Revista Cultura y Ocio
Seis años antes de aprobarse la Constitución Española, el dos de noviembre de 1972 en la ciudad de Tuy y después de un largo debate, un grupo de 90 jóvenes entre 14 y 16 años decidimos fundar una ciudad modelo. Ese día el recién elegido alcalde de nuestra ciudad recibió una paloma de papel en la que podía leerse: "Inauguración en Tuy de una nueva ciudad. 1972". Y a partir de ese momento comenzó una experiencia inolvidable.
Hay que precisar que el grupo de jóvenes que convivíamos en aquel internado formábamos la promoción de juniores de las provincias maristas de Castilla y León que aspirábamos a formar parte en el futuro de la comunidad marista. No era exactamente como "ir para cura", pero se le parecía bastante.
Hay que aclarar, a su vez, que la idea de "la ciudad" debía sonar bastante rara, incluso escandalosa, a algunos de dentro y de fuera de los muros del viejo juniorado. Detrás de la gestación de esta original fórmula estaban las ideas pedagógicas del movimiento de Escuelas Democráticas, entre ellas la de Summerhill, escuela inglesa fundada en 1921 por Alexander Sutherland Neill. También era popular entonces la Ciudad de los Muchachos fundada por el Padre Silva en Ourense (Benposta), en 1956. Seguramente también era conocida la película homónima de Norman Taurog y protagonizada por Spender Tracy en 1941. Había pues ya un caldo de cultivo propicio: sin embargo, aplicarlo a la educación de jóvenes aspirantes a hermanos maristas era una audacia inconcebible.
Hubo de ser la personalidad y ganas de hacer algo nuevo del grupo de hermanos formadores a cuyo frente se encontraba Miguel Ángel Santos Guerra las que, sostenidas por las teorías pedagógicas recién estudiadas, decidieran poner en práctica esos conocimientos aplicándolos a este grupo que aquí veis cuyas vidas podían cocinarse al fuego lento de las rutinas y el trabajo o bien a la peligrosa presión de la olla de vapor.
Así que se convenció a quién fuera preciso, se abogó y razonó a quien mandara en semejantes cuestiones y, con grandes reparos seguramente, se concedió el nihil obstat al experimento.
Así pues, aquel 2 de noviembre, se inauguraba oficialmente Walden 3: ciudad joven. Atrás quedaban largas sesiones (a veces apasionantes, a veces tediosas) de discusiones, propuestas, votaciones... Por la fecha de comienzo del curso deduzco que fueron casi dos meses de maratoniana preparación democrática. El hermano Miguel Ángel nos dio un curso rápido (¡Qué falta hacen hoy en día!) de normas y habilidades parlamentarias. Allí aprendimos el significado de: "Moción de orden", "Intervengo por alusiones" , "Punto de información"... Aquello funcionaba. Nunca he visto en una asamblea una dinámica tan organizada como entonces. Teníamos un extenso programa de tratamiento parlamentario: elecciones de alcalde, teniente alcalde, jueces, concejales, nombre de la ciudad, bandera, lema, insignia, himno, leyes... Con el peso de las sesiones los duros bancos se hacían insufribles pero todos participábamos con ilusión y comprobábamos asombrados cómo un tema tras otro se solventaban con nuestra activa participación.
Hoy día, ya sé que había un mucho de truco, un algo de pirata en todo aquel planteamiento. La elección de temas, el orden del día, la moderación en intervenciones y comentarios, las intervenciones oportuna, la última palabra... Los hermanos desplegaban su prestidigitación y su autoridad moral, si algún asunto se volvía escabroso o excesivametne polémico para los objetivos finales del juniorado. (Tampoco es muy diferente de un parlamento nacional actual).
En los dos años que permanecimos en Tuy se fundaron consecutivamente dos ciudades: Walden 3 (con claras alusiones al clásico de la literatura americana Walden de Thoreau y a la novela utópica Walden 2, de Skiner) y Edelweis (mítica flor alpina que sobrevive en las cumbres). "Creemos el hombre nuevo", canción del grupo Aguaviva sobre un poema de Rafael Alberti fue nuestro primer himno, el año siguiente adoptamos "Gritaré" de Ricardo Cantalapiedra. También determinamos cómo serían las banderas. La insignia de ambas ciudades fue la flor de edelwais. Álguien hizo un bello diseño del que se encargaron copias para todos. Era una insignia preciosa, lástima que no la conserve. Incluso se confeccionó un sello con su imagen... Incluso teníamos oración propia la "Oración del Ciudadano de Walden 3", que aún conservo.
Unos años después de abandonar aquella ciudad tomé un bolígrafo y unos folios y me propuse plasmar lo que recordaba de su funcionamiento. Los tengo delante de mí. Sobre el verde pálido la letra menuda y desgarbada de aquella época y una exposición bastante detallada de su funcionamiento. Estoy editando una págiana especial sobre sobre todo ello. Aparecerá en breve.
En el día de hoy, 32 aniversario de Nuestra Constitución Española, rindo un homenaje a aquel movimiento ciudadano que nos hizo vivir intensamente un modelo de ciudadanía ejemplar (dentro de lo que podía esperarse).
Ayer, sustituyendo a un profesor en una clase de 5º de primaria, me tocó impartir Educación para la Ciudadanía: asignatura imprescindible a la que no se aprecia lo suficiente y se rechaza desde algunos sectores. Incluso es relegada a la última hora del horario escolar. ¡Qué distinto me parece todo comparado con aquellos años de responsabilidad y compromiso! Hoy convoco al espíritu de aquellos 90 ciudadanos. Tenemos que intentar arreglar esto:
¡Creemos el hombre nuevo, cantando;el hombre nuevo de España, cantando;el hombre nuevo del Mundo, cantando!
PAGINA ESPECIAL: un resumen de su organización y funcionamiento en página especial y un enlace a documento PDF con artículos de las revistas y documentos relevantes. Espero que aviven viejos y agradables recuerdos.