Pues sí, confirmado. Carla Subirana me ha convencido de lo que, más o menos, hace cinco años empecé a sospechar. Algo tremendamente novedoso, interesante, creativo y fascinante está ocurriendo entre el más reciente cine español. El lugar de rodaje escogido por la brillante directora, y todo lo que conlleva, estaba tan alejado de mis intereses como la teoría de los números algebraicos: la Academia General del Ejercito del Aire San Javier, en Murcia. Y pese a todas mis reticencias, de la simple visión de Volar, he pasado a la total admiración de todo su equipo técnico y artístico del documental.Festivales y webs como Márgenes, la recién llegada plataforma Plat.tv (magnífica ventana a lo mejor de nuestra creación actual, vital para obtener una visión de lo que se cuece en este momento), iniciativas como #Littlesecretfilm, certámenes como Punto de vista, Documenta, Cinema D’A, Festival 4+1 o Alcances están permitiendo a la CIA -Cinematografía Independiente Actual- española pasar de invisible a imprescindible. Es curioso lo que se asemeja este tsunami de felicidad al primer cine de vanguardia americano de los años 1895 a 1941. Carla Subirana me ha conquistado literalmente. Si a Hitchcock le encantaba pasar del gran plano general al medio para acabar con uno italiano, la cineasta se lanza desde el más amplio grandísimo plano, el de la tierra, para llegar a la citada Academia, a los miembros que la integran y al ojo de un halcón que todo lo ve. Alcanzaremos lo universal a través de lo íntimo y personal. Un relato apasionante, dividido en cuatro partes casi como el planteamiento, nudo y desenlace clásicos más un bonus (la transformación, la espera, volar y el territorio).La elección visual es tan elaborada como la de contenidos (los discursos que escuchamos sobre la retirada frente a una masacre, la maniobra, la línea o la columna contienen tanta inquietud como cualquiera de los diálogos de David Lynch), las notas de humor (¿quién espera encontrar en un documental sobre este tema un apasionado de Objetivo Birmania de Raoul Walsh con Errol Flynn en 1945?), un trabajo del sonido digno de elogio y, sobre todo, un montaje sublime de Manel Barriere.Manel Barriere monta la película como si de un trabajo de orfebrería se tratase. Duración milimetrada, intensidad sugerida, intenso suspense y propuestas de reflexión. Con montajes así, la vida tendría mucho más sentido. Corta cuando no te lo esperas y sabes aguantar la mirada. Vista de halcón y tijeras de oro. Informándome sobre él he descubierto a un excelente profesional y a una persona comprometida con los tiempos que vivimos. Comparto muchas de las opiniones de su blog http://elangeldelahistoria.blogspot.fr/ y en bonus de este artículo, os invito a ver uno de esos cortometrajes, #Ejecución, que aún hoy, en 2013, justifican totalmente el papel y la existencia del cine en la sociedad. Abstenerse almas sensibles. Duele mucho verlo. Volar me ha alegrado el día entre tantas malas noticias malas cinematográficas. La caída de recaudación de taquilla, los cierre de míticas distribuidoras, como Alta Films, y salas como los Renoir o la disminución radical de rodajes españoles, confirman la desidia de toda la clase dirigente (pasada y presente) para crear una verdadera política cultural y una educación visual de todo un país (de hecho aprovecho para felicitar a los cines Verdi por su excelente programación infantil –el espectador se hace, no nace) pero la creatividad, inteligencia y energía, como la de Carla Subirana, me aseguran que hay demasiado talento en nuestros país para ser destruido de la noche a la mañana. Hay que ver Volar para creer y hay que creer para poder volar de esta situación actual tan mediocre. La CIA española tiene un futuro espectacular frente a ella. ¿Dejaremos, como siempre, que sean los otros (festivales, críticos y estudios extranjeros) quienes nos lo digan?