Meses sin escribir. Lo siento.
Sinceramente se me han hecho cortos. He estado concentrada en criar y en mis propios proyectos de vida. En darle forma a ideas a las que casi no dedicaba horas, a re-estructurar mis planes de futuro. En cuidar de mi familia y ver crecer a mis piojillos.
A partir de ahora tendré más tiempo y dedicaré mis jornadas a los proyectos profesionales de antes y a escribir. De repente me sobrarán las horas... y todos esos minutos en los que mirábamos pasar el día siguiendo a las hormigas en el parque, recogiendo palos y haciendo tartas de arena, cantando feliz cumpleaños a diario, se quedarán guardados en el cajón de mis recuerdos de madre: Piojillo entra al cole.
Es cierto que podría no ir. Pero ya no puedo ofrecerle la misma dedicación que exige y se merece. De cierta forma, le he quedado pequeña y ya no puedo atenderle sin desanteder mis obligaciones profesionales y viceversa. Ha sido una decisión difícil y meditada. Una elección cuidada de la que será su segunda casa: un sitio maravilloso en el que confío plenamente.
Me cuesta escribirlo. C O L E. Sé que el sitio elegido no podría ser mejor y que estará cuidado y querido como si estuviera en casa; pero no puedo evitar sentir un nudo en el corazón. Ver volar a los hijitos duele físicamente.
Mi bebé, mi último hijo. Esta vez es de verdad. No habrá más bebés propios en mi vida. Ha sido un privilegio. Es verdad que he renunciado a muchas cosas en estos casi tres años. Pero Piojillo, jamás ha sido cuidado por nadie que no fuésemos nosotros... le he dedicado a este pequeño, en toda mi consciencia, todo mi tiempo y dedicación. Por todos los momentos que les robé a sus hermanas; por todo lo ausente que pude estar en otras crianzas. Para curar lo que no hice o dejé de hacer.
Y el tiempo ha llegado.
Me es muy difícil ser madre de tres generaciones diferentes. Preocuparme por la universidad, los cambios hormonales que se vienen y la compra de un baby... todo al mismo tiempo. Dividir el cerebro para ofrecer soluciones y acompañamiento, sin sobrestimar a unos ni subestimar a otros. Sin guiar demasiado, sin abandonar a su suerte. Intentando hacerlo bien. Acabar harta de todos y al mismo tiempo morir de amor con sus conversaciones y ocurrencias. Necesitar vacaciones de hijos y no saber vivir sin ellos....
Creo que también he dejado pasar este tiempo para releer. Y para leer entre líneas. Para sentir que la perfección no existe y perdonarme por ello. Que aunque te equivoques, hay algo de magia en la vida que hace que, de todas formas, los hijos te quieran y quieran ser buenas personas. Veo a mis hijos, de edades tan distintas y necesidades tan diferentes, crecer sanos y felices... y siento que no necesito nada más.
Vuelvo. Os voy a contar aquí, como siempre, lo que pienso respecto a la maternidad y sus anexos. Compartiré experiencias propias y prestadas. Os mantendré al tanto de mis proyectos en Entre Mamás y en otros espacios. Os espero de nuevo.
Gracias por estar.