“La realidad auténtica y primaria no tiene figura. Por eso no cabe llamarla mundo. Es un enigma propuesto a nuestro existir. Encontrarse viviendo es encontrarse irrevocablemente sumergido en lo enigmático. A este primario y preintelectual enigma reacciona el hombre haciendo funcionar su aparato intelectual, que es, sobre todo imaginación. Crea el mundo matemático, el mundo físico, el mundo religioso, que son efectivamente mundos porque tienen figura y son un orden, un plano. Esos mundos imaginarios son confrontados con el enigma de la auténtica realidad y son aceptados cuando parecen ajustarse a ésta con máxima aproximación. Pero bien entendido, no se confunden nunca con la realidad misma” (Ortega y Gasset[1]).
[1]Ortega y Gasset: “Sobre la razón histórica”, O. C. Tº 12, pp. 198-199.