Hace tiempo que llevo leyendo y escuchando, especialmente en publicidad, la llamada a vivir o sentir la “
EXPERIENCIA” de lo que sea objeto de anunciar o comprar. “
Una nueva experiencia de café“, “
…la mejor experiencia de hoteles todo incluido…“, “
Vive la experiencia de los nuevos smartphones xxx“, “
La mejor experiencia de usuario solo para nuestros socios…“
Reconozco que me ha costado dar sentido al término “
experiencia” , que es sustantivo en español. El verbo “
experimentar” utilizado en oraciones en nuestra lengua en un contexto que nada tiene que ver al significado que recoge el diccionario de la
RAE, para un profano en entornos de mercadotecnia, estudios de dirección de empresa o publicidad como yo, acaba produciendo un prurito incansable y cierta asiedad que requiere cura inmediata.
En español “
EXPERIENCIA” se refiere a lo conocido o vivido, que puede ser durante un periodo prolongado y que aporta un conocimiento y una habilidad. De la experiencia deriva el
experto. Nada parecido con lo que escuchamos: “
Vive la EXPERIENCIA de Radio 3” o “
la EXPERIENCIA de alojarse en nuestros hoteles…“, por ejemplo.
En el idioma inglés “
EXPERIENCE” se parece a “experiencia” en español, compartiendo significados sinónimos como “situación”, “conocimiento” o “percepción”. Pero en esa lengua también adquiere otros matices que nada tienen en común con el español en expresiones como “
customer experience” o “
dining experience“, en las que “
EXPERIENCE” se refiere a la “
SATISFACCIÓN” del cliente o al “
PLACER” gastronómico.
Este es el valor que miméticamente han tomado ciertas expresiones de ciertos entornos con gran capacidad de difusión -en especial la prensa-. Como su difusión está resultando sencilla, este nuevo significado prestado se está popularizando. Pero choca con el valor real del sustantivo.
Por eso, yo no llego a entender bien la razón de que se empiece a atender más al valor prestado de pocos años acá que al verdadero significado que tiene la palabra. Se da especialmente en círculos de allegados a los entornos profesionales referidos, que se afanan en convertir las nuevas razones en universales de la lengua.
Sin duda se trata de un falso amigo. De esos que no merece la pena tener porque en verdad son falsarios y disfrutan mintiendo. El problema está en que si quienes lo presentan a través de los grandes medios de difusión, perseveran por su afán irracional de significarse, finalmente lo harán -irracionalmente- popular. Y lo popular, que es lo perteneciente o relativo al pueblo, acaba siempre por imponerse, aunque sea contrario al sentido de la razón, la razón de la lengua en este caso.
Es posible que dentro de unos años cuando salgamos de un cine, si aún existen, y alguien nos pregunte: “¿qué tal la experiencia?”, contestemos “muy agradable” y nunca se sabrá si nos referíamos a las butacas, a la climatización, al bar, a los baños, a la película o a otra cosa.
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