Revista Opinión

Volver a Ser Niños

Publicado el 21 mayo 2019 por Carlosgu82
23.04.2018 ¿Cómo serán los niños?, esa fue la pregunta que vino a mi mente en mi primer día de prácticas; no sería mi primera vez con niños, pues tengo una sobrina a la cual cuidé por mucho tiempo, así que digamos que tengo experiencia con ellos. Pero, esta vez no sería como estar con Sophie.

Llegué a las 8 de la mañana, al colegio Divino Maestro. Siendo el primer día, no hubo contacto con los niños, pues la profesora debía darnos una introducción a lo que sería el trabajo con ellos y con el colegio. Nos habló sobre el proyecto que habían realizado nuestros compañeros el semestre pasado y finalmente nos comentó cuál era el objetivo de nuestra práctica. Como grupo, nos correspondía la fase final del proyecto, lo que significaba no solo trabajar con los niños y profesores, sino, que también trabajaríamos con los padres de familia. Todo sonaba bien, hasta que la profesora mencionó los »grupos focales». Yo nunca había escuchado algo así, me pareció en principio un nombre algo extraño y poco convencional.

Los »grupos focales», serían aquellos niños con características particulares, que sobresalen de sus compañeros, por situaciones complicadas con ellos mismos y con sus padres, un selecto grupo de niños, que por diferentes circunstancias de la vida, tienen comportamientos algo inapropiados. Al saber esto, solo pensé, »son niños, solo eso, niños que no tienen la culpa por lo que pasa en el mundo de los grandes, deberían estar disfrutando de su niñez en paz»; sin problemas, sin medicamentos, sin peleas, sin maltratos y de más cosas mencionadas por la profesora. No sería fácil trabajar con ellos y los retos hicieron parte de la lista de cosas para hacer en esta práctica.

En la semana siguiente, junto con mi compañera de trabajo, nos sentamos a planear lo que sería la primera actividad con los niños de los grupos focales y para esa ocasión trabajaríamos lo que llamamos con mis compañeros »El árbol de los valores», pues dadas las situaciones de los pequeños, era importante fortalecer este tema con ellos, para así mejorar ciertos comportamientos. Los valores principales serían la tolerancia, el respeto y la honestidad, para lo que planeamos una actividad de integración; un juego de bastante común como el «Tingo, tingo, tango», pero que nos serviría para acercarnos a ellos e intentar conocerlos un poco.

Llegó el día en que conocería a los niños. Como siempre llegué puntual, a las ocho de la mañana a la sala de profesores, donde ya se encontraban varios de mis compañeros, todos estábamos inquietos por saber cómo serían y de cómo nos saldría todo lo que teníamos planeado para ellos. Me sentía motivada, pero nerviosa, la profesora nos dio la lista con los nombres de los niños, me sorprendió leer lo que aparecía al lado de algunos nombres. Habían descripciones muy puntuales sobre el comportamiento negativo de cada niño, pasaban por ser desobedientes, rebeldes, amigos de la algarabía, bruscos, groseros e incluso intolerantes; en distintos niveles de gravedad. Esto me mostró que efectivamente no sería algo fácil trabajar con ellos.

Con mi compañera, nos dirigimos a los salones para recoger a los niños. Llegamos al salón de segundo y preguntando por T. B y S.C, la profesora me miró sorprendida, »cuida de ellos, pues son niños que necesitan mucha ayuda, en especial T.B», me dijo antes de llamarlos. Cuando se acercaron, me puse a su altura, los salude, me presenté y les pregunté si les gustaba jugar, sus ojos brillaron al escuchar esa pregunta y asintieron, tomaron mi mano y salimos del salón a reunirnos con los demás.

Presenté a cada niño, con los demás, dado que eran de cursos diferentes; los llevamos al parque, les explicamos cuál sería la actividad y creo que nos les gustó, pues prefirieron ir a jugar al parque. Fue difícil lograr su atención, pues eran muy dispersos y dado que los demás grupos de mis compañeros también se encontraban en parque, el caos y el desorden empezaron a ser parte del día. Los niños tenían que rotar por las diferentes estaciones con las que contaba la actividad, pero sí fue difícil acomodarlos para una actividad, pasarlos a una siguiente, era aún más difícil.

