Revista Cultura y Ocio

Vuelta al año en 52 (o más) cuentos: Jornada XXI a XXII.

Publicado el 13 junio 2015 por Zazou @biblio_zazou
Amar en tiempos victorianos.
Fue tan largo el periodo en que la reina Victoria ocupó el trono británico que en él caben varios capítulos de historia y, en lo literario, la lista de escritores y sus diferentes estilos es lo bastante prolija para satisfacer gustos muy diversos.
La antología “Cuentos de amor victorianos” recoge veintidós relatos de otros tantos autores unidos por el tema del amor, o por una cierta noción del amor que se desarrolla de distintas maneras. Veintidós, nada más y nada menos. Para pasar una temporada disfrutando de su visita, entretenidos con las vistas largo rato .  
En esta ocasión, he vuelto a pasear junto a tres de ellos cuyo nexo común es enfrentarse al amor no correspondido: la forma en que se encare puede marcar el destino.
EL AUXILIAR DE LA PARROQUIA. Charles Dickens.
Si algo me gusta de Dickens es su capacidad para aunar el sentido de lo patético y el del humor a la hora de presentar a sus personajes, como este Nathaniel Pipkin: desde el físico hasta su comportamiento, pasando por el nombre, el nítido dibujo que hace tiene visos de caricatura.
«Pero el amor es ciego, y Nathaniel era bizco; y es posible que la suma de esas dos circunstancias le impidiese ver las cosas como son».
Todo el cuento puede verse como una caricatura, en realidad, una burla amable que evita la tonalidad sensiblera al contar. Centrada en su protagonista, con los actores secundarios algo desdibujados, consigue que un previsible desengaño amoroso nos arranque una sonrisa. Las cosas son como son; lo que importa es la forma en que se toman cuando vienen.
LA FLOR DEL MEMBRILLO. Henry Harland.
Condensación. Así denominaría a la mayor virtud de los buenos cuentos. Condensar un sentimiento o toda una vida en un solo momento, un solo acto.
El sentido de una vida y una muerte contenido en cuatro brevísimas partes de las que el protagonista no es, en realidad, el amor sino el silencio. Ese silencio que atrapa y condena y sella el destino de los temerosos.
«“Vivir es arriesgarse a cometer errores”, pensó. Era una frase que había leído en algún libro unos días antes; entonces había sonreído al verla; ahora resonaba en sus oídos como la voz de un diablo burlón».
Quien no se arriesga no comete errores pero, probablemente, tampoco vive, puede darse a entender. El no atreverse marca tanto como el equivocarse, y quizá más. Como nos cuentan los cuatro actos de esta pieza, cuidadosamente envuelta, que comienza con la cortés visita de un recuerdo y terminan con la revelación de un secreto. Y de una enseñanza: también la falta de actos tiene consecuencias.  EL CORTEJO DE ANTHONY GARSTIN. Hubert Crackanthorpe.
O: La constancia de un hombre enamorado*. Aquí el único silencio es el propio de la fortaleza que no se amilana, la de la pasión contenida y la generosidad más absoluta; ingredientes todos de lo que conocemos como amor.
El recio, estoico Anthony Garstin es un personaje que parece salir de entre las páginas, tanta es su solidez; un hombre bueno y a la vez humano. No me gusta comparar, pero me ha recordado a algunos personajes de Hardy, igual que el ambiente que rodea toda la historia. De hecho, la sensación de drama soterrado que no llega a desencadenarse se mantiene hasta el final y allí se queda, agazapada como un presagio.
«Estoy tan profundamente enamorado de usted que no puedo sentir celos», dice Anthony. Una declaración que es la semilla perfecta para desarrollar esta historia; una declaración que queda ahí plantada, en la puerta entreabierta de las última escenas, para evocar la historia que puede haber más allá. Un acierto deslumbrante.  
*El segundo título no es real sino una acotación personal.
Vuelta al año en 52 (o más) cuentos: Jornada XXI a XXII.
Esta edición de los “Cuentos de amor victorianos”, de Alba, es la de bolsillo de 2006.La selección y traducción de los cuentos es de Marta Solís, excepto el correspondiente a R.L. Stevenson, que tradujo Susana Badiola.La lista de escritores elegidos contiene nombres tan grandes (Elizabeth Gaskell, Thomas Hardy, Henry James, Oscar Wilde, Wilkie Collins, Joseph Conrad…) que, probablemente, regresaré a ella a lo largo de este viaje. 

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