[Retomo esta columna que escribí hace ya casi 10 años, justamente en el momento que los medios de comunicación de este país exultaban el 25 aniversario de la monarquía en España.
Lo más probable es que 25 años antes solamente cambiase el nombre del régimen]
Reconozco que estos días me siento sobrepasado por los redundantes acontecimientos festivos que realzan la realeza en su nosecuanto aniversario. No me interesa en absoluto saber qué hace esa familia para parecer más cercana al pueblo, pues ni yo ni ninguno de nosotros la elegimos.
Me permito recordarles - aun sabiendo lo impopular que puede resultarles en estos momentos, mi opinión- que hace veinticinco años hubo un generalísimo que antes de morir, decidió por propia voluntad, que las generaciones venideras habrían de tener un monarquía vitalicia. Dicho y hecho. Hízose su voluntad en vida y después de muerto.
Aunque no creo que este sea el momento más idóneo para plantearnos alternativas republicanas, máxime cuando la popularidad de los monarcas alcanza cotas que ni ellos mismos se creen; si que pienso, que esta popularidad no les sería tan favorable si no fuese porque, desde hace tiempo, ha sido cultivada e inseminada artificialmente en la mente del pueblo por parte de la generalidad, centralista, política y mediática del Estado, que salvaguarda su situación manteniendo todas las figuras que contribuyan a su propia continuidad.
Sigo buscando, y por más buscar no encuentro, algún medio que por una vez, sin que por ello las torres de poder que le mantienen con vida se le echen encima, sirva de crítico, cuando haya que serlo, con la monarquía.
Ya estoy harto de la prensa rosa y descolorida que nos atiborra con los nobles niños bien criados de las infantas; y de las dosis telediarias de la primera cadena, que más que un informativo parece un curso televisivo de monarquismo.
En definitiva, espero que algún día, sin tener que ir a ‘cerdos’, se pueda ganar la partida.