Cuando llegó mi compañero para buscar a los niños, S.C me abrazó por las piernas y no me quería soltar. Él no quería irse y mi compañero se acercó a él tratando de convencerlo para que fuera con él a la siguiente actividad. No quiso ir, y el tiempo corría, así que me puse a su altura lo miré a los ojos y le pregunté, »¿quieres que vaya contigo?», me sonrió y me dijo que sí, lo alcé como me pidió y junto con mi compañero nos dirigimos a la siguiente actividad; no puedo decir que fue fácil, S.C. no quiso apartarse de mi lado en ningún momento. A lo largo del día, el pequeño logró escapar de su profesora y de mis compañeros ubicados en sus respectivas estaciones, todo para regresar una y otra vez conmigo. Me armé de paciencia, no porque me resultase molesto, sino porque él necesitaba continuar con la actividad propuesta en un principio y él, por algún motivo, confió en mí a pesar de ser la primera vez en que nuestros caminos se cruzaban. Después de varios ires y venires, debíamos llevarlos a todos a sus salones, incluido S.C.; pero era muy pronto para él, para mí. Nos quedamos en el parque, la zona designada para las actividades, un poco más y pasado un tiempo lo tomé de la mano y lo llevé a su salón; no sin antes, dejarle el recuerdo de nuestra visita, una nariz de payaso de uno de mis compañeros.

Así fue como conocí a S.C, T.B y V.P, tres niños que para mí destacaron de los demás, por su simpatía, pero en esta ocasión les hablaré de S.C, pues fue quién de manera inconsciente cautivó mi corazón.

S.C el niño con 1.20 cm de estatura llenos de ternura y algo de rebeldía, cabello claro, ojos verdes, piel blanca, manos suaves y pequeñas, nariz pequeñita y cejas perfectas, siempre que me ve, sus brazos rodean mis piernas y sus ojos me buscan mientras se esconde para que yo juegue con él a «¿Dónde está S?», nos reímos, nos miramos y nos saludamos finalmente. Él, el niño más tierno e inocente del mundo al que la vida lastimosamente no ha tratado de la mejor manera, el que tiene problemas de atención y tiene que lidiar con los regaños de su profesora todos los días y posiblemente situaciones incómodas en su casa, el que siente celos cuando otros niños juegan conmigo. El que un día me miró, me sonrió y me mostró el otro lado lindo de la vida.

Y como dice una de mis canciones favoritas, el mundo es como es y no puedo cambiártelo S.C, pero siempre le pediré a Dios y a la vida que te cuiden, porque esos ojos tan puros y esa sonrisa tan inocente, merece llegar lejos; mucho más que todos los que estamos a tu alrededor. Agradezco a la vida por permitirme coincidir contigo aquel 12 de marzo, fuiste un reto en todo el sentido de la palabra, pero es por tí que me levanto cada lunes, porque eres lo que la vida te enseña a ser, pero con la esencia de tu decidas tener y es aquí donde entran tus profesores, tus papás y en esta ocasión yo; para guiarte y ayudarte a encontrar el camino, que ruego a la vida para que sea el mejor.

Disfruté verte reír y que me hicieras reír, que me abrazaras y tomaras de la mano, fueron algunos de mis momentos favoritos. Me será difícil despedirme, pero te recordaré siempre porque me alentaste un pequeño sueño que tengo con respecto a los niños, avivaste mi niña interior e hiciste de mi mundo, un lugar bueno. Sé grande y sé el mejor, porque te mereces todo lo lindo y bueno de la vida. Alegraste mis Lunes, por siempre y hasta pronto S.C.

Escrito por Sara Morales
Universidad del Bosque
Enfermería
Publicado por Cam
Comunicación Social – Periodismo

Este soy yo, tratando de reiniciar un camino…Este soy yo, lanzando una bandera blanca… Este soy yo, cumpliendo promesas y buscando no volver a romper una de nuevo, jamás… Este soy yo, que mantiene un sueño; el de verle publicar grandes artículos con enormes sonrisas. Con ganas de decirle: ‘Estoy orgulloso de ti’. 

Abril, 2018 – 2019


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