Hay algo que últimamente me tiene mal, que me arranca el corazón del pecho, voy de un lado para otro deambulando sin saber que hacer, y es que sí, ya se acabaron las vacaciones, sniff, sniff, (eso es la onomatopeya de llorar, no estoy haciendo nada raro), he vuelto a levantarme temprano, a los atascos, a la ciudad, a la jungla. Durante las vacaciones, nos levantábamos y yo me asomaba a la puerta con Matteo en el brazo y él me señalaba hacia la derecha y era que quería ir a la playa que estaba a 50 metros, ahora te asomas a la puerta de casa y si te descuidas, un coche te salpica una piedra en toda la frente.
Las vacaciones fueron la bomba, Matteo se metió por primera vez en el agua del mar, y flipó, es más, voy entrando por la orilla como un pato mareado, por lo fría que está el agua y él se me va tirando del brazo, ya una vez dentro mete la cabeza debajo del agua en un éxtasis de subidón, un día le dejaron un flotador de su tamaño y me miró con las pupilas dilatadas, en plan "yuooossss!!! eso es para mi?" y dentro del flotador se separaba de mi, y claro, ya se lo tuve que quitar porque se me iba nadando para la Gomera. En fin fueron muy buenas y desconecté, porque he llegado a la oficina y no me acuerdo de ninguna contraseña, ahora solo me quedan unos días vagando como un alma en pena y ya se me quitará, o eso espero, ainsss.