Wendy McElroy no tiene pelos en la lengua. Cuando quiere decir histeria, dice histeria. Cuando quiere apretar la herida para sacar la pus, la aprieta. Y el lector puede entender el mensaje o escandalizarse y permanecer en su nube de algodón.
Ella no suele hablar lanzando flores, ni consignas, ni su intención es ser presidente, o presidenta, ni ser la primera mujer en la historia que hace esto o lo otro. Tiene esa extraña necesidad de expresar sus ideas, partiendo de sus estudios, pero también de sus vivencias. Y es entonces cuando su mensaje descarnado es tanto más necesario. A mí me hablaron de ella hace muchos años dos hombres a los que les estaré siempre agradecida: Manuel Lora y Juan Fernando Carpio. Desde entonces la leo y la sigo. Y finalmente por la aproximación tan parecida que tenemos de temas muy importantes para nosotras, es una persona…
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