Voy a hacer un doctorado

En los tiempos que corren, a veces me recorre por el cuerpo una inquietante sensación de que necesito doctorarme. No me preguntéis por qué, es como un calambre que me dice que el sentido de mi vida está recogido en una tesis por hacer. No sé. Cuando le doy muchas vueltas al asunto me pongo a pensar y a pensar y a pensar en temas que me preocupan para poder empezar a trabajar sobre ellos, y, no os voy a engañar, se me ocurren muchas coas que podrían cambiar el sentido del mundo tal y como lo conocemos hasta ahora.

Tesis número 1: La frecuencia de los movimientos de cabeza hacia atrás de Rafaella Carrá al interpretar sus canciones como un reflejo de ciclos sísmicos y su equivalencia. Esta propuesta la dejé de lado enseguida porque la asumió Rosa.

Tesis número 2: Los cánticos futbolísticos como reflejo de dictaduras patrióticas que ejemplifican el nivel de cultural popular de los pueblos. Del “yo soy español” a “alcohol alcohol hemos venido a emborracharnos el resultado nos da igual”: una compleja evolución.

Tesis número 3: Desarrollo socioeconómico de la Salamanca de principios de los noventa a través de sus hitos: ir al Pryca, comprar libros en Cervantes, quedar en la puerta de Simago, adquirir bragas en Galán y los uniformes en Ara. Debilidades y fortalezas.

Tesis número 4: Estrategias comunicativas en los equipos de baloncesto en los que el entrenador no habla inglés y cuenta con jugadoras de diez nacionalidades diferentes. Del lenguaje de signos a los gritos, pasando por la incomprensión y la más absoluta ignorancia.

Si conocéis a alguien que estuviera dispuesto a dirigirme la tesis, o se os representa alguna otra idea para empezar a trabajar sobre ella, se me ocurre que hoy es un buen día. ¡Feliz domingo!