El miedo es una emoción que a lo largo de la historia natural ha permitido a muchos animales sobrevivir. Las gacelas, por ejemplo, presas habituales de depredadores, sobreviven gracias al miedo. El miedo pone en marcha ese instinto de supervivencia que las obliga a ponerse en pie nada más nacer, y las lleva a aprender a correr a los pocos minutos. El miedo hace que aun durmiendo permanezcan alerta, prestando atención a los ruidos que se producen a su alrededor. Las hace ir siempre en grupo, refugiadas en la seguridad de la manada.
El miedo también ha sido y es fundamental en la vida de los seres humanos; desde bebés aprendemos la diferencia entre lo que es peligroso y lo que es seguro gracias al miedo. Las religiones atraen a sus feligreses aprovechándose del miedo de éstos a la muerte o al castigo eterno. Los líderes políticos, utilizando “sus” medios de información y propaganda, se valen del miedo para mantener a los ciudadanos resignados; encerrados en casa creyendo que la clase política sabe lo que hace y que no hace falta que uno mueva un dedo, más allá de ir a votar cada cuatro años: alta criminalidad, elevado paro, inmigración incontrolada, cambio climático, terrorismo, radicales de extrema-izquierda, de extrema-derecha, la salida del euro… También muchos empresarios y directivos de empresas se valen del miedo para mantener a sus esclavos (perdón, empleados) asustados y sumisos: amenazar con el despido, con hacerle a uno la vida imposible en la empresa o decir simplemente que en la puerta hay 10 personas esperando para ocupar su puesto bastan para que el incauto trabajador baje los brazos y agache la cabeza.
Y para facilitarles aún más las cosas a políticos y empresarios sin escrúpulos, afirma Eduard Punset en su libro El Viaje a la Felicidad, que el ser humano es el único animal que es capaz de tener miedo sin necesidad de un estímulo externo. Que podemos tener miedo de cosas que aún no han sucedido, o lo que es peor… que puede que no sucedan nunca. No obstante, hay una diferencia fundamental entre los humanos y el resto del reino animal; las gacelas, en el momento preciso, utilizan su instinto de supervivencia para controlar su miedo y la descarga de adrenalina que éste produce para correr más rápido y saltar más lejos. Nosotros, en cambio, dejamos que el miedo, justificado o no, nos controle, nos bloquee y nos anule. Y eso es porque los animales (como dice siempre el encantador de perros César Millán) viven el momento. Nosotros, en cambio, vivimos en los planes que hacemos para el futuro, mientras hacemos oídos sordos a todas las señales que nos indican que, si no miramos y actuamos aquí y ahora, no habrá ningún futuro que planear para nosotros o nuestros hijos.
Yo creo que para dejar de ser un esclavo no es necesario dejar de tener miedo; el miedo -y la adrenalina- sigue siendo imprescindible (como para las gacelas) para poder correr más rápido, llegar más lejos y -llegado el caso- golpear más fuerte. Lo imprescindible es enfrentar el miedo, dominarlo y superarlo. Por eso los trabajadores de la Televisión Canaria que han tenido los huevos de secundar la huelga en Videoreport Canarias (un 90% de la plantilla de Gran Canaria y una minoría en Tenerife)…
chavales como el que aparece en este vídeo exigiendo a los antidisturbios que acaban de pegarle que les muestre su identificación…
o Alberto Casillas, el propietario de la cafetería Prado, que protegió a algunos manifestantes el pasado 25S impidiendo a la policía entrar en su local…
más todos los ciudadanos (ya fueran 6.000 ó 600.000) que acudieron al Congreso de los Diputados el pasado martes a mostrar su rechazo al Gobierno y la política que han convertido la democracia en una burla, han sido esta semana mis héroes. Por su valentía y dignidad. Porque quieren dejar de ser esclavos. Porque creo sinceramente que ese es el camino. Hoy, sábado 29 de septiembre, hay otra convocatoria; yo espero que no sea la última sino la primera de muchas. Hasta que sean los que están dentro de las instituciones (y de los despachos de muchas empresas) los que miren hacia afuera con miedo.