Revista Opinión

Vlad Tepes: La historia del auténtico Drácula (Parte II)

Publicado el 30 abril 2019 por Carlosgu82

En el artículo anterior hablé sobre el argumento de una película rumana, biografía épica del personaje histórico Vlad Tepes. En éste artículo profundizaré al respecto, añadiendo algunos datos más (tanto de la película como del personaje en cuestión), así como un comentario personal.

El excelente film histórico rumano tematizado en el precedente artículo narra con tono épico y veraz la vida y obra del auténtico “Drácula”: No el siniestro vampiro de Stoker, sino el voivoda (príncipe) de Valaquia Vlad Tepes (1431-1476). Considerado en su patria como uno de los más importantes héroes nacionales, Vlad encabezó una resistencia tenaz contra los invasores otomanos empleando para ello métodos tan implacables como eficaces, que le harían merecedor de su sobrenombre “Empalador” (pues eso es lo que Tepes significa en rumano). Debe ser recalcado que el cruel castigo del empalamiento era practicado ya por los turcos desde mucho antes, y lo que Vlad hizo fue limitarse a pagarles con su propia moneda. Era hijo de Vlad Dracul, apodado así porque formaba parte de la Orden (de caballería) del Dragón, una de las más importantes de la tardía Edad Media (Dragón=Dracul). Vlad Tepes era conocido como Dracula por ser hijo de Dracul (es curioso que la palabra “draconiano”, que igualmente procede de dracos/dragón también sea idónea para definir al personaje). Etimológicamente, Drácula significa pues “hijo del Dragón”. Vlad Tepes estaba emparentado con Mircea el Grande, sobre el cual también se filmaron imponentes largometrajes en la Rumanía de Ceausescu.

Vlad debió enfrentarse a los boyardos de su corte (“el enemigo dentro de casa”), aristócratas corruptos que pretendían venderse al invasor (o eufemísticamente “pactar” con él) a cambio de privilegios personales. Aunque Valaquia se había convertido en el muro de contención del avance turco sobre Europa, Vlad no contó con el apoyo de los reinos vecinos; ni tampoco de la Iglesia. Los húngaros, así como el clero, lo abandonaron a su suerte (e incluso llegaron a sabotearlo), convirtiéndose de facto en cómplices de los turcos. Aún así, Valaquia logró prevalecer y de ese modo se salvaron de caer en las garras otomanas no sólo las tierras que más tarde serían conocidas como Rumanía (Valaquia, Transilvania y Moldavia) sino también otros territorios europeos cuyos monarcas habían conspirado contra Vlad pretendiendo pactar con el sultan a sus espaldas – algo que a largo plazo no les hubiera salvado de ser engullidos en el califato.

La figura de Vlad Tepes, quien ciertamente era duro pero no injusto, y que para los rumanos es el equivalente al Don Pelayo o al Cid españoles, ha sido mancillada por una “leyenda negra” promovida por turcos, húngaros y anglosajones. Fruto de esas tergiversaciones es la novela “Dracula” de Bram Stoker, donde implícitamente se fusiona a Vlad Tepes con las populares leyendas de vampiros de los Cárpatos y del este de Europa en general (los vurdalak), dando como resultado una definitiva demonización del personaje histórico en el imaginario colectivo – de ahí en adelante, a base de centenares de libros y películas, se fue consolidando la fama de Drácula como “un vampiro sediento de sangre” – algo con lo que el voivoda valaco nada tenía que ver. Eso no quiere decir que no hubiera efectivamente aristócratas “vampiros” (al menos en el sentido psicopático, y no sobrenatural, del término). Conocido es el caso, por ejemplo, de la condesa húngara Erszbeth Báthory, sobre la cual sí parece haber evidencias de que se bañaba en sangre de vírgenes asesinadas “para mantenerse joven”.

Muchos historiadores rumanos serios, así como la película que nos ocupa, han tratado de limpiar la imagen de Vlad Tepes; pero lo cierto es que el “Drácula vampiro” ha calado tan hondo que hasta en su país de origen no han podido evitar la tentación de sacarle tajada: Tras la conversión de Rumanía al capitalismo el sector turístico ha buscado atraer incautos al país con el mito del conde chupasangres. Se organizan así visitas guiadas a los castillos donde supuestamente vivió Vlad Tepes, se construyen parques de atracciones de temática vampírica y se venden toda clase de objetos kitsch más inspirados en el icono cinematográfico que en el auténtico personaje.

Es interesante que también la figura del zar ruso Iván el Terrible, quien luchó contra los mongoles y también tuvo que enfrentarse al sabotaje de los boyardos, ha sufrido una demonización similar. También sobre éste personaje histórico se hizo en la URSS una película, dirigida en 1945 por Sergei Eisenstein.


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