Revista Cultura y Ocio
¡Saludos, patatas! Hace sgilos que no escribo, y, como siempre, pido disculpas. Ya sabéis, haces planes para la vida y mientras la vida pasa, y te roba tiempo, pero yaaa se acerca el veranito, y eso ha estimulado el lado creativo de mi cerebro (creo que tengo un lado creativo, o si no todo mi cerebro es creativo y ha despertado de la siesta o, no se, algo de eso). Bueno el caso es que estoy empezando una super historia, si, historia, no voy a llamarlo libro porque no espero que sea solo uno, ni dos. Simplemente creo que he dado con mi Universo, ese propio que llevamos todos dentro esperando a ser escrito, y s extenso, muy extenso, y por primera vez me lo paso verdaderamente bien escribiendo. De momento no tiene nombre fijo, pero tengo la historia bien clara, y bueno, no prometo ser constante, ni poneros un capitulo al día (tal vez uno a la semana, pero depende de mis actividades lúdicas y estudiosas), pero os prometo acabarla. Tampoco va a ser como las otras, lo admito: escribía rápido y sin cuidado. Esta historia es mia, mi bebe, mi niño, y requiere paciencia. Van a ser capitulos largos, en primera persona (salvo el prólogo, que es literalmente una intro), detallados. Al fin y al cabo, es un joven que os va a contar su peculiar vida. Bueno, vamos allá.
Prólogo
La vida de Max era perfecta, o al menos así la calificaba todo aquel que le conociese, y él era feliz, o al menos eso aseguraba todo el mundo. Sus padres eran ricos, pero no de estos ricos que tienen un chalet y pueden irse de vacaciones mas de dos veces al año, eran ricos de esos que tenían un Jet privado. Tampoco eran ricos por herencia, eran ricos por trabajo. Su padre era médico, era uno de los mayores neurocirujanos de todo el mundo, y su madre era una de las mejores y más bonitas estrellas de cine. ¿Que como se conocieron? En el hospital. Ella tenía cáncer cerebral, él la salvo, ella pagó la primera cena para darle las gracias, el resto lo hizo la luna y la luz de las velas en aquel precioso restaurante de Santa Mónica: aunque el sonido de las olas rompiendo contra la playa en el paseo que habían dado también había ayudado. El resultado, cinco años después, había sido Max. Era un joven de trece años, alto, de cuerpo atlético, con el pelo más rubio que el trigo peinado con flequillo hacia el lado derecho de la cabeza, y los ojos de un azul intenso inquietante. Tenía una sonrisa preciosa, de esas que te paran el corazón y te hacen perder el aliento. Su personalidad bien podría haber sido la de un príncipe azul, salvo que no consideraba que hubiese que cuidar a las chicas, si no que, en la mayoría de casos, eran ellas las que cuidaban del hombre y se partían el lomo porque ellos fuesen felices. Ellas eran las fuertes. Lo había aprendido con Kelly, una chica que iba con él a Karate, surf y baloncesto. Y bueno, a cualquier deporte que a él se le ocurriese apuntarse. Era lo que tenían en común, su amor por el ejercicio físico. Y ella era lo más bonito que él había visto en sus trece años de vida. No es que la hubiese visto en su primer día de clase y se hubiese enamorado o algo, no. Era solo que la veía preciosa. Su primer encuentro había sido con seis años, cuando su padre lo llevó por primera vez, con una tabla bajo el brazo, a la playa. Había sido la típica escena pero contada al revés: chico torpe sube a tabla por primera vez, ola golpea chico, chico cae al agua y se da un buen revolcón, chico se asusta y empieza a ahogarse, chica aparece nadando y lo rescata, y chica regaña a padre de chico por no estar mas atento. Después… bueno. Después la empezó a ver un día tras otro. Fuese adonde fuese ahí estaba ella, y ahí estaba él mirándola, embobado, sin ser capaz de hablar. Siete años después no habían intercambiado ni una sola palabra. Siete años después… bueno, que os lo cuente él:
Vale, pues eso es el prólogo. llevo ya casi siete páginas del primer capítulo, en cuanto este perfecto lo subire. Y bueno, no he venido hoy solo para eso, si no para también decir que una adorable amiga mía esta empezando por fin su blog, y está preparando su primera entrada, sobre, bueno, que hacer cuando la cagas y te metes en la carrera equivocada. Aun no esta listo, pero yo os voy dejando el link: http://iriacosassobrecosas.blogspot.com.es/Y tal vez ella y yo os deleitemos pronto con un blog conjunto que tiene una pinta genial.
