Revista Economía
Mucho se ha hablado de la crisis financiera y de sus consecuencias, pero apenas nada de sus causas. ¿Dónde están los culpables?
18 de septiembre de 2008. Lehman Brothers, uno de los mayores bancos de inversión de Estados Unidos, se iba a la quiebra ahogado por las hipotecas basura. Es el momento que mejor simboliza una crisis que aún nos continúa azotando. La caída de Lehman también dejó en evidencia que la enorme burbuja financiera había estallado y estaba comenzando a salpicar a otros, como AIG o Bank of America, que ya habían comenzado a tambalearse. El Gobierno consideraba que había bancos “demasiado grandes para hundirse” ya que se provocaría un caos financiero en el país, por lo que acudió en auxilio de la banca. Entre las numerosas instituciones que acudieron al fondo de 491.000 millones de euros aportado por Washington se encontraban los seis grandes bancos de Wall Street: Goldman Sachs, JP Morgan Chase, Morgan Stanley Citigroup, Bank of America y Wells Fargo. De esta manera, el ejecutivo confundía rescatar a los bancos con rescatar a los banqueros y a los accionistas.
Pero, ¿quién tiene la culpa de esta grave situación? Sin citar a nadie, el presidente Obama afirmó en los inicios de su mandato que la “codicia e irresponsabilidad por parte de algunos” habían dejado la economía norteamericana –y mundial, añadiría yo- en una situación “muy debilitada”.
Aunque las autoridades también tuvieron parte de la culpa. La Casa Blanca y la Reserva Federal también habían alentado prácticas poco éticas. Según Paul Krugman, el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, expuso en un discurso antes de la crisis lo que para él eran algunos ejemplos de innovación financiera: las tarjetas de crédito (algo inventado hace años) y las hipotecas subprime (“no me lo invento”, afirma Krugman). Eran productos innovadores que fomentaban la competitividad y que, por tanto, justificaban las gigantescas primas de los ejecutivos. Nada más lejos de la realidad.
Alan Greenspan, Ben Bernake y George Bush.
Según The New York Times, “la política inmobiliaria de la Administración Bush y su estrategia no intervencionista en lo referente a la reglamentación fomentaron unos criterios de préstamo laxos”. En 2002, Bush anunció en Atlanta un plan para elevar a 5.5 millones el número de propietarios de vivienda entre las minorías. “Tener casa propia forma parte de la seguridad económica”, afirmó incluso. Aprovechando el boom inmobiliario promovido por la Casa Blanca, y con el único objetivo de maximizar sus primas, los banqueros colocaron hipotecas a todo el mundo. Los préstamos de dudoso cobro se convertían en activos tóxicos que estos iban acumulando sin saberlo. Y las enormes remuneraciones que recibían eran, según los altos ejecutivos, la recompensa a la creatividad y la innovación financiera. En marzo de 2007, Jason Thomas, el analista económico de Bush, advertía al presidente de que el coste de las hipotecas crecía muy por encima del de los alquileres, lo que ponía de manifiesto que los precios de la vivienda estaban inflados. Los bancos comenzaron a darse cuenta de que el valor de sus activos financieros era irreal, lo que desató una tormenta que hizo desaparecer el crédito.
Ahora, la economía norteamericana está comenzando a despegar gracias a las enormes cantidades inyectadas en el sistema económico. Según el economista y Premio Nobel Joseph Stiglitz, ahora estas empresas (los bancos) “si hacen grandes apuestas y ganan, se largan con la recaudación; si les salen mal, el Gobierno paga la cuenta”. Por ello, el congreso y el nuevo Gobierno de Obama han puesto en el punto de mira a las instituciones que fueron rescatadas, con el objetivo de poner fin a las grandiosas primas que obtienen los altos ejecutivos de las entidades bancarias mientras estas se mantienen a flote gracias a las ayudas del Gobierno. Recientemente, la Cámara de Representantes aprobó una ley para poner coto a estas prácticas en las entidades que han recibido ayudas públicas. Ahora falta que el Senado ratifique esta norma, a la que se opusieron una buena parte de los republicanos.
