El colegio elegido es uno cercano, público bilingüe. Después de ver cómo anda la burocracia en estos temas, como os comenté en el post anterior, me temía lo peor para el trámite de la matriculación. Además, no dejaba de leer y escuchar comentarios sobre la pesadilla que suponía todo el proceso. Pero realmente, no sé si por suerte o por distintos niveles de estrés o disponibilidad, no fue tan traumático como temíamos. No hubo problema para acceder a las plazas. El único pero era el escaso margen de tiempo para gestionarlo todo.
La documentación para cumplimentar la matriculación no estaba disponible hasta la apertura del plazo. Y los trámites sólo podían realizarse durante una semana, en un horario de secretaría de una hora escasa, a media mañana. No sé realmente la carga de trabajo que soportan en estos centros, imagino que razonablemente alta, pero para tramitar las matrículas de los 49 niños (contados) que accedían al ciclo de infantil de 3 años, creo que no hacía falta tantas apreturas. Puedo equivocarme, pero me parece ridículo. Máxime cuando hay padres que tienen que buscar ayuda o pedir permiso en el trabajo para poder acercarse al centro a hacer cola, y entregar los impresos cumplimentados.
Entre fotocopias, libros de familia y demás papaleo –que se encargó de rellenar la Maestra Jedi, más ducha en estos menesteres–, la nota simpática la ponen las fotos de carné. En algunas redes ya comentaban lo complicado de poner a posar a pequeños de dos años y medio, pero no hubo demasiado problema, y también se ocupó de ello la madre. El caso es que la pequeña Leia le encanta que le hagamos fotos. Es consciente de que tiene que mirar a la cámara, y cuando le pedimos que sonría, pone la cara de Chandler Bing en el episodio 'El de la foto de compromiso', de la séptima temporada de Friends, pero en graciosa, más adorable aún de lo que es normalmente. Aprieta los dientes y abre los labios en una inmensa sonrisa fingida, de oreja a oreja, pero con una alegría en los ojos que nos hace soltar una risa cada vez que lo hace. Y luego tiene un tic, como de vergüenza o timidez, y se lleva las manos a la cara agachando la cabeza y frunciendo la nariz, como riendo entre dientes. Incluso recordándolo se me cae la baba, no puedo evitarlo. El pequeño Luke también cooperó, así que la sesión de fotos no fue mal del todo.
La matriculas están hechas. Pero aún no sabemos nada de preparativos, AMPAS, material escolar, pautas, horarios... El personal de secretaría nos emplazó a septiembre para una reunión previa –¿previa? ¿ya en septiembre?–, y preparar todo lo relativo al inicio del curso, algo que me parece poco sensato. Otros casos que conocemos, incluso han tenido ya esa reunión informativa. Ya me veo como loco buscando a última hora libros, materiales y complementos, y recorriéndome todas las papelerías y librerías del barrio.
Lo que tampoco tenemos decidido aún de forma definitiva es si vamos a separar a los padawanes en clases distintas o a mantenerlos justos. El centro tiene la costumbre de separarlos, aunque podemos solicitar que los tengan en el mismo aula. Hemos leído e investigado algo, visto argumentos a favor y en contra de cada caso, y como siempre, cada caso, cada casa y cada niño es un mundo, así que no acabamos de convencernos ni decidirmos. Supongo que es una de esas cuestiones que nunca tienen una solución fácil, única ni categórica. Y es algo que se suma a mi inquietud por el día de la separación. Por separarme de ellos, claro. Y por la angustia por la que pasaré esos primeros días. No sé si separarlos o mantenerlos justos ayudará o empeorará la situación, y no soy capaz de discernir si es por mí o por ellos. Ya os contaré. Por el momento sigo asumiendo poco a poco que ya no queda tanto para septiembre.
¡Que la Fuerza os acompañe!