Está claro que las tecnologías nos cambian la vida. Sucede en todos los ámbitos y en el de la comunicación no es para menos. Transforma nuestras rutinas, nuestra vida cotidiana... Y en muchos casos no nos damos cuenta.
En ocasiones las tecnologías son las mismas (en uno u otro ámbito... en casa o en el trabajo, con amigos o con clientes) pero el alcance y los comportamientos son diferentes, claro. Sin embargo, las habilidades o capacidades para dominarlos pueden resultar, incluso, similares.
¿Os habéis planteado hasta qué punto estos nuevos usos y herramientas modifican nuestro comportamiento día a día?
Os pongo un ejemplo muy claro: un malentendido con una amiga. Me avisa por What's app que viene a devolveme una cosa. La veo y discutimos. Por el móvil me envía un sms tranquilizándome despues de la discusión. A la vez yo estoy usando What's app con otro amigo para desahogarme. Este amigo envía luego un mensaje privado por Facebook para preguntarle a la amiga cómo está. Al día siguiente, hablo con ella por el chat de Facebook para saber si está menos enfadada. A la vez mi amigo no da señales y le pregunto si se enteró del mensaje. Pero no me contesta hasta más tarde por mail. Le escribo una respuesta larga donde le doy mis argumentos. También escribo una respuesta larga para enviar por privado a mi amiga y a otra amiga común que tiene una postura contraria a la mía.
Como pasan las horas y no sé nada de ellas, le envío un sms a la afectada. Pero me llama la segunda amiga para decirme que ella está ocupada. Hablamos y se preocupan de que en la historia no se haya recibido el interés o participación del amigo común. Le pregunto al amigo por mail si me ha leído. El amigo contesta a las amigas y a mí. Luego chateo un poco con la amiga enfadada. Nos aclaramos bastante. Estoy más tranquila, con Spotify escucho canciones que me relajan. Comparto alguna en mi muro de Facebook. Mi amiga sabe así que todo va mejor. Aviso a los demás de que el enfado es menor. Todos lo celebran. Ahora nos enviamos un sms de tranquilidad para que los afectados no se preocupen. Y por chat de Facebook mi amiga me gasta bromas para recuperar nuestro buen 'rollo'. Y ahora en los muros de Facebook, que se habían quedado algo parados, volvemos a publicar comentarios e incluso una cita para vernos todos de nuevo.
Han pasado dos días. Yo estoy exahusta. El enfado se ha resuelto de una forma eficaz. Gracias a las nuevas herramientas hemos podido hacernos un seguimiento minuto a minuto de nuestro estado de ánimo. No ha habido lugar para el vacío o la ausencia. Nos hemos acompañado. Hemos disfrutado de la cercanía que permite arreglar mejor un conflicto... Pero hemos acabado desbordadas. En 48 horas he tecleado cientos de argumentos, ideas, descripción de sentimientos, datos, disculpas... .me he enfadado, me he arrepentido...
La vida discurre de manera eficaz por estos canales pero lo hace a velocidad vertiginosa. Estoy contenta de contar con estas herramientas para haber podido expresarme con la mayor eficacia, pero también estoy completamente agotada e incapaz de explicar un dato más de nuestro pequeño malentendido.
Y ahora veo que en otro órden de influencia, esto que ha ocurrido en mi vida cotidiana es lo mismo que pasa día a día en otros ámbitos en los que la comunicación es protagonista. Y la forma de resolverlo no es muy diferente: multicanal, con diversos portavoces, sintonizando todos para coordinar las ideas, controlando cada uno su ámbito de influencia, trabajando todos en sinergia y apoyándonos en la mejor herramienta para cada mensaje.