Revista Coaching
Se acabaron las vacaciones. Sí, se acabaron los días de playa, las cervezas en el chiringuito, la comidas familiares, las siestas, los paseos al atardecer, el deporte con los amigos, el tirar el reloj, el trasnochar todos los días, las fiestas los martes, las excusiones por la montaña, el cine de verano, el tinto de verano, la canción del verano... Se acabó el tener todo el tiempo del mundo para jugar con nuestros hijos, para viajar con nuestra pareja, para comer nuestra familia, para jugar al mus con nuestros amigos, para leer o para no hacer nada. Sí todo esto se acabó.
Cómo dicen las televisiones, casi todas las revistas y algunos periódicos se acabó lo bueno, y hay que enfrentarse a la vuelta al cole, a un trabajo espantoso y a un país en crisis. Los medios con sus consejos nos obligan prácticamente a cambiar la sonrisa por una casi inevitable depresión postvacacional, y nosotros como borreguitos bien mandados interpretamos el guión a la perfección.
¿Se acabó lo bueno? ¿Depresión postvacacional? ¡Venga ya! ¡Menuda patraña convencionalista!
No sólo no creo para nada en estas tonterías, si no que me niego rotundamente, otro año más, a formar parte en silencio de este juego absurdo.
Antes de daros mis argumentos, quiero decir para los malpensados que no soy un workaholic y que he tenido unas vacaciones magníficas con mi mujer y con mi familia, largas, relajadas y divertidas que no sólo no me han hecho volver triste, sino que me han servido para traer las pilas a tope y las ilusiones totalmente renovadas.
¿Se acabó lo bueno? En primer lugar no olvidemos que las vacaciones se acabaron sólo para los privilegiados que las hemos podido tener, ya que hay mucha gente que no ha podido desconectar, bien porque han tenido que seguir trabajando, porque no han tenido dinero para poder salir de su ciudad o bien porque forman parte de ese desconsolado colectivo de más de cuatro millones de parados.
¿Crisis postvacacional? Me parece terrible este condicionamiento generalizado por el que nos tenemos que decir los unos a los otros lo bien que estábamos y lo mal que estamos ahora, lo terrible de la vuelta, de trabajar, de la rutina… Menos mal que este año, he encontrado entre tantas necedades a una psicóloga, Vanesa Fernández, que en una entrevista para Europa Press ha dicho que “Las terapias y los psicólogos están para cuando realmente existe una patología, y no hay que psicopatologizar a la gente”.
¿Hay que estar triste por volver al trabajo? ¿Por qué? ¿De verdad que no podemos disfrutar de él? ¿No hay nada que nos guste? Quién piense así hoy tiene excusa, porque el mercado laboral está muy complicado, pero espero que cuando las cosas cambien deje la queja y se busque otro trabajo donde poder encontrar la felicidad. Sí yo creo que es posible ser feliz también trabajando, otro tipo de felicidad con la que se disfruta afrontando retos, relacionándose con personas, ofreciendo un buen servicio a los demás y sintiéndote útil.
¿No queremos rutina? ¡Venga ya! Si luego llegamos a nuestros destinos vacacionales y desde el segundo día, sino antes, ya no hemos creado una nueva querencia: nos levantamos a la misa hora, bajamos a la playa a la misma hora, tomamos la cerveza en el mismo chiringuito…
¿Lo bueno sólo está en vacaciones? Es como si la felicidad se tuviera que limitar a los fines de semana, al verano, las navidades, las comidas y los días de fútbol. Me parece una visión terriblemente reduccionista de la vida, algo así como una felicidad interruptus, donde siempre nos quedamos a medias, porque cuando estamos disfrutando llega un domingo por la tarde y nos agua la fiesta.
¿Por qué no cambiar esta visión por una donde la felicidad pueda ser 24h? Una forma de entender la vida donde tratemos de disfrutar de todos sus momentos, de cada uno a su manera, donde podamos disfrutar más de tres días a la semana, donde levantarnos a diario no sea una condena. Las quejas son el recurso del mediocre, cambiemos nosotros, nuestra actitud para poder empezar así a transformar todo lo que no nos gusta en nuestra vida.
Me acordaba viendo a nuestra Selección arrasar a Francia en el Eurobasket, del añorado periodista deportivo Andrés Montes. Este solía gritar en sus retransmisiones tras una buena canasta “¡La vida puede ser maravillosa!”, y sin duda puede serlo y lo es. Es maravillosa en vacaciones y también puede serlo el resto del tiempo si queremos.
Dejemos las quejas, los tópicos, los prejuicios y volvamos decididos a saborear la vida, toda la vida, cada minuto de ella, porque sólo tenemos una.
¡Qué tengáis una temporada maravillosa!