Revista Opinión

Wert, “alter ego” de Aznar

Publicado el 07 diciembre 2012 por Romanas

Wert, “alter ego” de Aznar Wert, “alter ego” de Aznar La sinvergonzonería como bandera. ¿Cómo una persona tan insignificante puede tener tanto predicamento? Aznar, lo reconozco, es el prototipo del español, feo, bajo, moreno, malhumorado y con bigote. Y, además, esencialmente acomplejado. Es el complejo de inferioridad de Aznar el peaje que estamos pagando todos los españoles. Se tiene que estar muy acomplejado para hace mil abdominales diarios. ¿O es mentira que los hace? Si uno se mira tantas veces el propio ombligo tiene que ser por algo. Si yo tuviera que definir con una sola palabra a este país, diría: triste. Sí, este país es, sobre todo, triste, además de chabacano, sí, no hay más que ver cómo es su folklore, y ramplón, también, y canallesco, claro, inculto, esencialmente inculto, desde luego, estúpido y banal, Belén Esteban y Cristiano Ronaldo. Ahora, sí, ahora casi se entiende todo. Que siempre tengamos una tipa zafia que nos embelese y un tío cabrón, muy cabrón, todo lo cabrón que se pueda ser, que nos represente, porque es la majeza, la chulería madrileña, que, lo aseguro es la peor, que nos mande porque hemos nacido para obedecer. ¿Entonces? Si un pueblo quiere ser simplemente como es, se le envía un macarra madrileño, una especie de matón, que, además, presume de cabrón porque es él mismo el que se compara con un toro, ojo, no con un triste y parsimonioso buey sino con un toro irascible y tempestuoso. Para mí, un toro es la muerte, no tiene otro sentido, como nos enseñó Miguel, aquél que, además, se llamaba barro, aunque también se llamara miguel, y que nos dijo aquello de la muerte toda llena de agujeros y cuernos, de su mismo desenlace, sobre una piel de toro pisa y pace un luminoso prado de toreros. Ahora, que el supremo macarra ha publicado sus memorias corroboramos ciertamente cómo es, pequeño y pendenciero, que es casi lo mismo porque la pequeñez engendra naturalmente la pendencia si uno cuando se mira al espejo se ve tan pequeño, de manera que no tiene más remedio que hacer grandes cosas pero ¿qué cosas pueden ser ahora grandes en un mundo tan chico? Mil abdominales, por ejemplo, o algo que represente durante mucho tiempo que alrededor de mil personas mueran todos los días por tu culpa, allá, en Irak, mientras tú te ríes aquí con esa risa estúpida de los sin cerebro, si bien se mira esa estúpida risa es la misma en todos ellos, en Wert, en Montoro, en Cañete, porque es como si todos ellos juntos fueran uno sólo. De modo que tenía que ser Wert el elegido porque en él se reúnen varias características inevitables, es calvo, el tío, como lo es también la calavera que simula la muerte y el cipote que engendra toda la destrucción y el desastre, como la muerte aquella que jugaba al ajedrez con el caballero en la inolvidable playa de El séptimo sello. Aznar, que lo tenía escondido en FAES, se lo recomendó a Rajoy, “es el más adecuado para conseguir lo que queremos, no sólo retroceder 200 años en lo que se refiere a la enseñanza, sino hacerlo pisoteando las cabezas con una sonrisa, es el hombre perfecto, el medioevo”. Y es verdad, va a hacer de toda la enseñanza de este triste país un inmenso páramo y sonreirá feliz mostrándoles a sus asquerosos jefes las cabelleras de millones de niños que se hundirán para siempre en ese analfabetismo moderno de los arrabales en los que se acumulan los sintecho. Y el Atila de Irak llamará a Georgggg y le dirá: “¿Ves, majo?, en esto de  hundir en la miseria a todo mi pueblo también soy el mejor” y cuando vuelvan a verse, en el jodido rancho de Tejas, volverán a revolcarse, borrachos por el suelo, porque a ellos nadie les puede decir nunca cuánto tienen que beber para celebrar la muerte de millones de inocentes si hay por en medio un poco de petróleo.

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