En la naturaleza, lejos de la civilización e inmersa en territorios desconocidos, está la semilla de donde germina el terror en los humanos. Como ya vimos con los troles, del aislamiento, la oscuridad y lo inhóspito nacen los monstruos. A pesar de su origen puramente artificial, son un reflejo nuestro más salvaje, así como habitante de la naturaleza que invierte los roles habituales para convertirnos en presa. Entre este tipo de criaturas, se encuentra el temible wendigo.
Generalmente se le llama wendigo, pero también recibe el nombre de windigo, windago, wendago, wendigo, wendigowak, kokotché, atchen, withigo, whit-ti-o, kookoodji, vitico, wittokah o Weeteeg.
Entre los pueblos algonquinos del este de Canadá, como los cree o los ojibwa norteños, se hablaba de un solitario gigante de ojos saltones, corazón de hielo y una boca sin labios con dientes afilados de la que se derramaba sangre, debido a que él mismo los ha devorado. Se decía que, en el frío del invierno, acechaba en los bosques, desplazándose literalmente como una tempestad que arrancaba árboles y cazando humanos. Con sus dientes torcidos producía un potente silbido que acompañaba a esta tempestad. Tales fenómenos naturales podían presagiar su inminente llegada, por lo que creían conveniente huir y dejar que los chamanes desviaran su camino. Aunque tiene forma humanoide, sus miembros son deformes, acabados en garras, especialmente en los pies, donde solo tiene un dedo con una gran uña. Por lo general son una fuerza imparable que arrasa con cualquier criatura y que no se ve frenado por ningún obstáculo.
El wendigo era el causante de varios males, como las congelaciones, las desapariciones y las hambrunas, pero también podían poseer a un ser humano, conduciéndolo a la locura y al canibalismo, especialmente de su propia familia. Ambos tienen un apetito insaciable, ya sea por madera podrida, musgo de pantano o setas, aunque tienen preferencia por la carne humana. Aquellos poseídos por él, como no llevan ropa sin importar el clima, se muestran visiblemente emaciados, con la piel pegada a los huesos y supuraciones que huelen a muerte. Al frotarse contra las resinas de los árboles y con la tierra, su piel es negra y tiene apariencia pétrea. Además tienden a aislarse y a cazar con apariencia de un castor o un caribú. Al ejecutarse, su cuerpo debía incinerarse, pero se decía que su corazón helado sobrevivía al fuego. Este era otro rasgo común con los gigantes que podían tener el corazón, los órganos o todo el cuerpo hecho de hielo. En ese caso, derretirlo o cortarles la cabeza era la única manera de acabar con ellos.
El wendigo poseído pudo surgir como explicación para los actos de canibalismo durante las hambrunas. De hecho, en los relatos, el propio caníbal se considera poseído por un espíritu maligno y no se opone a su ejecución. La psicosis por wendigo derivaría de la leyenda, pues el individuo adopta los comportamientos que la comunidad espera de esta criatura. No obstante, hay polémica sobre la veracidad de este trastorno, pues pudo ser producto de la imaginación de los antropólogos que observaban a los amerindios o una interpretación sesgada de los testimonios. No obstante, existen descripciones de acusados de haber experimentado esta psicosis e incluso ejecuciones de personas que han desarrollado una psicopatología crónica.
Los relatos del wendigo provienen de testimonios y descripciones de trabajadores de la Compañía de la Bahía de Hudson, la Compañía del Noroeste, de oblatos o sacerdotes jesuitas del siglo XIX, muchos contados por personas que no han conocido los casos de forma directa y que no los sitúan en un lugar o momento precisos. Entre ellos destacan las historias sobre el chamán anishinaabe Jack Fiddler, quien supuestamente mató a catorce de ellos a instancias de la familia o de ellos mismos, o del indio cree Coureur-Rapide condenado en 1878 por matar y devorar a casi toda su familia. No obstante, el primer testimonio sobre un caso de posesión por wendigo fue contado por el jesuita Paul Le Jeune el invierno de 1634-1635, cuando tuvieron que matar a un indio de Trois-Rivières porque intentó comerse a su hermano, su cuñada y a su esposa.
La idea del wendigo podría estar relacionada con manitu, la fuerza espiritual presente en todo y cuyas manifestaciones suelen interpretarse como dioses. El manitu podía ser bueno o malo. Dado que el buen manitu no iba a dañar, era importante estar en paz con el mal manitu, que domina el invierno y aquello ligado a él, como el viento y la nieve. Por lo tanto, una enfermedad se considera un castigo por haber transgredido las normas que mantenían esta paz (p.ej. incesto, asesinato, prácticas sexuales anormales, etc). Además, si la comunidad aceptaba este comportamiento, el mal amenazaba con extenderse. Por el contrario, si el afectado confesaba su transgresión, podía librarse del mal. Por ello quienes desarrollaban la transformación solían ser quienes se retraían. En tales casos, matarlo no solo no tenía una consecuencia negativa, sino que se animaba a hacerlo, pues se consideraba una defensa.
- Thibault, M. (2011). LE WENDIGO : UNE CROYANCE AMERINDIENNE. Université Laval.
- Gilmore, D. D. (2012). Monsters: Evil beings, mythical beasts, and all manner of imaginary terrors. University of Pennsylvania Press.