YA no queremos más calor, que no es lo mismo, ni remotamente parecido, que despreciar al verano. Vaya que no. No son daños colaterales establecidos legalmente, aunque estadísticamente las probabilidades aumentan hasta la certeza del termómetro abrasado, que no abrazado. Lo abrazamos en invierno, y también en otoño, esos tiempos de fiebres y gargantas y enrojecidas. Andamos en verano, este verano largo y calentorro, como un trailer de propano recorriendo parsimonioso la Ruta 66. Hemos visto y escuchado mucho esa ruta, más de lo que se imagina, Ry Cooder la ha musicado de maravilla y Wenders la ha filmado más de una vez. Más de una vez, hasta donde se pierde la vista. Recorrer la Ruta 66 es un proyecto vacacional que no he realizado, como tantos otros. Alquilar un ranchera, un El camino estaría muy bien, rellenar de cervezas una nevera de plástico rojo, conducir despacio, admirando ese paisaje que en las películas siempre es el mismo paisaje. Dormir en un motel, habitación enmoquetada y encargado con pinta de aparecer en una película de Gus Van Sant. Preferible a que tenga un cierto parecido con el de Psicosis. Maldito cine, esa escena me ha dejado marcado, de por vida me temo. Si me veo en la obligación de darme una ducha solo, un hormigueo me recorre el cuerpo, pero qué mal ratito paso, de verdad. Me imagino al tío del cuchillo, como el representante más sangriento y terrible de los productos típicos de Albacete, y eso que no tengo cortinilla, pero eso da igual, el miedo permanece. A pesar de los años, y a pesar de las películas. Y es que hay miedos que son como los cantes, de ida y vuelta, y por eso siempre vuelven, como Penélope cantaba tras esa barra almodovariana de aluminio. En realidad, cantaba Estrella Morente, que tiene voz por genética y alma, y Pe movía los labios con desparpajo.Pues eso, volveremos, antes que después, más temprano que tarde, cuando esos grandes almacenes nos digan que los colegios han abierto sus puertas y los coleccionables se adueñen de los kioscos. Volveremos, claro, con la frente marchita o hidratada, cuídese de las calores y de los rayos de Sol, que aprietan de aquella manera. Pero para volver primero hay que irse, ese verbo que muchos, políticos, entrenadores, gestores, banqueros y demás fauna, tanto temen conjugar, como si quemara en sus gargantas. Hay que saber irse, antes de que te echen, Rajoy y los suyos se perdieron esa clase del colegio, qué lástima, con lo bien que les habría venido. Con lo bien que nos habría venido a todos, me temo. Cuando volvamos en septiembre Rajoy seguirá ahí, en su monólogo auspiciado en la mayoría, y Mas proseguirá con su cansina proclama independentista, cogidito de la mano de Junqueras, y Monterroso creerá que lo de su dinosaurio no fue tan buena idea. Cuando volvamos casi todo continuará tal y como lo dejamos, aunque puede que seamos nosotros mismos los que más hemos cambiado. A veces sucede, no siempre, a veces, cuando las estrellas y los planetas coinciden en ese punto que se cuela en el agujero negro que todos llevamos dentro. Puede tener forma de armario, o metaforizarlo como un armario... sigue leyendo en El Día de Córdoba