Revista Cine
Director: Masahiro Shinoda
Hace bastante tiempo que quiero ver "Spy Sorge", película que Shinoda concibió como la última en su filmografía, propósito que ha mantenido hasta el día de hoy y de seguro el de mañana. El asunto es que dura tres horas y en mi casa no se puede estar tranquilo sin que te molesten por más de... digamos, dos horas y un poquitín más. Así que esperando algún día en soledad, y recurriendo a otra película de este director, me decido por una que dura dos tercios menos, "Our marriage", perfecta traducción ya que según google el título en japonés significa, en nuestro idioma, "nuestro matrimonio". ¿Y qué se puede esperar de esta corta película? Grandes cosas. Estamos ante toda una maravilla. Ya era hora de quedar completamente satisfecho con una película...
Keiko y Saeko son dos hermanas que han vivido siempre en la pobreza y que ven cómo sus sueldos suelen perderse entre las deudas que sus padres acumulan entre botellas de sake y redes vacías -el padre es pescador y su trabajo ya no es tan fructífero-, acumulando una comprensible aversión a la carencia material -que provoca malestar emocional por esos "abusos inocentes" de los padres-. Pero Keiko comienza a enamorarse y recibir propuestas de matrimonio, y debe decidir si casarse por amor o por dinero, así puesto en palabras simples.
"Watakushi-tachi..." es una película hermosa pero muy dolorosa, de victorias y derrotas, aunque -esto siendo algo notable- totalmente sencilla y de bajo perfil en sus acontecimientos. No hay grandes ni traumáticos acontecimientos que súbitamente transformen la vida de estos personajes en un infierno por la magnitud colosal que pueda tener, qué sé yo, la muerte de un familiar o alguna presencia amenazante; por el contrario, los hechos son tan impactantes y memorables debido a su contundente honestidad, manifestada sin estridencias de ningún tipo... si ya se dijo que una de las gracias de este enorme filme es su sencillez. Se siente como la vida misma, con una cosa pequeña que adquiere dimensiones enormes y cuasi catastróficas porque hay (más) personas involucradas metiendo su cuchara. Keiko, que es la hermana en quien recae mayor peso dramático, debe elegir cómo continuar su vida a raíz de varias propuestas matrimoniales, todas ellas provenientes de sujetos con distintas personalidades, cosmovisiones y patrimonio económico. No es una elección fácil, y sobre este respecto encontramos otra de las grandes cualidades de la película: la mirada con que se trata el entuerto. Me parece genial que Masahiro Shinoda no pretenda dárselas de maestro de escuela, forzando lecciones morales sobre un asunto cruzado por lo romántico, lo pragmático y hasta lo retrógrado, para restregarnos en el rostro la respuesta -la elección- "moral y humanamente correcta". ¿Qué eso eso, en todo caso? No importa lo que dicte la sociedad -y esto es vago, pues estamos en Japón y ya sabemos que hay diferencias entre occidente y oriente, que pueden tener mayor o menor preponderancia en un asunto como el que retrata la película- sino lo que sienta Keiko. Así de simple.
No se confundan. Puede que la premisa argumental que les apunté arriba les dé ideas erróneas, pero "Watakushi-tachi..." no se trata sobre la pobreza y la riqueza, y sobre lo moralmente correcto de una hipotética elección entre ambas posibilidades -y ya saben cuál sería "la alternativa correcta" en cintas de dudosa calidad y fin-. No es así de ridículamente taxativo, no es un concurso sobre qué es mejor... no es así la vida, gente. El filme no cae en facilismos del tipo "el pobre es tan tierno y buen hombre... en cambio ese millonario es un ser despreciable y arrogante". La película trata sobre la felicidad y el camino a ésta. Al respecto, Shinoda filma desde una perspectiva humana y comprensible para con su protagonista, quien, al fin y al cabo, lo único que quiere es ser feliz luego de una vida presumiblemente marcada por la sumisión, en la que ella difícilmente ha podido cumplir sus deseos y sueños. A propósito, Keiko, el personaje y la actriz que la interpreta -cuyo nombre se me escapa-, es sensacional: un personaje tan complejo y tan bien interpretado que uno queda pasmado. Todo un agrado verla... qué agrado, un maldito placer. No sólo aguanta el peso de tamaño rol sino que logra impregnarse de él y moverse con total comodidad, transmitiendo sin mayor esfuerzo el dilema vital en el que se encuentra.
Volviendo a eso de que Shinoda no se conforma con esa pérfida visión taxativa entre el bien y el mal -o lo correcto e incorrecto, ya que esto es un pequeño drama-, verán que la película tiene una frescura inspiradora, una capacidad para capturar la verdadera esencia humana -en situaciones tan contidianas y aparentemente banales- que ya quisieran otros que se llenan la boca con su "capacidad para poner en imágenes la realidad de los desafortunados y desamparados" y que terminan forzando la película a su discursito en detrimento de que la película misma respire y sea cine de verdad. "Watakushi-tachi..." es más profundo que ello... muchísimo más: su frescura y libertad -personajes, hechos- habla por sí misma. Pero ahora sí: Shinoda es capaz de generar naturalidad en su relato porque hace que, por ejemplo, todos los pretendientes sean buenos muchachos. ¿No sería mucho más simple que el pobre fuera el caballero y el millonario el villano? No habría por dónde perderse y si la chica elige al villano millonario, entonces es una puta y una mierda como persona... el espectador la tiene difícil para saber por dónde va "la reflexión"... No, señor, nada de esa basura acá: Keiko de verdad está atrapada y ahogada en una encrucijada sentimental. De verdad elegirá a consciencia qué es lo mejor para ella, y el recorrido que la lleva hasta ese punto es notable, tanto por el mencionado naturalismo de la encrucijada y sus elementos como por la reflexion que hay detrás: no todo es blanco y negro; los pobres no son felices por "tener más sentimiento que cosas materiales" ni los ricos son miserables a pesar de tenerlo todo. Hay muchos caminos para llegar a la felicidad, así como hay tantos más para perderse en tristes pantanos llenos de mierda. Y de eso uno se da cuenta sin esforzarse -en el sentido de que lo que se percibe es el sentimiento y no la chimuchina barata-. A fin de cuentas, un relato fluido y coherente con su naturaleza: un relato con vida propia y gran poder cinematográfico. "Watakushi-tachi no kekkon" es prácticamente perfecta. Muy bien escrita y genialmente dirigida.
En fin, vayamos terminando...
Lo dicho, "Watakushi-tachi no kekkon" es una enorme, hermosa y maravillosa película que no sólo los mantendrá atentos con sucesos nada clichés ni descaradamente previsibles -si lo piensan mucho la respuesta igual puede notarse bastantes minutos antes de que efectivamente lo sepamos, pero déjense absorver- sino que los embargará con toda la honesta emoción que desprende cada fotograma. ¿Y todo esto en tan sólo 67 minutos? Qué mejor. Y yo vuelvo a insistir en esto: Keiko, personaje y actriz, es espectacular. Uno queda boquiabierto ante tamaña interpretación, siempre digna y fiel a sí misma. En fin, una joya esta película: honesta, memorable, encantadora, adorable, intensa, deliciosa, poderosa, dolorosa, emocionante: como la vida misma. Imperdible.
Lluvia de capturas