No se asusten: voy a hablar de fútbol, ese deporte que paraliza cualquier ciudad durante mucho más
Lo de las gafas de sol queda guay, ¿verdad?
de 90 minutos, porque las ruedas de prensa posteriores concentran casi la misma atención que los partidos, sobre todo si quien las da es Llourinho, perdón, Mourinho. Y transforma cualquier ciudad, de verdad, pase lo que pase en el mundo. El fútbol detiene por unos minutos las crisis económicas y la gente se olvida de que está en paro o que no tiene cómo pagar sus recibos. No soy forofa, eso es cierto, ni siquiera semiaficionada. Tampoco sigo la Liga Española, salvo cuando me la topo frente a frente. Como el otro día.
Regresaba a casa de una jornada laboral, a esa prudente hora para salir del curro que es las diez y media de la noche -cuánto me acuerdo de mi abuela cuando me decía “no vuelvas tarde, que te puede pasar algo”-, cuando en mi trayecto habitual salta de pronto ante mis ojos un coche azul marino, completamente detenido en medio de la vía. Busco inmediatamente el motivo de esa parada, molesta porque no veo la hora de llegar a casa, y pienso: no hay más coches en la calle en ese instante, tampoco en doble fila ni mal aparcados; no está el siempre oportuno camión de la basura y menos aún hay un cadáver en medio de la calzada. No. Ninguna razón que quepa en mi cabeza da respuesta a ese parón que ya me irrita.
Es entonces cuando se me ocurre mirar hacia un bar que está en el lado derecho de la calle y es el momento en que lo entiendo todo: el Madrid-Barça del pasado miércoles, emitido en una gran pantalla, no sólo congrega a numerosas personas en el local, sino a los que pasan en coche por delante de la puerta. Sí, es la última moda, ver las secuencias del partido mientras pasas con tu vehículo por la entrada del bar. Al fin y al cabo, el conductor de aquel coche seguro que se había olvidado de sus problemas durante aquellos minutos en que detuvo su marcha en medio de la calzada.
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