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Vivir en la caverna

Publicado el 11 abril 2011 por Hrubio
Antonio Soriano.
Vivir en la cavernaLa soledad es su única compañía, viven alejados de las miradas de alegría, de la felicidad, del hervor a triunfo. No les es está aconsejado salir de su guarida, si salen las pulsaciones de quienes ahora les miran aumentan exponencialmente, y se les tacha de ‘locos’, por lo que mejor quedarse en su psiquiatría particular. La incomprensión es su modo de vida, la responsabilidad, su quehacer profesional y, hacer que los demás se sientan mejor, la fuente de sus ingresos.
Son como viudas que viven de la renta de sus maridos, su recuerdo les entristece al no poder compartir con ellos sus éxitos y alegrías, su caverna se lo impide, atravesarla sin éxito puede significar dejar de ser lo que son, no obstante, hay a quienes su locura les ha llevado a besar el cielo, saborear la felicidad completa, la alegría en las miradas y el triunfo, para volver luego a la oscuridad. Nadie se ha quedado.
Una oscuridad solamente interrumpida por los esfuerzos por llegar a tocar esa luz con la que amanece la emoción particular, el suspiro público y el marrón en los calzones. Evitar sumirse en la más profunda oscuridad depende del éxito o el fracaso en el esfuerzo por encender la luz. El fracaso se paga caro, el improperio cotiza alto.
Son pocos, nadie quiere ser como ellos, son los últimos, aunque digan que son los primeros. De ellos no depende nada y depende todo, pero solo pocos lo saben. Su lugar en este mundo es defender algo por lo que han luchado toda su vida, una hipoteca pagada con continuos esfuerzos no siempre recompensados por la existencia de un interés alto ligado a un éxito exigido. Los que no lo consiguen, a pagar. Muchas veces pagan los platos rotos de otros, pero esa es su vocación. Cabeza gacha, palabras de silencio.
Víctor Valdés, portero del F.C Barcelona y de la Selección Española de fútbol, llegó a no querer jugar al fútbol porque el fin de semana significaba bajar al infierno y resignarse a sufrir. Ligó su felicidad al abandono de la práctica de este deporte. Todo porque allí en su caverna particular, el mundo para el que estaba hecho, no disfrutaba, no vivía la emoción de sus compañeros al meter un gol, no participaba en la magia del fútbol y en el encantamiento de la competición, y no tenía el derecho a soñar que ser portero puede llegar a ser lo más gratificante, emocionante, felizmente encantador y mágico que el fútbol puede dar.
Como pueden ver, vivir en la portería requiere altas dosis de locura, rareza y sufrimiento. Muy pocos son los que eligen vivir ahí por propia voluntad. Cuando jugábamos en el colegio el más gordo terminaba de portero, bien por ser el que más ocupaba, el último que tocaba el larguero o el más ‘tuercebotas’ de la clase. Nadie quería jugar de portero. Con la edad hay quien se resigna a jugar en esa posición para formar parte de un equipo y estar cerca de sus compañeros, e incluso, puede llegar a sentirse portero.
Sin embargo, hay otros como Víctor, que han nacido para ser portero. Resignarse es negarlo y sufrir. Lo contario, ser feliz y disfrutar.

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