Revista Educación

Watanegui consup

Por Siempreenmedio @Siempreblog

No soy carnavalero, para qué mentir. Aquellos días, ya pasados, en los que la convención social y la pandilla me arrastraban por estas fechas a Santa Cruz eran un auténtico suplicio. Nunca me gustó disfrazarme (aunque alguna vez lo hice bastante bien) y las aglomeraciones de gente me han producido siempre un punto de claustrofobia. En la fiesta del colegio hacía ir a mis padres primero para que comprobaran que efectivamente se celebraba el Carnaval ese día. Sólo entonces me bajaba del coche cargando mi mochila de los cazafantasmas, fabricada con una caja de Ariel y varios tubos de plástico. Que no es lo mío, vamos.

Luego están los otros disfraces, los de a diario. El otro día, a una ex compañera de EGB le dio por empezar a colgar en Facebook fotos de los ochenta, del viaje de final de curso. Por desgracia, salgo en bastantes, a cual peor. En una, haciéndome el galán adolescente con una pose que ni te cuento; en otra, con cara de beato en la puerta de una iglesia. No sé que demonios estaba de moda en esa época, pero íbamos todos vestidos con ropa cuatro tallas más grande, los pantalones remangados, boinas de estampados raros y camisetas con unos altos de manga que no eran ni largos ni cortos, encima con cuello vuelto. Todas las formas de vestir desde los anales de la historia han contado con un revival, con un segundo e incluso tercer momento de esplendor. Todas, menos la de la década de los ochenta. Por algo será.

En fin, imagínense si soy poco carnavalero que hoy, décadas después de mis primeras salidas, he venido a descubrir la letra de una canción que siempre oía en esas veladas en Santa Cruz y que nunca llegué a entender. Aunque a decir verdad, incluso ahora, leyéndola con detenimiento, tampoco la comprendo un carajo. Decía lo siguiente: Watanegui consup / Iupipati Iupipati / Wuli Wani Wanaga. ¿Estará escrita en mapuche o en algún código secreto que sólo entienden los carnavaleros? Unos dicen que es lengua garífuna, de una zona de Honduras; otros que lo que se dice no es más que “what a very good soup”, seguido de una suerte de chorradas. Sea como sea, la canción se llama “Sopa de caracol”, está compuesta por La banda blanca y aquí pueden encontrar su texto completo, para que los amantes de estas noches de frenesí no se pierdan en su complejo estribillo.

El hallazgo me hizo reflexionar. Descubrí que los Carnavales y yo somos como el guatanericonsul y las siete bellas artes, como Luis Deseda perdido en el teatro de la ópera de Viena: totalmente incompatibles.

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