Si Podemos fuera coherente con sus discursos electorales, no pactaría con otras fuerzas políticas. No lo haría, como digo, porque ello supondría bailar con la casta; la misma que tanto criticaron desde las tribunas de la Tuerka. Una alianza con Sánchez; Garzón y otras confluencias, sería una patada en el trasero a millones de votantes polemistas. Votantes que confiaron en el morado, y ahora ven como sus papeletas vuelan hacia el tallo de la rosa. Aún así, a pesar de tanto veneno vertido contra la casta; los recién llegados al hemiciclo hablan de diálogo y entendimiento como si nada hubiera pasado. Es, precisamente, esta incoherencia entre hechos y palabras; la que invita al sociólogo a detener su mirada en los recovecos del asunto.
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