Necesitamos a Voltaire. Que resucite. Estamos en la vuelta atrás del racionalismo y bajo un nuevo acoso asesino del fanatismo religioso.
Necesitamos seres clarividentes como el sabio francés del siglo XVIII que antepuso el conocimiento a la pasión.
Estamos viendo a lo que conduce la fe islámica llevada al paroxismo: seres enloquecidos con bombas y metralletas que asesinan a masas de personas porque, para ellos, son infieles.
Individuos que esclavizan y matan y cuya locura le coloca a niños y niñas granadas para que maten y mueran detonándolas. El terrorismo religioso de Alá y Mahoma, o al menos en su nombre.
Pero hay acciones menos sanguinarias, aparentemente poco dramáticas, que puede acabar también mal: el Papa Francisco entiende que un hijo le dé un puñetazo a quien insulte a su madre.
Pero el receptor de esa violencia física, siendo la suya sólo verbal, por tanto, no equiparable, puede responder con un estacazo; el otro con un tiro, y el herido detonar una bomba atómica.
Voltaire (París, 1694–1778), estrenó en 1741 una tragedia titulada “Le Fanatisme ou Mahomet le Prophète” en la que presentaba al islam como una religión que llevaba a sus creyentes a la brutalidad y al asesinato.
Su éxito concluía año y medio después al prohibirse toda representación porque, en realidad, ese padre de las Luces denunciaba también al catolicismo dominante en Francia por cometer crímenes horribles en nombre de Cristo.
Aquella obra, con otras suyas, de los enciclopedistas y de los liberales ingleses, abrieron mentes y nos trajeron la Ilustración, a la que tanto combatió sin derrotarla el peor cristianismo.
Ahora necesitamos que Francisco sea menos pasional y que Voltaire resucite en el mundo islámico porque el fanatismo aliado con la corrección política puede acabar con nuestra civilización laicista, libre.
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SALAS