Muchas veces, demasiadas probablemente, uso esta plataforma para quejarme, para criticar, para desahogarme. Es un medio que me permite soltar lastre y eso, puedo asegurarlo, es muy beneficioso para mí. Encima es gratis y no me supone tomar nada rarito. Un lujo, vamos.
Hoy sin embargo quiero rendir homenaje, ensalzar, dar las gracias y, por qué no decirlo, reconocer que siento un poco de envidia de los voluntarios, cuyo día internacional se conmemoró ayer. Leía un artículo en el que se enfocaba el tema del voluntariado tal y como yo lo he visto siempre: como un modo de satisfacción personal por encima de cualquier otra actitud altruista. Reducir el cansancio mental, aliviar la depresión, tomar perspectiva de lo que te ocurre, beneficios a nivel hormonal, alargar la vida o combatir la enfermedad son algunos de los beneficios que conlleva ayudar a otros, en la forma que sea.
Complace saber que en España hay cinco millones de voluntarios que dedican entre una y cinco horas semanales a hacer tareas que benefician a otras personas. No me sorprende que la mayoría sean mujeres , muchas de ellas en paro y bastantes universitarias (creo que en el tema de la ayuda al prójimo seguimos comportándonos como en la cueva, y allí eran ellas las que se ocupaban más de los que lo necesitaban).
Son esos datos que te reconcilian con el ser humano y que te llevan a pensar que los desalmados son los menos, aunque se noten mucho más. Y estoy segura de que cada uno de los que se dedican al voluntariado debe sentir el regocijo que provoca acostarte sabiendo que has aportado un granito de arena para que otra persona sea un poco más feliz.
