Hoy en casa de mi abuela había un pájaro atrapado entre unos maderos del techo del establo, medio derruido. Yo le oía batir las alas desesperado mientras destendía la ropa. Le oía batir las alas al pasar la página del libro que estaba leyendo. Solo oía cómo batían sus alas. Así que me fui a buscar unas tijeras, un cuchillo, lo que fuera. Acerqué una escalera vieja y después de santiguarme me subí. Peldaño a peldaño, alcancé a rozar la madera donde aleteaba. Estaba manchada de sangre. La agarré, tiré de ella y se quebró, pero el pájaro quedó suspendido, aún colgando de alguna astilla. Por un momento pensé que con mi gesto le había condenado, sin querer, y entonces se soltó. Salió volando.
Eso, eso es la vida.