Si hablamos de “música electrónica” en una conversación en 2016, lo que entienda nuestro interlocutor variará mucho dependiendo de su edad y formación de modo que un joven quinceañero pensará en la música que suena en las discotecas y festivales los fines de semana mientras que un musicólogo probablemente se remitiría a los experimentos que tenían lugar a comienzos del pasado siglo XX en extraños laboratorios de universidades de medio mundo.
Por ese mismo motivo, hablar de grabaciones fundamentales en la historia de la así llamada “música electrónica” es entrar en terreno pantanoso. Si acotamos un poco el terreno y nos centramos en los años posteriores a la invención del sintetizador, lo tendremos un poco más fácil ya que, además, nos movemos en una época en que los discos eran ya objeto de consumo habitual y alcanzaban un popularidad hasta entonces reservada a medios como la radio o el cine. Y con la invención del sintetizador o, más concretamente, con el primer modelo que incorporó un teclado a imitación de un piano, está relacionada la artista que hoy aparece aquí por primera vez con uno de esos discos que enseguida se nos vienen a la cabeza a la hora de pensar en las grabaciones imprescindibles de un género tan vasto como es la música electrónica.
Robert Moog era un ingeniero dedicado a la fabricación de instrumentos electrónicos que, además de comercializar algunos ya inventados con anterioridad como el “Theremin”, diseñaba sus propios aparatos incorporando importantes novedades con respecto a otros fabricantes. Wendy Carlos, por su parte, trabajaba como ingeniera de sonido en un estudio neoyorquino para el que estaba construyendo un pequeño laboratorio de música electrónica. Moog y Carlos entraron en contacto a través del Columbia-Priceton Center cuyos responsables informaron a la artista de los aparatos que Robert Moog estaba construyendo en su empresa. Wendy, que tenía una amplia formación musical, ampliada con sus estudios en música electrónica de la mano de pioneros como Vladimir Ussachevsky y Otto Luening, no sólo contactó con él para adquirir sus aparatos sino que hizo una serie de sugerencias a Moog que le permitieron mejorar notablemente sus diseños, algo que el ingeniero siempre reconoció. Carlos compartía piso en aquel entonces con Rachel Elkind, cantante que trabajaba como secretaria del presidente de Columbia Records. Wendy aprovechó la circunstancia para hacer escuchar a Rachel una grabación de una obra de Johann Sebastian Bach que había hecho tiempo atrás junto con Benjamin Folkman. Por mediación de la cantante (que resultó ser, además, una persona de un gran talento musical al margen de la interpretación), la cinta llegó a oídos de Goddard Lieberson (el citado presidente de Columbia Records) quien autorizó la grabación de un disco completo con música de Bach interpretada con el sofisticado sintetizador Moog.
Estamos en 1967 y la revolución estaba a punto de comenzar. Wendy Carlos había tenido la idea de ofrecer al público la música electrónica a través de composiciones que pudieran reconocer, en lugar de hacerlo con extrañas grabaciones vanguardistas para las que el público en general no estaba preparado entonces. Se escogieron diez composiciones del genio alemán, entre ellas, uno de los célebres Conciertos de Brandenburgo en su integridad. El proceso de grabación del disco fue muy complejo. Los sintetizadores de Moog eran aún monofónicos, lo que significaba que no podían ejecutar varias notas al mismo tiempo provocando que una intérprete como Wendy, de formación clásica, tuviera que modificar su técnica (los acordes debían ser grabados por separado y luego unidos en la mesa de mezclas). También eran altamente inestables en cuanto a la afinación así que era habitual que las sesiones de grabación se interrumpieran para verificar que los sintetizadores seguían sonando en el mismo tono que lo que habían interpretado minutos antes. Aunque Wendy Carlos es la principal intérprete del disco, Benjamin Folkman participa como teclista adicional en algunos momentos.
Wendy Carlos
"Sinfonia to Cantata No. 29" – La primera pieza del disco es una versión de una obra para órgano por lo que el trabajo de transcripción era sencillo. Otra cosa es la elección de los sonidos. Muy apropiada aquí por cuanto permite una gran limpieza en la escucha al dejar un amplio espacio para los diversos sonidos que en muchas interpretaciones al órgano desaparece por las propiasa características del instrumento.
