Cuando tenemos a nuestro cargo adultos mayores, muchas veces creemos que hacemos mucho, porque además de ocuparnos de nuestras vidas, debemos ocuparnos de la vida de otra persona, por lo que muchas veces nos sentimos cansados y hasta sobrepasados.
Entonces comenzamos a ver que nuestros momentos, aquellos que destinábamos tal vez a no hacer nada, pero que servían para reponernos de un día cansador, ahora lo debemos ocupar en aquella persona que llegó a nuestras vidas al igual que fuese un niñ@.
Con la diferencia, que torpemente pensamos que los niños son más frágiles porque están comenzado una vida por lo que no sentimos ese agotamiento al igual que con el adulto mayor, pero olvidamos que ese ancian@ es tan frágil como un niño y que además lleva consigo una carga emocional tremenda, porque tal vez haya perdido a su compañer@ y debe intentar vivir con esa ausencia, además comienza a encaminarse hacia mundos desconocidos como lo es la muerte.
En muchas ocasiones nos sentimos angustiados y enojados por haber tomado la decisión de llevarnoslo a nuestra casa, en especial cuando a causa de su tozudez que es propia en la edad avanzada, debemos luchar para suministrarle los medicamentos e incluso para que entienda que debe o no debe comer.
Comienza el deambular a diferentes médicos y hospitales, a la vez comienzas a alejarte de a poco de tu propio núcleo y actividades porque el tiempo falta y es donde crees que estás haciendo mucho, pero la verdad es que podríamos hacer siempre más.
Se te cruza por la mente la idea de llevarl@ a un hogar y cuando comienzas a conocer los precios y aquellos lugares, por un lado precios casi inalcanzables y los más económicos, que tampoco son baratos, dejan mucho que desear, te comienzas a desesperar, porque no sabes qué hacer y cómo lidiar el día a día con toda la responsabilidad que ésto conlleva.
Es difícil, no solo para quien tiene la responsabilidad, sino que para el adulto mayor, los hijos y el marido, pero solo puedo decir, que cuando es@ persona nos deja para emprender el vuelo, se siente un dolor tan fuerte que nunca imaginaste y sientes la culpa de no haber hecho más y todo aquello que muchas veces repetimos como cliché, abrazarlo más, besarlo más, haber paseado junt@s más veces, decirle cuánto lo queríam@s, haber sido más pacientes.