"Escribir es la forma más intensa de vivir."
Vivir y escribir. Escribir y vivir no se puede separar. Son como dos caras de una misma moneda. Cada sensación; cada olor; cada sabor; cada viaje; cada paso; cada paisaje visto; cada ciudad vivida; cada huella de tus botas; cada beso dado; cada abrazo recibido; cada lector; cada premio; cada emoción; cada lectura y relectura; cada reseña y artículo escritos por encargo; cada cuento breve narrado fruto de un momento muy momentáneo; cada página pasada de la propia vida; cada lastre soltado; cada decepción; cada chasco; cada caerte y volverte a levantar; cada sonrisa; cada risa a carcajadas; cada mundo y todos los mundos que uno observa, contempla, absorbe y que por supuesto siente; cada amigo nuevo; cada lágrima; cada pérdida; cada esperanza nueva; cada amanecer; cada madrugada; cada vieja amistad; cada alianza nueva y cada alianza renovada; cada descubrimiento; cada ilusión; cada desilusión; cada volver a empezar; cada nueva canción; cada carta escrita; cada vuelta en el calendario; todo, todo, todo, absolutamente todo lo que se entiende por vivir forma parte directa o indirecta de esa novela que estás escribiendo. Son como pequeñas puntadas en un todo inmenso que se etiqueta bajo el nombre de novela.
Por ello no es extraño marcharte con tu marido a vivir durante seis meses a Canadá y regresar con 'La viajera en el camino' recién escrita bajo el brazo. Por ello no es extraño oírle decir a un novelista que mientras siga viviendo seguirá escribiendo. Porque escribir es la forma de vivir del verdadero novelista o lo que más o menos es lo mismo para sentirse vivo el verdadero novelista necesita escribir.
De tal manera que de esa manera estoy: escribiendo, engarzando palabras, contando una historia, es decir, viviendo.
Artículo escrito en octubre de 2014.