El ente estaba agitado, sudoroso, palpitante e irritado tras haber tenido que pagar una pingue recompensa alimenticia para ser lanzado sobre aquellas alturas. El ente era un sapo y Pega y Pica lo conocían de antes, lo revela esta historia, que podéis leer o no, según vuestro criterio.
Ahí estaba. Colorado y preocupado por cual sería su suerte en la lejanía de la charca.
- ¿Otra vez Perreras? ¿Qué haces aquí de nuevo?
- Chicas, sé que a vuestro cinismo de urraca, les será difícil comprender mi caso, pero es una situación desesperada, incluso para un periodista curtido y de raza como yo.
- Conocemos tu caso, no nos largues uno de tus locuciones para idiotas. Sabemos que Carlota Laraña te la tiene jurada porque se ha ido a pique vuestro negociete.
- Tal cual, Pega. Nuestro amigo sapo tenía un acuerdo con la susodicha. Así al acabar sus programas de rabiosa actualidad, ella podía disponer de los contertulios que quedaron enredados en las telas que había dispuesto de forma elegante dentro de los estudios de grabación.
- A cambio, y antes de devorar a sus presas, Carlota les sacaba toda la información posible que entregaba al afamado sapo presentador, convertido en el rey de la charca por sus exclusivas. Pero, un volátil logró escapar y el tinglado se vino abajo.
- Eso son infundios de mis enemigos, yo siempre he estado en favor de los volátiles.
- Digamos, Pica, que siendo el rey de la charca donde está enfangado, no es el dueño del pantano.
- Lo cierto es que ha huido a este árbol escapando de todo el mundo, Pega.
- A ver, amigas urracas, pongamos las cosas en claro: el buen periodismo tiene muchos enemigos. Jamás he traicionado a mis criaturas.
- Pues no es lo que piensan los de Picamos y su amo y señor, el gran abejorro. Te buscan con saña desatada. Incluso están a punto de llegar a un acuerdo con las abejas melíferas para darte alcance.
- Eso es imposible, se llevan fatal entre ellas. Unas están especializados en polen y otras en néctar
- Es posible, pero un enemigo en común incentiva a los adversarios.
- La brutalidad y el sadismo de mis enemigos da realce a la importancia de mi labor periodística.
- ¿Qué vas a hacer para salir de ésta?
- Recurriré a los avispones, a las velutinas. Son sanguinarias y asesinas. Un poco de sangre les pondrá en su sitio. Lo mismo a esa araña ridícula que me considera su cómplice. Las larvas de algunas especies de avispas se pirran por unas ricas patitas de araña.
- Mucho trabajo para un sapo solo.
- Desde esta atalaya y con mis reporteros trabajando abajo, puedo conseguir lo que quiera. Además cuento con el apoyo de mis jefes de arriba,
- Creo que ya todo lo tiene decidido, Pega.
- Nosotros no contamos nada en sus planes, Pica.
- Debe ser culpa de la insalubridad de las charcas que le ha hecho insensible a la disidencia.
- Tenemos entonces que volver a aquello. ¿Pata o pico?
- Sí y pico es lo mas ajustado dado lo que larga este sapo.
- Pues démosle con el pico y mandémosle de nuevo a su reino húmedo e infecto.
- Adiós rey de la charca, peligroso intrigante y gran conspirador.
- Adiós indómito sapo, saco de veneno, enemigo letal.
- Este final me suena de antes, Pega.
- Pero es que aquella vez nos quedo bonito y podemos repetirlo. Quizás no se darán cuenta, Pica.