¡Un saludo, patatas, have a good day, carpe diem y todo eso!
Prólogo
La vida de Max era perfecta, o al menos así la calificaba todo aquel que le conociese, y él era feliz, o al menos eso aseguraba todo el mundo. Sus padres eran ricos, pero no de estos ricos que tienen un chalet y pueden irse de vacaciones mas de dos veces al año, eran ricos de esos que tenían un Jet privado. Tampoco eran ricos por herencia, eran ricos por trabajo. Su padre era médico, era uno de los mayores neurocirujanos de todo el mundo, y su madre era una de las mejores y más bonitas estrellas de cine. ¿Que como se conocieron? En el hospital. Ella tenía cáncer cerebral, él la salvo, ella pagó la primera cena para darle las gracias, el resto lo hizo la luna y la luz de las velas en aquel precioso restaurante de Santa Mónica: aunque el sonido de las olas rompiendo contra la playa en el paseo que habían dado también había ayudado. El resultado, cinco años después, había sido Max. Era un joven de trece años, alto, de cuerpo atlético, con el pelo más rubio que el trigo peinado con flequillo hacia el lado derecho de la cabeza, y los ojos de un azul intenso inquietante. Tenía una sonrisa preciosa, de esas que te paran el corazón y te hacen perder el aliento. Su personalidad bien podría haber sido la de un príncipe azul, salvo que no consideraba que hubiese que cuidar a las chicas, si no que, en la mayoría de casos, eran ellas las que cuidaban del hombre y se partían el lomo porque ellos fuesen felices. Ellas eran las fuertes. Lo había aprendido con Kelly, una chica que iba con él a Karate, surf y baloncesto. Y bueno, a cualquier deporte que a él se le ocurriese apuntarse. Era lo que tenían en común, su amor por el ejercicio físico. Y ella era lo más bonito que él había visto en sus trece años de vida. No es que la hubiese visto en su primer día de clase y se hubiese enamorado o algo, no. Era solo que la veía preciosa. Su primer encuentro había sido con seis años, cuando su padre lo llevó por primera vez, con una tabla bajo el brazo, a la playa. Había sido la típica escena pero contada al revés: chico torpe sube a tabla por primera vez, ola golpea chico, chico cae al agua y se da un buen revolcón, chico se asusta y empieza a ahogarse, chica aparece nadando y lo rescata, y chica regaña a padre de chico por no estar mas atento. Después… bueno. Después la empezó a ver un día tras otro. Fuese adonde fuese ahí estaba ella, y ahí estaba él mirándola, embobado, sin ser capaz de hablar. Siete años después no habían intercambiado ni una sola palabra. Siete años después… bueno, que os lo cuente él:
Vale, pues eso es el prólogo. llevo ya casi siete páginas del primer capítulo, en cuanto este perfecto lo subire. Y bueno, no he venido hoy solo para eso, si no para también decir que una adorable amiga mía esta empezando por fin su blog, y está preparando su primera entrada, sobre, bueno, que hacer cuando la cagas y te metes en la carrera equivocada. Aun no esta listo, pero yo os voy dejando el link: http://iriacosassobrecosas.blogspot.com.es/Y tal vez ella y yo os deleitemos pronto con un blog conjunto que tiene una pinta genial.
¡Un saludo, patatas, have a good day, carpe diem y todo eso!