Revista Coaching

Vivir… en el Estanque Dorado

Por Antonio J. Alonso Sampedro @AntonioJAlonso

En el Estanque Dorado

Llegar a la vejez para entonces comprobar que nuestra vida no ha sido la deseada se convierte en un camino sin retorno cuando esperamos hasta entonces para valorar la idoneidad de nuestra realidad. ¿Tiene sentido continuar ciegamente sin verificar si el camino actual nos llevará a acercarnos a nuestra búsqueda de la felicidad…?.

De visita familiar en esta Semana Santa a Madrid no perdí oportunidad de asistir a una de las últimas representaciones en la capital de “En el Estanque Dorado”, la obra teatral de Ernest Thompson que se hizo famosa en 1.981 por la filmación cinematográfica que dirigió Mark Rydell a Henry Fonda y Katharine Hepburn (ambos oscarizados por su interpretación), junto a Jane Fonda. En esta primera adaptación escénica realizada en España con dirección de Magüi Mira, también brillan con intensa luz propia el magisterio actoral de Héctor Alterio (Norman) y Lola Herrera (Ethel) en los papeles del anciano matrimonio que cada verano pasa sus vacaciones en una paradisiaca casa del Estanque Dorado.

Si Ethel representa el positivismo sincero, conciliador y lleno de satisfacción, Norman es la viva encarnación del escepticismo pesimista, desencantado y mordaz. En la obra no puede haber dudas sobre el personaje vitalmente más interesante y es quien es capaz de cuestionar su existencia por considerar que pudo ser mejor. Norman rememora irónicamente su vida pues ha asumido que en mucho se equivocó, mientras que Ethel semeja disfrutar plácidamente de la suya, en mi opinión, por un sospechoso acomodamiento deudor de una falta de mayor rigor crítico en su reflexión.

No voy a descubrir a nadie la preferencia que los autores literarios siempre han tenido por los personajes perdedores y atormentados, cuyo juego existencial ofrece un largo horizonte para la creatividad narrativa. Cuestionar la vida puede ser el principio de algo mientras que aceptarla con seguridad será el final de todo. Por ello la voz de Norman nos despierta incómodamente mientras que la de Ethel consigue adormecernos plácidamente. Ambos, compartiendo una larga unión conyugal que en sus comienzos pudo haber sido muy pareja pero ahora es tan diferente que, en su bien definido contraste, podemos observar las claves de dos formas distintas y distantes de afrontar la vida: la Duda o la Aceptación.

Confieso que mientras presenciaba la representación mi identificación personal se encontraba más cerca de Norman que de Ethel lo cual, si primero me agradó, luego me llenó de una profunda inquietud pues entre el viejo cascarrabias y yo media una diferencia de edad de más de treinta años, que son los que me puedan restar para afrontar decididamente mi vida antes de lamentar llegar a su desencantada conclusión.

Fue entonces cuando volví a repetirme esa esclarecedora pregunta que ni yo ni nadie podemos nunca ignorar y cuya respuesta solo puede ser en forma de SI o NO…

¿DE SEGUIR HACIENDO LO QUE HAGO, LLEGARÉ A SER LO QUE QUIERO…?

Si contestas SI, sigue. Pero en caso de responder NO, cambia, pues… Vivir en el Estanque Dorado es eso de lo que Norman finalmente y con amargura se arrepintió…

Saludos de Antonio J. Alonso


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