pues porque aunque siempre digo que hay que darle visibilidad, nunca me he atrevido a hablar de lo cerca que me afecta a mí, porque me da vergüenza aceptar que he sufrido depresión y ansiedad durante casi la mitad de mi vida.
Siempre he sido una persona introvertida, que odia el ruido y las masificaciones de gente. Me encanta el silencio, pasear por las playas en invierno oyendo únicamente el oleaje y leer mientras tomo una infusión. No soporto que los cajones o armarios queden mal cerrados, ni que se utilicen dos pinzas distintas para colgar la misma prenda de ropa, los cojines tienen que estar colocados rectos, no haciendo rombo, y cuando veo algo muy desordenado, tengo ganas irremediables de ponerme a ordenarlo.
Os hablaba antes de mi primera temporada con depresión, la segunda fue cuando mi padre fue diagnosticado de la maldita “C”, no supe enfrentarme a la situación y, en aquella ocasión, sí que me pusieron un tratamiento controlado por especialistas. No tengo grandes recuerdos de aquella época, sólo que me sentía peor con las pastillas que sin ellas, que me daban crisis de ansiedad en plena calle y me tenía que tirar al suelo, que me quedaba paralizada en el sofá y no reaccionaba ante las voces que me llamaban y me urgían a levantarme o siquiera moverme. Eso fue hace 4 años y medio. Después de 2 años decidí dejar el tratamiento, con supervisión médica pero no son su aprobación. Ya me avisaron, una tercera vez y se entendería como una enfermedad crónica y tratamiento de por vida.Ha habido una tercera? Sí! Ni siquiera estoy segura de si hubo un receso entre la segunda y la tercera vez. Los días de bajón, de no querer hacer nada, los días de llantos, los días de histeria, los días de mal humor…volvieron enseguida. Lo tenía claro, nunca volvería a medicarme. Sentía que con las pastillas no era yo misma. 
Hace meses la situación empeoró y cuando pensábamos que no podía ir a más, nos mudamos y ese fue el desencadenante de un montón de episodios feos, de hacerle daño (aún no queriendo) a mis seres queridos. Así que después de muchos meses malos, en febrero decidí volver al médico y empecé el tratamiento de nuevo.
El mejor banco del mundo está en Loiba, Ortigueira 😛 #deambulandoconartabria #deambulandoporGaliciaUna publicación compartida de Deambulando con Artabria (@deambulando_con_artabria) el 29 Sep, 2016 a las 7:05 PDT
No os voy a mentir, la mayoría de los días me siento peor que la temporada previa a las pastillas. Es cierto que ya no me dan esas enormes crisis en que casi perdía la noción de quien era yo y ya no lloro día sí, día también. A cambio sufro de ansiedad casi todos los días y siento, de nuevo, que mi mente y mi cuerpo no están sincronizados. Las primeras 7 semanas fueron, simplemente, terribles. Tuve que pillarme una baja. Los primeros 15 días me los eché durmiendo, dormía por la mañana, al mediodía, por la tarde y por la noche. Hasta la tercera semana no conduje y hasta la cuarta o quinta no me atreví a hacerlo sola. Hasta el 10º día no salí de casa y, para eso, acompañada. Me aterrorizaba salir a la calle, tener que saludar a un vecino o encontrarme con alguien. Poco a poco y con mucha fuerza de voluntad empecé a salir sola, caminaba 7 km al día con la única compañía de la música clásica para relajarme. Tenía tanto miedo que le enviaba la localización en tiempo real por WhatsApp a mi marido para que supiera dónde y qué estaba haciendo. Miedo de la vida exterior, miedo de mí misma.
Aunque no quería volver al trabajo, sabía que tenía que hacerlo. Las tres primeras semanas fui todos los días a trabajar con ansiedad, uno de los primeros días y tras un desafortunado encuentro tuve que encerrarme en el cuarto de baño y mentalizarme mucho y hacer muchos ejercicios de respiración para intentar controlar la fiera que quería asomar a través de mi cuerpo. Lloré, me hice una bolita en el suelo, apoyada en la fría pared, y cuando estuve segura de que las lágrimas habían cesado y de que la ansiedad había desaparecido, abrí la puerta y volví a mi mesa. 
Los efectos secundarios del tratamiento son bastante frecuentes, yo sufro más ansiedad que antes, se me olvidan las cosas  y cuando hablo, a veces, no me salen las palabras, tartamudeo o me invento palabras nuevas. Como os decía antes, mi cuerpo y mi mente van por separado.
Sabéis que para entrar en los monasterios de Meteora tenéis que ir en falda? Si no lleváis os dejarán una 😅 #deambulandoporgrecia #deambulandoconartabriaUna publicación compartida de Deambulando con Artabria (@deambulando_con_artabria) el 3 Abr, 2017 a las 12:32 PDT
Ahora estamos a puntito de salir de viaje. Viajar es mi medicina, lo digo en serio. Sin embargo, esta vez, estoy aterrada. Siento que no voy a poder disfrutar ni controlar esa ansiedad que me atormenta. Estoy estresada y profundamente preocupada. Ya veremos cómo nos va, no?
Sólo quiero aprovechar desde aquí, desde este rinconcito, para lanzar un grito de ánimo y apoyo a todos esos millones de personas que sufrimos de depresión y ansiedad. Somos unos incomprendidos, eso tenéis que saberlo. Hay gente que estará a tu lado pase lo que pase, otros te darán la espalda y por mucho que lo intenten, los que permanezcan a tu lado, nunca podrán entender por lo que estamos pasando hasta que ellos pasen por una situación similar.
Debajo de la manta estamos mi catarro y yo. Planazo de finde eh 😅Una publicación compartida de Deambulando con Artabria (@deambulando_con_artabria) el 27 Ene, 2018 a las 6:03 PST
Quiero recalcar que esta es sólo mi opinión personal, tal como y yo lo veo. 

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