En el verano, de Leopold Karl Walter Graf von Kalcreuth.
Pasó el martes, el miércoles y el jueves, el jueves de hace una semana, un día esplendoroso donde el sol acompañó durante el viaje y donde la calidez de los amigos de Valencia arroparon el espíritu. Hace ya una semana, sí, y parece que fue ayer, quizá porque el tiempo no lo medimos internamente igual según las circunstancias en las que nos desenvolvemos. Y es que llevo un buen número de días luchando con unos vídeos que se me resisten. Al final, no he ganado la batalla, por mucho que he guerreado, y es que la técnica y yo debemos andar reñidas. Es más: he decidido no volver a intentar nunca sacar vídeos propios. Cada uno tiene sus gracias y virtudes y entre las mías no se halla la de defenderme con el formato de la imagen en movimiento, por mucha dedicación que ponga y mucho estudio que le dedique. Conviene darse por vencido cuando no se consiguen resultados aceptables en un área determinada. El mundo está lleno de materias atrayentes y no debemos desgastar la voluntad en aquellas que nos pegan bocados salvajes en la ilusión cotidiana. Con lo dicho, queda claro que jamás me tentará moverme con una cámara y sus resultados. Esto es algo que sospechaba con bastante fundamento, pero que ahora elevo a la categoría de principio propio y me aplico el refrán que dice: «Zapatero a tus zapatos». Entenderéis lo que cuento si miráis el vídeo que cuelgo en esta entrada, el primero de cinco –todos están metidos en el apartado «Vídeos» de la parte superior de este blog–. Al menos, se escucha bien, que ya es algo.He concluido con la gira, con la ronda de presentaciones de «Linaje oscuro» y, ahora, tras esta fase extrovertida y externa, me apetece volver a retomar mis costumbres de ermitaña, esas que me llevan a encerrarme en el despacho. Necesito volver a sembrar, a sentirme pletórica dándole al teclado. Poco a poco, que la literatura no es materia emparentada con el arrebato, he de internarme de nuevo en sus amados cauces amparadores.No me olvido de este blog ni de tantos amigos que hasta su orilla se acercan. Seguiremos juntos, cada uno a nuestro aire y a nuestro ritmo, pero juntos. Aunque observo que en los últimos tiempos los blogs están en decadencia, quizá por esos competidores tan vivos e instantáneos que son las redes sociales, el blog es un reducto de escritura, de pausa lectora, de acercamiento cómplice. Por esas virtudes merece la pena mantenerlo, adaptarlo a nuestro hacer y siempre a nuestra propia disponibilidad, que no es la misma cada día, bien lo sabemos todos. Jamás paso lista y espero que jamás me la paséis a mí, que ya somos todos muy mayores y cada cual sabe las posibilidades e imposibilidades de su día a día. Seamos felices y que una diversión nunca se convierta en una carga.