En España y en el mundo hay noticias tan importantes o más que las de las corrupciones del PP, del PSOE, de nacionalistas como Pujol, o de populistas y estalinistas criados por Chávez-Maduro y por los ayatolás iraníes.
De las corrupciones de Ciudadanos no puede hablarse aún, pero como son humanos ya caerá alguno; lo que demostrará que las excepciones, aunque sean llamativas, no impiden poder decir que la mayoría de los políticos, también del PP o el PSOE, son honrados.
No se le presta atención a decenas, centenares, de hechos importantes porque las televisiones más seguidas sólo inciden obsesiva y únicamente en los escándalos políticos, y casi exclusivamente del PP, sobre los que dictan sentencias condenatorias, a veces sin pruebas.
Cuando el condenado y humillado resulta judicialmente inocente, se busca otro supuesto corrupto para seguir el auto de fe oficiado por un grupo de eclesiásticos periodísticos que hacen de fiscales.
Son el Santo Oficio redivivo, y la televisión especializada en corrupciones, La Sexta, es tan realista que tiene un presentador, Antonio García Ferreras, extraído físicamente de los grabados del primer inquisidor de Castilla-Aragón, Tomás de Torquemada.
Hubo un tiempo en el que las grandes audiencias seguían las series que imitaban la vida real, pero alguien descubrió que eran mejores y más atractivos los espectáculos reales, los “reality shows”.
Pasó lo mismo con la corrupción: se aprendió tanto sobre cómo ser corruptos con las películas y las series americanas que ahora las televisiones viven de hacer “reality shows” sobre corrupciones, ciertas o no, que se presentan como noticiarios. Corrupción parece ser la única palabra existente en español.
Los espectadores, que son electores, viven apasionadamente cada auto de fe, la ardiente pira para delincuentes políticos entre los que se queman vivos a todos los del PP, incluso a los honrados, y cuyo final los volvió ceniza.
Aun sabiéndolo, los espectadores-votantes quedan satisfechos: se sienten vengados.
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SALAS