"Air on a G String" – Una de las composiciones orquestales más populares de J.S. Bach recibe aquí un tratamiento que posiblemente estuviera influido por los arreglos de órgano que los miembros de Procol Harum escribieron para su grán éxito “A Whiter Shade of Pale”, basados parcialmente en esta misma pieza del compositor alemán. La canción de Procol Harum se publicó pocas semanas antes de que comenzase la grabación de “Switched on Bach”.
"Two-Part Invention in F Major" – Llegamos ahora a tres piezas escritas originalmente para teclado. La primera de ellas es interpretada magníficamente por Wendy Carlos a una velocidad desconcertante por momentos pero absolutamente fiel a la partitura. Una grabación de esta misma obra fue la que encenció la chispa del proyecto como indicabamos anteriormente.
"Two-Part Invention in B-Flat Major" – La segunda de las invenciones, mucho más tranquila continúa con el extraordinario muestrario de sonidos y timbres procedentes del sintetizador fabricado por Robert Moog. Un instrumento tremendamente versatil del que escuchamos a lo largo de todo el disco multitud de registros que anticipaban una nueva era en la música a partir de entonces.
"Two-Part Invention in D Minor" – Lo mismo ocurre con la tercera pieza de la serie cuya interpretación recueda algo más a la primera.
"Jesu, Joy of Man's Desiring" – El repaso a los “grandes éxitos” de J.S. Bach continúa con otra composición inmortal. La ejecución es impecable y la elección de sonidos, una vez más, muy adecuada. Uno de los grandes méritos del disco es ese y también la selección de las obras que mejor encajaban en las (aún) limitadas posibilidades del sintetizador.
"Prelude and Fugue No. 7 in E-Flat Major" (From Book I of The Well-Tempered Clavier) – Llegamos ahora a dos fragmentos del “El Clave Bien Temperado”. El primero de ellos, muy correcto y extraordinariamente interpretado pero nuestro interés se centra en el segundo.
"Prelude and Fugue No. 2 in C Minor" (From Book I of The Well-Tempered Clavier) – Y lo hace porque aquí Carlos arriesga mucho más en la selección de los timbres alejandose de la “imitación” de sonidos “clásicos” y anticipando las posibilidades del instrumento fuera del ámbito clásico y ya como medio puro de creación sonora. Una excelente versión en todos los sentidos.
"Chorale Prelude 'Wachet Auf'" – Otra de las composiciones más populares de su autor, suena aquí en una revisión preciosa y de gran delicadeza que mostraba a los oyentes de 1968 que los sintetizadores no tenían por qué ser rechazados como medio de expresión pudiendo ocupar un lugar más entre el resto de instrumentos.
"Brandenburg Concerto No. 3 in G Major – Los tres cortes finales del disco son una auténtica delicia en la que Wendy nos regala una extraordinaria revisión del tercer Concierto de Brandenburgo. Un verdadero desafío del que la interprete sale convertida en una estrella, si no mediática por otras circunstancias que nada tienen que ver con lo musical, sí desde el punto de vista artístico.
Pese a todo el trabajo invertido en el disco, Wendy no sentía que éste fuera apreciado por Columbia y, de hecho, no asistió a la presentación del mismo ante la prensa cuando se enteró de que el acto se iban a presentar otros dos discos más (uno de ellos, igualmente revolucionario a su manera: “In C” de Terry Riley). Las reacciones ante “Switched on Bach” fueron variadas. Frente al rechazo casi frontal de los puristas que lo consideraron prácticamente una herejía, se situaban las opiniones de otros críticos que reconocían la correción técnica de las intepretaciones y el rigor a la hora de ejecutar las piezas seleccionadas (el propio Glenn Gould se posicionó a favor de la grabación). Fuera del ámbito académico más conservador, el disco obtuvo un gran éxito (alcanzó puestos en las listas de ventas desacostumbrados para una grabación de música clásica) y supuso el aldabonazo definitivo para los sintetizadores que, desde entonces, se iban a incorporar masivamente a todos los géneros musicales, especialmente a los más populares además de propiciar el nacimiento de corrientes completamente nuevas.
Wendy Carlos, por su parte, daba el primer paso de una carrera que nos dejaría muchos otros grandes trabajos más adelante, algunos tan notables como las bandas sonoras de dos obras maestras de Stanley Kubrick como fueron “La Naranja Mecánica” o “El Resplandor” y varios más en los que vuelve a hacer versiones electrónicas de clásicos. Hablaremos de ellas más adelante con toda seguridad.