Hace unas cuantas semanas publicaba en Diario Palentino, en mi columna de los jueves, un artículo que titulé: La basura que nos desborda. Y, la verdad, es un tema que quizá nos resbale como tantos otros. Sin embargo, no debería ser así. Cada vez consumimos más y más alimentos que se nos presentan en tiendas, grandes superficies y supermercados sobre todo, envueltos en celofán que recubre un envase de plástico con etiquetas bonitas que hacen del producto un reclamo irresistible. La carne, el pescado, las verduras, las frutas…Todo puede comprarse en la carnicería, la pescadería, la frutería y el vendedor nos la pondrá en un papel plastificado que luego guardaremos en la bolsa que llevemos desde casa, como se hizo desde siempre. ¿Disponemos de poco tiempo para hacer la compra o simplemente, buscamos nuestra comodidad?
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Carmen Arroyo | SENTIR DE LA PALABRA
La pregunta puede tener múltiples respuestas. Válidas, por supuesto. Pero, posiblemente, nada volverá a ser como antes. Nuestra forma de vida actual con su estrés por bandera, la lucha por llegar al trabajo, si hay suerte y se tiene, utilizando un servicio público que no traiga retraso, el descanso que, en muchos casos, fue insuficiente y la jornada laboral que puede tener un regalo envenenado en forma de horas extras no pagadas. Todo ello unido puede amargarnos el día. Y, en ese caso, ¿con qué derecho se nos exige ser responsables con el medio ambiente y se nos aconseja que generemos menos basura individualmente? ¿Deberíamos seguir unas normas por el bien de la comunidad, concienciarnos de que es necesario a nivel individual y, por supuesto, porque el futuro de quienes nos sobrevivan, generación tras generación, lo merecen?
Rotundamente, SÍ. Es cierto que perder las ventajas conseguidas resulta un incordio. Pero sabemos que en el mundo se producen más de dos millones de toneladas de residuos orgánicos y que está previsto que, a ese ritmo, en el año 2.050 la cifra puede incrementarse hasta los 3,5 millones de toneladas de basura. Las estadísticas recuerdan que en los países ricos el 10% del presupuesto municipal se va en recogerla y reciclarla. Los países del Primer Mundo generan residuos, que transforman en parte, pero el resto se envía a los países del Tercer Mundo los cuales se hacen cargo de ellos. ¿Por qué? Muy sencillo, para muchas personas supone una fuente de ingresos, eso sí, las personas que rebuscan en los vertederos son pobres y marginados que, difícilmente, saldrán de ese círculo.
Quienes viven de la basura en México son llamados “pepenadores”. No lo tienen fácil. Trabajan desde niños escarbando en los vertederos donde se acumulan montañas de basura. Recogen cualquier cosa susceptible de ser vendida: cristal, plástico, alimentos, cartón. Viven cerca de esos vertederos y la calidad de vida es algo inconcebible. Para poder “trabajar” entre la basura tienen que pagar un peaje y al final de la jornada pocos consiguen ganar dos o tres euros. La mafia la componen aquellos que pueden someter a los más débiles exigiendo su “parte” del pastel, y no les va mal porque he leído que uno de ellos llegó a tener 85 hijos de 37 esposas diferentes, acumuló casas, joyas y dinero. Su final: asesinado por una de ellas, quien luego tomó las riendas del “negocio”.
Llega el verano, la playa, el campo, las ciudades pasan a pertenecernos durante un tiempo más largo. Seamos capaces de mantener limpio, libre de suciedad, cada uno de los espacios que disfrutemos, seamos responsables. Felices vacaciones a todas mis lectoras y mi más cordial enhorabuena por vuestro esfuerzo que, es seguro, habrá sido compensado como merecéis.
Imagen vista en: Ecoosfera.com