Batiendo los records de 2007
Y la mejora que está experimentando la economía de EEUU justifica, según los banqueros, la vuelta a las primas.Los grandes de la banca, carentes de ética, desean volver cuanto antes a la situación del pasado. Un estudio elaborado por el inglés Insitute for Public Policy Research (IPPR) afirma que la rápida vuelta a la "cultura de las primas" para los directivos de la banca demuestra que la reforma en el sector ha sido "muy limitada". A pesar de que su rentabilidad lograda es ficticia y se basa en las ayudas otorgadas por el Gobierno, los seis grandes bancos de EEUU (Goldman Sachs, JP Morgan Chase, Morgan Stanley Citigroup, Bank of America y Wells Fargo) ya tienen puestos en reserva 52.000 millones de euros para pagar a sus ejecutivos y empleados. Esta cantidad, que incluye sueldos, seguros, pensiones y primas, supone un 20% más que en el primer trimestre de 2008. Para evitar ser controlados, Goldman Sachs, JP Morgan Chase y Morgan Stanley devolvieron las ayudas a principios del pasado verano. El primero de ellos había abandonado su condición de banco de inversión en invierno para poder acceder a los fondos del Gobierno. Según una investigación de la agencia Bloomberg, estos tres bancos entregarán este año a sus empleados, sólo en bonus, 29.700 millones de dólares (19.800 millones de euros), un 10% más que en 2007, el año en el que se alcanzaron los records de primas.
Otro estudio realizado por The Wall Street Journal a 23 instituciones bancarias, entre las que se encuentran los titanes de Wall Street, afirma que, entre gratificaciones y salarios, los bancos darán a sus directivos 140.000 millones de dólares (unos 94.000 millones de euros). El estudio se basa en datos oficiales del primer semestre de 2009 y en estimaciones proporcionales a un año.
En marzo de este año, desde The New York Times lanzaban la siguiente pregunta: “¿deben los ejecutivos quedarse con sus espléndidas gratificaciones cuando los beneficios que generaban su compensación se han esfumado?”. Los ciudadanos norteamericanos consideran que la vuelta a las prácticas del pasado es algo “terriblemente injusto, especialmente después de haber visto a los bancos desviar los miles de millones destinados a permitirles reactivar el préstamo hacia pagos de primas y dividendos gigantescos”, afirma Stiglitz. El fiscal neoyorquino Andrew Cuomo, que investiga estas prácticas en el sector financiero, considera necesario cambiar el sistema actual de retribuciones. Según un estudio suyo, Citigroup, Merrill Lynch, Bank of America y otras seis grandes entidades pagaron el año pasado 32.600 millones en bonus, mientras recibieron 175.000 millones en fondos públicos.
----------El caso de HP----------
Si hablamos de primas desproporcionadas, el caso más sangrante lo ejemplifica Hewlett-Packard (HP), el gigante mundial de la informática, aunque esta no resultó beneficiada de las ayudas públicas. Su presidente ejecutivo, Mark Hurd, se llevó el pasado año 42 millones de dólares en compensaciones. La empresa, que ha visto crecer sus beneficios en un 15% desde la llegada de Hurd en 2005, considera apropiada la suma por el crecimiento “excepcional y sostenido” que ha experimentado bajo su mando. Sin embargo, desde su llegada se ha eliminado el plan de pensiones para los empleados más jóvenes y se ha despedido a un total de 40.000 personas. Mientras el precio de sus productos no para de subir, lo que sí lo hace es la calidad. La revista especializada PCWorld, tras encuestar a 44.000 lectores, afirmó que HP cayó a la última posición en confianza y servicios en portátiles e impresoras, y se encuentra también entre las peor consideradas en ordenadores de mesa.