Paseando por las calles sin rumbo fijo, con mi música como única compañera, transito por mi ciudad en estos últimos coletazos del invierno en una tarde especialmente fría y gris, como si este se quisiera revelar y hacerse sentir con fuerza en sus días finales, ante la inminente llegada de la primavera con sus colores, aromas y luces.
Camino observando a la gente, tratando de adivinar algo sobre sus pensamientos y sentimientos. La música me ayuda a dar sentido a todo aquello que veo, percibo e incluso a los pensamientos que pasan por mi cabeza en este momento de soledad acompañada por mis canciones favoritas. Es buen momento para reflexionar, camino deprisa, siempre lo hago, como si quisiera huir o llegar a un destino concreto cuando estoy caminando sin un rumbo determinado.
Aislado del sonido ambiente de la calle, suena a gran volumen, una bonita de canción de Bob Dylan “Tomorrow is a long time”
No puedo mirar mi reflejo en el agua…
No puedo Decir las palabras sin mostrar dolor…
No puedo escuchar el eco de mis pasos
Ni recordar el nombre de mi propio nombre…
Particularmente la versión original del propio Dylan no es la que más me gusta, prefiero la de Jimmy Lafave o incluso la que tengo en mi lista de reproducción la del gran Elvis Presley.
Atravieso un parque solitario, normalmente suele estar muy concurrido en las tardes de fin de semana, pero debido al tiempo desapacible, hay muy poca gente. Me fijo en una chica joven, no tendrá más de 16 años, pasea con desgana a un pequeño perro resignada y seguramente obligada por sus padres. Lo que probablemente fue un capricho, un regalo, un juguete, hoy se ha convertido en una pesada carga, mientras pasea no deja de mirar y teclear su teléfono móvil inmersa en temas más interesantes, para ella, que la tediosa tarea de pasear a su mascota.
A lo lejos una joven pareja sentada en un banco, ajenos a las inclemencias meteorológicas se besan apasionadamente, el amor lo puedo todo incluso el frio.
No sabía dónde buscarte anoche No sabía donde encontrarte
No sabía como podía tocar esa luz que siempre se reúne detrás de ti.
No sabía que encontraría un camino Para encontrarte en la mañana
Esta es una de las estrofas de la canción Love is our cross to bear del cantante americano John Gorka, que por su apellido no se si tendrá orígenes vascos, pero la vedad es que desde que descubrí a este, llevo algunas de sus canciones en mis listas de reproducción favoritas.
El viento arrecia y el cielo se oscurece cada vez más, comienza a llover con fuerza, la gente se refugia en los soportales, otros abren sus paraguas, yo dejo que la lluvia me moje, siento las frias gotas de agua que escurren por mi cara, me quito por un momento los auriculares, hay sonidos que aunque carezcan de melodía merece la pena escuchar por su musicalidad; la lluvia, el chasquido del fuego, las olas del mar, el murmullo de un arroyo. Y es que muchas veces huimos del silencio, ese sonido sordo que comparte espacio con la soledad, por eso necesitamos llenarlo con ruidos cotidianos como la radio, la televisión, la conversación o llenarlo con la música. El silencio, solo algunas veces, resulta necesario para el descanso y la desconexión, pero el resto del tiempo tratamos de acallarlo con sonidos o ruidos.
Aparece sonando en mi ipod una curiosa versión de Los Sonidos del silencio” de una banda de Heavy Metal de Chicago llamada Disturbe.
La lluvia cesa, los rayos de sol aparecen timidamente creando una bella combinación de colores, contrastes, olor a tierra mojada. Las gotas de agua se deslizan suavemente por las hojas de los arboles se vuelven doradas por la luz del sol, el aire es puro, limpio, la serenidad se apodera de este momento en el que la oscuridad deja paso a una luz inmaculada. El intenso reflejo del sol en los charcos del asfalto crean un brillo deslumbrante. Un extraordinario momento, mágico, en pocos minutos todo ha cambiado las oscuras nubes, el viento, el frio, ahora el sol cada vez va tomando más fuerza, es como cuando algo nos atormenta y no vemos la salida, pero de pronto todo parece tan sencillo y quedan atrás nuestros miedos y cuitas, la calma vuelve a nosotros y todo se ilumina. Me salgo por un momento de la lista de reproducción que había seleccionado para esta ocasión, quiero buscar una música que concuerde con este momento, encuentro una canción de la banda Ahab, un grupo folk Inglés con una música fresca, alegre y desenfadada encaja perfectamente con este instante, con este renacer, con este brillo, con este momento mágico que me regala la naturaleza.
Sigo caminado siento una sensación de paz, de alegría contenida, es curioso como los agentes meteorológicos pueden influir en nuestro estado anímico. Atrás quedarán los frios días del duro invierno.
Se que tengo que olvidar
este frío mes de enero,
luego volveré a brillar de nuevo.
Archivado en: DE TODO UN POCO, Uncategorized Tagged: el sol vuelve a brillar, vuelve la primavera